La liturgia dominical sigue meditando acerca del quinto capítulo del evangelista Mateo. Después de las bienaventuranzas y de la catequesis sobre la sal y la luz, ya el cristiano entiende que su misión en el mundo es dar un verdadero testimonio de vida ante los hombres. Lo que le sigue a esa enseñanza ahora es una discusión acerca de la validez de la ley antigua, la de los profetas y de la Sagrada Escritura. Jesús mismo dice que no vino a abolir la Ley, sino a darle plenitud, y esto es vigente aún hoy, cuando el hombre piensa que Dios tiene planes extraños e inadecuados. El corazón humano debería reconocer que su Creador le ofrece la plenitud de la vida y la felicidad eterna. Muchas cosas pasarán, pero su Palabra nunca pasará, se mantendrá firme para siempre. Y, quien cumpla con los mandamientos, será grande en el reino de los cielos.

Al mandamiento de no matar corresponde un comportamiento mucho más exigente: no llenarse de ira contra el hermano

Ante el cumplimiento mediocre de los preceptos del Señor, Jesús pone en guardia sobre las actitudes que denotan apariencia de obediencia. Al mandamiento de no matar corresponde un comportamiento mucho más exigente: no llenarse de ira contra el hermano; quien insulte al semejante, será reo de justicia en el juicio eterno. Si se trata de una persona que le rinde culto a Dios, pues lo más adecuado es que, antes de colocar la ofrenda sobre el altar, éste vaya y se reconcilie con su hermano, en el caso de que haya cuentas que pagar. Solo después de esto, es que la persona podrá ofrecer sus sacrificios a Dios con sincero corazón.

Jesús también hace una nota sobre el pecado grave del adulterio. No es solo no llegar al acto impuro con el cónyuge del otro. La propuesta es más radical: ya el hecho de desear a aquella persona, reservada solo a quien la escogió como esposa/ marido, se convierte, esto, en un adulterio de corazón. Por otro lado, si un “miembro de tu cuerpo” te hace caer en pecado, tienes que desterrarlo de tu propia vida. Aquí puede tratarse de una situación, de una persona… Lo que hace un daño espiritual puede y debe ser apartado del conjunto de relaciones, porque siempre será mejor acabar con una situación que comprometer gravemente la salvación.

Ante todo esto, el cristiano no puede perder la perspectiva de la lucha continua y serena, confiados en que la gracia divina podrá siempre venir para ayudar a los más débiles y desamparados.




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