El respeto a la muerte es muy antiguo. Encubre un temor y descubre una preparación para la muerte desde la vida. Una dualidad que encarna Osiris, dios egipcio asociado a la fertilidad y a la muerte.

En nuestra cultura lo funerario reivindica la coronación de una obra terrenal tanto como la salvación del alma. Es paradójicamente, celebración y dolor.La literatura registra los símbolos y valores de ese sagrado misterio. Jorge Manrique en Las coplas a la muerte de Don Rodrigoenuncia esos valores que luego adquirimos con la colonización cultural de España: la callada llegada de la muerte,los halagos del mundo terrenal como engaño y camino hacia otro mundo, la disposición a morir con voluntad placentera porque es llamadode Dios y “cercado de su mujer y de sus hijos, hermanos y criados”.

En la Valencia de antes el velorio era acto íntimo y entre familias. Apenas en la década del 60 los velorios en casa comenzaron a ser sustituidos por el velatorio en empresas privadas. La resistencia a este cambio latía en el frecuente comentario de entonces: “tan buen esposo (a) que era y llevarlo a velar en una funeraria”. Para mayor agravio, al cortejo funerario lo sustituía un coche.

En el velorio en casa, había un espacio con flores y sillas a los lados de la urna. Allí se ledabael pésame a los familiares y se veía al fallecido. El velorio duraba toda la noche. Fuera de la casa se contaban chistes anécdotas y recordatorios sobre las virtudes del muerto. Se repartía café, chocolate, galletas de soda con queso, cigarrillos y en ocasiones ron o caña. Aparecieron los cazadores de velorio que asistían a desayunar.

Después del entierro comenzaba el luto en la vestimenta, la privación de toda actividad festiva y hasta la reclusión. Las mujeres vestían de negro y dejaban de pintarse los labios, mientras los varones usaban un brazalete o un cintillo negro hasta por un año. El medio luto prohibía las prendas coloridas, oír música o festear. Podía durar varios meses.

Las primeras funerarias en Valencia fueron conocidas por los nombres de sus dueños: la del cojo Márquez frente a la plaza 5 de Julio y la de Monasterios. Después abrieron La Superior, al lado de la Heladería Olimpia en la Bolívar. La Cristo Rey, Bolívar con calle de Los Sauces y la José Gregorio Hernández en la calle Rondón.

Entre los muchos entierros que provocaron pesar popular recordaremos tres. El del torero español Angel Soria, corneado en Arenas de valencia el 18 de julio de 1948. Fue llevado en brazos de amigos desde el Hospital hasta una casa en la calle Urdaneta cruce con Cantaura. Al día siguiente con protestas de sus admiradores y el adiós de mujeres con pañoletas andaluzas, fue trasladado a Caracas.

Monseñor Gregorio Adam Dalmau, obispo de Valencia, articulista de El Carabobeño, promotor de la celebración del cuatricentenario y de la reapertura de la Universidad; fundador de la Sociedad Bolivariana y del Instituto Científico de Carabobo, académico y sacerdote recio que en 1922 fue detenido por negarse a cantar un Tedéum ordenado por Gómez. En julio de 1961 sus restos, acompañados por una afectada y numerosa feligresía, fueron enterrados bajo el presbiterio de la Catedral de Valencia.

En marzo de 1977 el estudiante de Ingeniería, Fernando González Quintero, residente de Los Chorritos fue desaparecido por los cuerpos policiales. Tras unos meses de denuncias, protestas,reclamos de las autoridades universitarias y deMonseñor Luis Eduardo Henríquez el asesinato policial fue esclarecido. Su entierro, en junio fue una impresionante manifestación encabezada por el Rector Pablo Bolaños; el profesor Askander Contreras; dirigentes estudiantiles como Silverio Hernández, Oswaldo Di Lorenzo y Luis Enrique Viscaya; periodistas como Eddy León, Mary Méndezy Alfredo Fermín entre una multitud de pueblo y estudiantes.

Todos ellos están, junto con tantos amigos, como nos dice Eugenio Montejo“a orillas de este sueño indescifrable donde uno está y no está…”.

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