El historiador venezolano, cineasta y director del documental 'El pueblo soy yo', Carlos Oteyza, durante una entrevista concedida a EFE, este miércoles en Casa América, en la que advirtió sobre el peligro de los líderes carismáticos y de su documental 'El pueblo soy yo'. EFE

Venezuela necesita el liderazgo de Juan Guaidó, titular de la Asamblea Nacional y autoproclamado como presidente encargado del país, pero debe evitar más líderes carismáticos en el futuro, argumentó Carlos Oteyza, historiador venezolano y director del documental «El pueblo soy yo».

En entrevista con Efe en Madrid, donde estuvo como parte de una gira internacional para difundir su filme, el cineasta considera que la oposición debe unirse en torno a la figura de Guaidó para vencer al gobierno de Nicolás Maduro, pero que esto es circunstancial porque lo importante es que haya elecciones libres con más candidatos.

«En este momento el liderazgo de Guaidó es casi necesario visto que en frente tú tienes un gobierno que tiene todos los poderes. Entonces para enfrentar eso es bueno un liderazgo, pero evidentemente que una vez superado este estado en que vivimos, lo normal es que uno vote por líderes democráticos que no tienen que ser carismáticos», opina.

Oteyza ha exhibido su documental, producido y basado en un libro del historiador mexicano Enrique Krauze, en Francia, Italia, Estados Unidos, Guatemala y España, donde se presentó por primera vez en octubre pasado, antes del ascenso de Guaidó.

Anuncia que el productor está en conversaciones con plataformas digitales, como Netflix y Amazon Prime, para que la obra se distribuya en Internet y llegue a más audiencias internacionales, quienes han agradecido que la obra explique con facilidad, según Oteyza, la llegada al poder de Hugo Chávez.

El historiador apunta que la frase «El pueblo soy yo» advierte sobre los peligros de los liderazgos personalistas como el de Chávez, aunque es un concepto que tal vez ya no aplique a la presidencia de Maduro.

“Pusimos este título porque creíamos que resumía bien lo que había pasado en Venezuela. Y evidentemente a partir del momento que muere Chávez y aparece Maduro quizás el título no pudiera colocarse inmediatamente sobre Maduro, pero sí es un título que retrata la película porque trata sobre el desarrollo y el montaje del populismo en Venezuela«, dice.

El cineasta afirma que la película es «dolorosa», pero que intenta ser «respetuosa» con la historia sin caer en «amarillismo», pues pretende explicar de forma sencilla lo que pasó en Venezuela.

«Es difícil entenderlo, nunca lo hubiésemos pensado hace 20 años, entonces creo que la película ayuda a entender un fenómeno que no es fácil de comprender, ni para uno mismo como realizador, ni para los venezolanos que hemos vivido esto, ni para el público extranjero», explica.

Oteyza se muestra optimista con el diálogo entre la oposición y el oficialismo que se está haciendo bajo la mediación de Noruega en Barbados, donde él percibe divisiones dentro del chavismo sobre la figura de Maduro y su participación en unas posibles elecciones adelantadas.

Aunque aclara que debe aplicarse la justicia a quienes cometieron crímenes, argumenta que el proceso de reconciliación debe ser realista, ir más allá de los líderes y conducir a votaciones libres lo más pronto posible.

«Trato de acompañar (como artista) al país con su sentimiento dolor, de esperanza, de saber que hemos sido un país que en otro momento hemos sido diferentes, que ya no vamos a ser el país que fuimos, pero que tenemos que inventar un nuevo país y en este nuevo país no debe quedar nadie fuera», confiesa.

El documentalista enfatiza que, pese a que las condiciones de Venezuela son únicas, su obra es una señal de alerta para otras naciones que pueden caer en el populismo de un líder carismático.

Considera que los factores que conducen a este tipo de liderazgo son la figura personalista de un político que se vende como ajeno al sistema, condiciones de crisis, la demonización de grupos sociales y el control de la prensa libre, factores que percibe en países como Brasil y Nicaragua, pero también en europeos como Hungría y Polonia. EFE




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