Y llegaron las elecciones regionales. Y 10,4 millones de personas fueron a votar, según los números del régimen. Y el chavismo ganó 18 gobernaciones, también según los números del régimen: 5,5 millones de votos rojos y 4,9 millones para la oposición. Difícil de creer, por no decir imposible. Si el grueso de las encuestas ponía al gobierno con un 20% de apoyo, y se asume que todos los chavistas fueron a votar, el padrón electoral de 18 millones de personas daría para un techo oficialista de 3,6 millones de votos. O hasta 4,5 millones si se sube el apoyo al régimen al 25% (impensable en vista de la situación económica y social del país). Es decir, que la oposición debió haber sacado entre 5,9 y 6,8 millones de votos, con todo y la abstención de 7,6 millones de votantes (suponiendo que toda la abstención fue opositora, por cierto).

¿Algo de qué sorprenderse? En realidad, no. El CNE se inventó 6 millones de votos en los sufragios para la constituyente, así que poner unos voticos aquí y otros allá para barrer con las gobernaciones no tiene nada de excepcional. Después de todo, se trata de una dictadura que lleva por lo menos 15 años manipulando las preferencias del soberano con una estrategia muy inteligente, diseñada para confundir al contrario. En un caso, por ejemplo, se gana por 1% (Maduro vs Capriles), mientras en otro se pierde por paliza, pero con un plan para convertir esa derrota en ventaja (Asamblea Nacional 2015). También les funciona ganar por 100 mil votos y quedarse con 60% de los escaños (parlamentarias de 2010) o lograr 10 puntos de ventaja con un candidato enfermo, en fase terminal (2012). Y es que no todos los picheos son rectas de humo. Hay una variedad grande de lanzamientos, y cada uno se adapta a la situación del juego y al bateador. Los cubanos son buenos en béisbol.

Aparte de las marramucias del régimen, que siempre son de esperar, no deja de ser irritante que el liderazgo opositor se haya quedado, una vez más, con la carabina al hombro. Esperando bola franca de un pitcher al que le sobra saliva, y con un árbitro que se sabe para quién juega. Sin embargo, esta “derrota” no debe llevar a la sociedad a resignarse y sufrir el peor gobierno del mundo por el resto del siglo, pues el antichavismo sigue siendo una mayoría aplastante en Venezuela. Cada candidato a gobernador es un líder regional que puede, y debe, organizar el reclamo de la gente contra el fraude: convertir la trampa en motivación para la protesta, en lugar de sentarse a llamar a la comunidad internacional para ver si se resuelve algo.




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