“Los pueblos que no están dispuestos al sacrificio por las causas supremas y nobles de la democracia, la libertad, la justicia y la paz no se las merecen, ni tampoco son dignos de entrar en las páginas de la historia.” Boissiere P. Profesor universitario

Apreciad@s lectore(a)s, dilect@s amig@s y conciudadan@s tod@s, a partir del pasado 20 de mayo de 2018, la Venezuela opositora y democrática -no se incluye acá a los chavistas disidentes porque, chavismo y democracia son concepciones que, desde el punto de vista político, social, económico, moral, cultural y espiritual, resultan contrapuestas, incompatibles y excluyentes-.

La Venezuela decente y honesta, la que está harta de este infierno revolucionario, la que está hastiada, decepcionada y se siente burlada y abandonada por esa dirigencia opositora psicopática, parapléjica y silente, la Venezuela que está mortalmente herida, saqueada, despojada de sus riquezas y parte de su territorio, la que está enlutada por las balas asesinas de los delincuentes, los cuerpos de seguridad del estamento político imperante y los colectivos asesinos, la que está siendo abandonada por millones de sus hijos que huyen de la dictadura y del deslave total, la patria humillada y hollada por los colonizadores cubanos, en síntesis, la patria antichavista, debe preguntarse seria y concienzudamente: Y AHORA… ¿¡QUÉ SE HACE!?

 

Es el deber ciudadano restablecer la vigencia de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (así lo establece el Artículo 333 de la misma) y recuperar la democracia, es la responsabilidad, el compromiso moral y social con los niños, los jóvenes y los millones de venezolanos que han abandonado el país.

Por supuesto, no es suficiente formularse la interrogante ni basta con que se de una respuesta seductora y lógicamente hilvanada, pues lo verdaderamente imperativo y urgente es que se materialice, que se haga efectiva y contundente, lo cual requiere que se concrete en una acción masiva y continua, para que acumule y potencie la fuerza suficiente que produzca la solución y que motorice el cambio; es decir: que, para poder lograr la meta, esa acción tiene que ser de todos los demócratas y hasta lograr el objetivo final, una acción muy bien planificada y organizada con una misma y única dirección.

No se puede seguir en esta suerte de parálisis cívica, en este estado de perplejidad, en este insólito y ensordecedor silencio, en este cómodo apoltronamiento a la espera de que unos actúen y hagan lo que otros no hacen; no se puede continuar esperando, irresponsablemente, a que sean los demás los que se sacrifiquen para que luego haya un beneficio colectivo, cómodamente y sin riesgo alguno, de los frutos de sus sacrificios; mucho menos quedarse sentados a esperar que vengan de afuera a resolver los problemas del país, a eliminar la tragedia, en la cual, aunque a muchos les moleste oírlo, una gran mayoría de venezolanos tienen, por comisión u omisión, una mayor o menor cuota de responsabilidad, pues los que están gobernando -excepto el Presidente- no son extranjeros ni marcianos, son venezolanos como l@s lector@s de este espacio, pero más aún, muchos de los que hoy protestan y rabian furiosos (gente de todos los sectores sociales, pero en particular de los sectores más deprimidos, así como personajes de los más elevados niveles culturales, eternamente seducidos por el maldito embrujo del izquierdismo marxista, que exhiben como blasón de autenticidad, valía intelectual, sintonía con el pueblo y con los más sublimes valores de la humanidad), llevaron al difunto ex – gobernante al poder, y también muchos de los que se quejan y vociferan gruesos calificativos contra el inquilino de Miraflores y su régimen -en especial, dueños de supermercados, de establecimientos farmacéuticos, de ventas de repuestos y partes de automotores, de ferreterías y de ventas de insumos para la construcción, de panaderías y hasta particulares que revenden alimentos y medicinas desde sus casas- resulta que, conjuntamente con el gobierno, están igualmente esquilmando -empobreciendo y arruinando- a la población.

Mas no se trata de juzgar a alguien, pues todos los seres humanos son falibles y permeables a las tentaciones. De lo que se trata, respetables compatriotas, es de que se identifiquen y se reconozcan las culpas, errores y equivocaciones para que así no se reincida en ellos. En definitiva, lo central es que se tiene que hacer algo, pero ¡YA!, antes de que terminen de destruir al país, antes de que hagan del pueblo un espectro más ruinoso, triste, macilento y esclavo, antes de que conviertan a Venezuela en una segunda Cuba.

No se puede seguir como unas ridículas y monótonas marionetas, manejadas todos los días por los hilos de la harina de maíz, el azúcar, el café, la leche, la margarina, el antihipertensivo, el psicotrópico, el anticonvulsivo, el antidepresivo… sin hacer algo más: ni por el país, ni por la democracia, la libertad, la justicia, la paz, los derechos humanos… Si se continúa repitiendo esa dosificante y alienante rutina, resultará que un mal día, para la sorpresa general, ya no se encontrará qué comprar, o nada se va a poder comprar debido a los elevados precios, o, lo más cruel aun, no van a permitir comprar lo que se desea y necesite.

No hacer algo por temor a las consecuencias que se puedan derivar de las acciones sería mezquino, injusto, reprochable y ¡ m u y  v e r g o n z o s o ¡ ante nosotros mismos, nuestra descendencia y la comunidad internacional, (que -por ciento- está haciendo mucho más  de lo que la pesada, burocrática, quisquillosa y siempre cautelosa diplomacia estipula y, sin duda, muchísimo más de lo que la sociedad civil y la gran mayoría de los líderes “bates quebrados” y pusilánimes -con algunas muy honrosas excepciones- están haciendo. Acaso,¿aceptaría usted, de buena gana, o esperaría, de brazos cruzados, que vengan sus vecinos y amigos a solucionarle sus problemas y conflictos personales o familiares?

Huelga decir que cualquier ayuda de buena fe y desinteresada nunca está de más, ¡bienvenida sea!, pero hasta allí, porque son l@s venezolan@s quienes, en definitiva, tienen que asumir la responsabilidad de concebir y adoptar las decisiones y emprender las acciones pertinentes; no se deben comportar como los niños en sus primeros meses de vida (indefensos e incapaces) o como si estuviesen parapléjicos, ciegos, sordos y mudos; hay que dejar ya de “mamitis”, de la dependencia de un papá que todo lo soluciona y satisface, pero lo más necesario, urgente y crucial, incluso, es que no se repita el fatal y tozudo error de esperar la llegada de un salvador, de un ungido por la Divina Providencia, de un milagrero que -bajo el disfraz de vengador justiciero, de un supuesto reivindicador de los intereses, necesidades y derechos de los pobres, explotados y oprimidos, de un adalid en la defensa de la patria mancillada por los imperios: cubano, chino, ruso, etc., de un campeón de la libertad, la soberanía, la justicia social, la igualdad y todas esas lindezas y promesas del izquierdismo mentiroso y embaucador- termina, finalmente, revelando su auténtica naturaleza: un déspota narciso, pendenciero, despiadado, implacable con sus adversarios, corrupto y enfermo de poder; es decir, siempre se ha estado esperando y aún se continua esperando, pues no se acaba de asimilar las experiencias vividas ni las lecciones de la historia: que se trata de un redentor que, desgraciada e infaliblemente, termina siendo un verdugo… ¡un nuevo opresor.

El próximo domingo continuaremos hilvanando algunas ideas y reflexiones sobre esta nueva realidad política-social-económica de la actual Venezuela. Mientras tanto, percatémonos que muchos carritos de los supermercados llegan casi vacíos a la caja donde se paga, que muchos productos son dejados abandonados en manos de la cajera y que ya hay mucha gente hurgando en la basura intentando hallar algo que comer: ¡cuando veas las barbas de tu vecino arder… pon las tuyas en remojo!, pues, más tarde o temprano, la hambruna no será ajena y llegara a todos.

 




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