AFP 

La destrucción de selvas tropicales y la caza han afectado a
la población del águila de Filipinas
, gran ave rapaz en peligro de extinción,
una de las más grandes y fuertes del mundo con una envergadura que puede
sobrepasar los dos metros.

El águila monera filipina (Pithecophaga jefferyi), endémica
del archipiélago y emblema nacional, solo cuenta con un centenar de ejemplares.

En las afueras de Davao, gran ciudad al sur de Filipinas,
algunos ecologistas tratan de asegurar su supervivencia gracias a un programa
de reproducción -el único en el mundo-
y otro de rehabilitación de aves
heridas.

«Este centro es como un seguro para la especie, algo
así como un arca de Noé», dijo a la AFP Dennis Salvador, director general
de la Fundación del águila de Filipinas.

En los 30 años de existencia de esta Fundación, solo 27
crías han nacido en cautiverio
. Para esta especie no es fácil encontrar a su
«alma gemela».

En su hábitat natural, la hembra, más grande que el macho,
puede atacar o incluso matar al pretendiente que no sea de su agrado. Una vez
que encuentra a su pareja, ésta lo será por el resto de su vida.
Aún así, en la
selva se reproducen cada dos años.

Después de tres años complicados, algunos nacimientos
recientes dan esperanzas a la Fundación.

Go Phoenix, encontrado en una trampa de cazador, y MVP,
víctima de disparos, se aparearon en 2013. De esta unión nacieron dos crías, la
última en febrero.

Este nacimiento, el número 27, fue «fantástico»,
dijo Anna Mae Symaya, cuidadora de la Fundación, quien espera que la pareja se
reproduzca de nuevo el próximo año.
«Tuvimos suerte», agregó.

El objetivo final es dejar en libertad a las aves, pero esta
etapa es todavía más difícil que lograr que se reproduzcan: en el centro se
habitúan a los humanos y una vez en libertad se acercan demasiado a los
pueblos, donde les disparan.

De las 15 águilas que fueron liberadas solo una sigue viva.
Cuatro fueron reinstaladas en el centro después de haber sido heridas, las
demás murieron.

En teoría, matar a un águila puede ser castigado con 12 años
de prisión
y una multa de un millón de pesos (21 mil dólares). Pero como muchas
otras leyes filipinas, aquella que protege a las aves rapaces es poco aplicada.




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