Siniestro es lo aciago, lo funesto, lo avieso, lo dañado, lo malévolo, y eso es lo que tenemos en el poder establecido en Venezuela, desde luego que detrás de esa fachada de justicia social que tanta confusión ha creado en la buena fe de tanta gente.

 

El poder en todas partes, comenzando por Venezuela, nunca es un dechado de virtudes, aunque muchas veces impere la vocación de servicio público, no solo en personas concretas sino en períodos históricos concretos. En el poder hay derivaciones connaturales hacia el aprovechamiento y el abuso. Ciertamente es así. Pero eso es una cosa y otra lo que viene dándose en Venezuela durante el siglo XXI: un poder completamente desfigurado por la corrupción y la manipulación.

Por ello no es fácil encontrar las palabras adecuadas que expresen la profundidad y extensión de la crisis que agobia a Venezuela y a los venezolanos. Sí, a los dos. A los habitantes del país y al país como tal, como persona colectiva. No son sólo los numerosos problemas de carácter económico o social que pesan sobre la vida diaria del conjunto de los venezolanos, son también las características siniestras del poder establecido, el que sojuzga y depreda a la nación.

Se trata de hechos notorios, públicos y comunicacionales, a pesar que la maquinaria de propaganda y desinformación oficial los ignore. Un día sí y otro también, se conocen nuevas evidencias que ponen de manifiesto las referidas características del poder rojo. Y hay de todo, desde la operación de clanes, tribus y carteles que se reparten las fuentes de recursos públicos, sobre todo de divisas. Hasta los núcleos que se imbrican en el narcotráfico al amparo de los más poderosos.

De todo eso tiene que liberarse Venezuela para hacer valer su derecho de país soberano y respetable, y para que se puedan hacer valer los derechos propios de sus habitantes. Repito, no es fácil encontrar las palabras adecuadas, pero hay que hacerlo para que la denuncia se convierta en cambio. Y el domingo 6 de diciembre se presenta una oportunidad para impulsar ese cambio.

Una oportunidad erizada de dificultades, porque precisamente lo siniestro del poder empieza por el control de los sistemas electorales en provecho propio. No obstante todo ello, la participación y la movilización política son vitales para derrotar a ese poder aciago, funesto, avieso, dañado, malévolo que no quiere cesar en destruir a Venezuela.




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