Realmente, el hombre es el único animal que tropieza con la misma piedra y nadie escarmienta en la cabeza de otro. Dos dichos populares que se ajustan para analizar el triunfo  de Andrés Manuel López Obrador  como presidente de México, cuyos votantes al elegirlo no midieron el peligro que en un futuro no muy lejano pudiera sufrir la democracia de ese país azteca, dado que este candidato representa a la izquierda latinoamericana que se ha aliado a los gobiernos de corte dictatorial  y totalitarios del mundo, como Cuba, Rusia; China, Irán.

Al sufragar por López Obrador lo hicieron para repudiar los problemas de    corrupción, narcotráfico  y pobreza que caracterizó no sólo la gestión del primer mandatario mexicano saliente, Enrique Peña Nieto, sino también a la de su antecesor, Felipe Calderón Hinojoza, quienes durante sus seis años de mandato no lograron sacar a ese país, ubicado en la parte meridional de América del Norte, de la violencia e inseguridad ni    de la muerte provocado por aquellos que trafican con drogas y desarrollan el crimen organizado, porque según el  Sistema Nacional de Seguridad Pública de México, entre 2006 y 2016 fueron asesinados 170 mil mexicanos por las bandas criminales, mientras hubo 28 mil desapariciones forzadas.

Tampoco pudieron administrar con decoro u honestidad el dinero público, por cuanto la primera dama aun en ejercicio fue señalada por exacerbar los gastos en ropa y viajes para ella, sus hijas e hijastros y en la compra de una lujosa mansión valorada en millones de dólares que su  esposo no puede ahorrar ni obtener a través  del sueldo devengado mensualmente como Jefe del Estado mexicano ni ella ejerciendo sus competencias como primera dama y ex actriz de telenovelas.

Los sufragantes mexicanos desconocen, a fondo, las desgracias que las políticas públicas socialistas y pro comunistas dictadas por el ex presidente Hugo Chávez Frías y afianzadas por Nicolás Maduro han causado a la economía nacional y a todos los venezolanos y ante las penurias vividas en carne propia durante 12 años por Nieto y Calderón, el 53,80 de los electores   apostó por el cambio ofrecido por López Obrador, en los cuales excluye las expropiaciones ni la nacionalización de empresas ni gobernar dictatorialmente. Pero si incluye  acabar con la corrupción y la impunidad, las cuales, según él, será su misión y si para lograrlo es necesario castigar a familiares y amigos, lo hará. Promesa muy parecida a las hechas por Hugo Chávez cuando era candidato y aún no se había ufanado como presidente de la República ni se había unido al ideario comunista de Fidel Castro. Por eso, López Obrador sólo con su accionar correcto en el manejo del erario público mexicano podrá convertir esa promesa en realidad y no sólo un cliché populista para ganar adeptos y lograr, luego de tres intentos, su gran sueño de ser presidente de los Estados Unidos de México.

Chávez nunca luchó contra la corrupción, porque fue parte de ese enjambre podrido. No recordó ese compromiso cuando amasó fortuna mal habida e hizo depósitos a sus hijas en millones de dólares. Ni tampoco cuando su guardaespalda se convirtió en mil millonario y guardó las divisas mal habidas en bancos extranjeros ni cuando Rafael Ramírez  desapareció de PDVSA 300 millones de dólares y se apropió de ellos ni cuando Jesse Chacón se convirtió en uno de los hombres más millonarios  del mundo  al  apropiarse de los recursos de la energía eléctrica y cuando Odebrecht pagó sobornos para garantizar su única participación en las distintas obras que  debieron licitarse como dice la ley para  construirse en ese período presidencial y que fueron anunciadas por él  y nunca terminadas.  Ni siguiera comenzadas. Y pare de contar…

Al igual que Hugo Chávez Frías, Andrés Manuel López Obrador promete revolucionar los programas sociales y  hacer grandes  cambios para que  los adultos mayores, las madres solteras y las personas con discapacidad puedan salir de la pobreza, porque de acuerdo con su criterio no puede haber un gobierno rico con un pueblo pobre.  La mitad de la población continúa siendo pobre, mientras la pobreza extrema afecta a más de 4 millones y medio de personas, equivalente al 3,5 por ciento de los mexicanos. Mientras no use a los pobres para mantenerse en el poder, al igual que Hugo Chávez, Nicolás Maduro y demás dictadores del mundo que llegan a la presidencia por votación popular y en nombre de la pobres hacen y deshacen legalmente para perpetuar en ese cargo,  podría obtener esa meta durante sus seis años de gestión y no transformarla en una frase hueca ni en una burla para quienes depositaron la confianza en él.

La desesperación de López obrador de llegar al palacio de Los Pinos, en México Distrito Federal, era tal que para igualarse con los electores aseveró que no viviría en la residencia presidencial de los presidentes de México para transformarla en un espacio cultural del cual puedan disfrutar todos los mexicanos.

Hugo Chávez también prometió no viviría en  La Casona presidencial y que la convertiría en una universidad pública. No obstante, no cumplió tal promesa porque al empalagarse con las mieles del poder, ese compromiso se le olvidó, al igual que otro también hecho por el recién escogido presidente de México, de cobrar sólo la mitad del sueldo devengado como primer mandatario nacional y no viajar en el avión presidencial.

En puras falacias se convirtieron esos deberes pre establecidos, pues Hugo Chávez únicamente no vivió hasta el final de sus días en  esa residencia, sino que una de sus hijas, Rosa Virginia Chávez Colmenares, con su esposo, el canciller Jorge Arreaza, también pernotó allí   cuando él fungió como vicepresidente de la República. Y  fue muy difícil desalojarla de ese lugar. Hasta tuvieron problemas con la nueva pareja presidencial porque no querían abandonar ese casona donde no falta la comida ni el agua potable por tubería ni  hay cortes ni bajones eléctricos, como en el 98 por ciento de los hogares venezolanos.

En cuanto al uso del avión presidencial, Hugo Chávez, no sólo lo utilizó a diestra y siniestra, sino que adquirió otro más lujoso y adaptado a sus exigencias materiales surgidas una vez se glorió como Primer Mandatario Nacional y se creyó un Rey y un Dios a quien todos le debían rendir pleitesía y no contrariarle en nada de sus apetencias personales y políticas, hasta el punto de no respetar su investidura presidencial al insultar obscenamente a sus detractores políticos externos e internos.

Hugo Chávez usó a los pobres para cometer sus atrocidades políticas contra sus opositores. En nombre de ellos expropió, confiscó y enajenó propiedades que en otrora eran productivas y coadyuvantes de la bonanza económica habida en Venezuela en los 70, 80 y principio de los 90 y hoy están improductivas, al tiempo que muestran claramente el daño hecho al país y a todos sus habitantes, cuya solución ante tan horrible crisis ha sido huir hacia otros países de la región u otros continentes para salvaguardar su vida de la muerte que produce el hambre y las enfermedades, hasta el punto de que funcionarios de la Acnur han advertido que la migración venezolana es un hecho sin precedentes en la historia de este país y una situación que causa problemas a otras regiones, por cuanto muchos de quienes hoy están en calidad de refugiados en Colombia, Brasil han exportado enfermedades que ya estaban erradicadas.   Esas políticas nefastas propulsadas por el presidente Chávez y continuadas por Nicolás Maduro resultaron en pobreza, miseria, hambre y muerte de venezolanos que hoy fallecen a causa de mengua, enfermedades y desnutrición, entre otros males sembrados por la revolución bolivariana. Sí López Obrador convierte sus promesas en demagogia y populismo a los mexicanos les puede suceder igual que a los venezolanos. El tiempo demostrará si la gestión de López Obrador será otro gobierno pro comunista instaurado en Latinoamérica.

 

 




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