Las políticas públicas dictadas por el presidente Nicolás Maduro son contrarias a las necesidades urgentes del venezolano, pero se apertrechan a las demandas que tenía su mentor político y los Castro de convertir a Venezuela en una patria comunista.   Están desconectadas de la grave crisis económica y social creada por los desatinos políticos y económicos impuestos desde hace 20 años por Hugo Chávez Frías y su persona frente a la presidencia de la República. No solucionan el hambre ni la miseria en la cual hoy se encuentra el 82 por ciento de la población venezolana.  Solo apuntala hacia la consolidación del Socialismo del Siglo XXI o Socialismo a la Cubana,  el cual únicamente promete terminar de destruir   las instancias levantadas y consolidadas desde el 23 de enero de 1958, cuando el general Marcos Pérez Jiménez y sus acólitos abandonaron la dictadura y huyeron a otras naciones cuando entendieron que se les terminó el tiempo para seguir haciendo desafueros, violentar las libertades y los derechos humanos.

Para el presidente Maduro, el crecimiento y la consolidación de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción, CLAP, es un gran  logro de su gobierno, porque su visión política es comunista y muy  estrecha, en la cual no cabe la oferta y la demanda de un mercado bien abastecido, donde los venezolanos puedan comprar según su gusto y presupuesto. En consecuencia, etiqueta hasta el consumo de alimentos de los habitantes de esta nación ya hastiados de los cambios negativos producidos para su vida por los revolucionarios desde que llegaron al poder, por cuanto acabaron con el progreso e impusieron el atraso, la desidia y la violencia para gobernar, así como la mediocridad para ejercer el poder. La estrechez mental de los revolucionarios les hace pensar que los alimentos contenidos en las cajas CLAP y repartidos cada 12 meses a las familias previamente censadas son la panacea para los problemas que ellos crearon con la destrucción del aparato productivo nacional y  acabar con el hambre acumulada de esa gran mayoría de venezolanos que no tiene para enfrentar diariamente la fluctuación de  los   precios de la comida, debido a la hiperinflación presente en  la economía nacional.

El discurso oficialista no es congruente con el sufrir del venezolano que ya no puede comer tres veces al día ni tiene dinero para enviar a sus hijos al colegio, mucho menos para comprarse un par de zapatos para ir a trabajar o un jabón de tocador para ducharse o un champú para lavarse el cabello. Se encuentra  alejado de la cruda  realidad económica y social de unos habitantes que no quieren inmolarse por la revolución socialista que solo les asegura el hambre y una dieta forzada a través de la cual pierden peso descontroladamente  y diezman su salud por la falta de energía y la desnutrición.  Ese verbo oficial se encuentra desgastado. Son 20 años prometiendo la mayor suma de felicidad mediante el Socialismo del Siglo XXI. No obstante, los resultados han sido penurias, calamidades, muertes, sinsabores, carencias, regreso de enfermedades ya erradicadas, como la malaria, la difteria, la poliomielitis. Patologías que enrumban al país al siglo XVIII y muestran fehacientemente que  el Plan de la Patria ni los distintos decretos de Emergencia Económica ni la Asamblea Nacional Constituyente han podido llevar al país hacia la prosperidad que los venezolanos disfrutaban hasta finales de 1999, antes de la llegada de Hugo Chávez al poder.  Y no lo harán, porque  no creen en el progreso ni el desarrollo ni en la abundancia, porque con el progreso, el desarrollo y la  abundancia se origina la independencia humana y, entonces,  no podrían crear dependencia de la gente  con el gobierno ni podrían  manipular ni subyugar a nadie. Y esas estrategias son las usadas para mantenerse en el poder. Un poder que Delcy Rodríguez aclaró que los revolucionarios no entregarán jamás a la oposición y en el cual quieren permanecer porque la implantación del Socialismo del Siglo XXI es la venganza hacia quienes  asesinaron a su padre, sin considerar que quizá tuvo ese destino por su participación en el secuestro de Williams Nihouse.

Celebran los 20 años de revolución como si sus logros fuesen resultados positivos de gestión. No entienden que han convertido a Venezuela en un despojo y que ni siguiera PDVSA ya es la empresa de gran prestancia internacional, porque la corrupción en las paredes de su administración la convirtió  en una  simple chatarra roja abandonada por la mayoría de sus trabajadores que meses antes avizoraron su quiebre y decidieron huir a otras latitudes en busca de mejores oportunidades.

Ese eslogan de que ahora PDVSA es de todos fue una falacia y el gancho propagandístico para politizar la institución petrolera y poder  acometer el populismo y la demagogia con facilidad, sin importar que esa política malsana solo serviría para acabar con un emporio empresarial que por años dio frutos en abundancia para alimentar y mantener a millones de venezolanos viviendo con una alta calidad de vida. Y no es precisamente a quienes laboraban en la institución, sino a todos los habitantes de esta nación que consumían, sin el sacrificio que hoy representa, proteínas, granos, lácteos, cereales, hortalizas, frutas y demás alimentos constitutivos de la dieta balanceada requeridos para vivir y lograr una longevidad sana. Con la revolución bolivariana, esa posibilidad se perdió.  Ahora ni siguiera se le garantiza a los neonatos  ni a los niños la vida, pues muchos han fallecido por desnutrición severa, sin embargo,  quienes están en el poder no se inmutan ni se les arruga el corazón, porque su meta es imponer a cuesta de lo que sea el Socialismo del Siglo XXI.

Han demostrado que no les importa conservar la vida de nadie. Menos la de los ancianos, aunque son ellos, al igual que los infantes y los niños la población más vulnerable frente al hambre, la pobreza, la miseria, la escasez de alimentos y la falta de la moneda en efectivo. Por eso, la caja CLAP sigue siendo la respuesta del gobierno ante la escasez y el alto costo de la canasta alimentaria, además de los bonos soberanos para las mujeres embarazadas, siempre y cuando posea el carnet de la patria. Políticas sociales populistas y efectistas que no atacan de forma estructural el problema del hambre, pobreza y miseria, porque no les interesa, pues su gran logro es haber destruido la autoestima del venezolano con el hambre la pobreza y la miseria, pues de esa manera se enajena y adoctrina más fácilmente.

Todo hambriento y desnutrido es presa fácil de la manipulación y coerción política, porque el hambre no los deja pensar ni descubrir el trasfondo de las políticas gubernamentales.  Por eso, el propósito es seguir destruyendo las pocas instancias que quedan levantadas. Con dos fines, convertir todo en cenizas e imponer con facilidad el modelo castro comunista denominado Socialismo del Siglo XXI a través de la nada y  promover más migraciones de venezolanos hacia otras tierras, en aras de apoderarse mental, física, psicológica y materialmente de todo aquel que decida seguir habitando en la Venezuela donde nació y que actualmente es un cadáver que prontamente resucitará y será mejor que la Venezuela ultrajada y destruida con alevosía.

 




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