¡Gran ignorancia, escasa inteligencia! ¡Pero podemos decirlo al contrario!

Ambas expresiones cambian su accionar cognitivo y efectos potenciales cerebrales. Y es poderoso el sentido que adquiere el significado del texto original. En este sentido, fue genial una expresión de la escritora francesa George Sand (1804-1876), cuando consideró que “la inteligencia busca, pero quien encuentra es el corazón”.

¡Y esto parece ser así de cierto, en muchos casos, cuando hay quienes creen más que la inteligencia nos ha sido concedida para dudar! En la práctica, dicen algunos, sólo son problemas que la inteligencia puede resolver. A John Fitzgerald Kennedy (USA, 1917-1963), se le dice autor de una definición sobre la inteligencia, que se mueve entre lo pragmático y utilitario: “un hombre inteligente es aquel que sabe ser tan inteligente, como para contratar gente más inteligente que él”.

En la dureza de una vida intensa, llena de trampas, retos y amenazas, muchas veces la ignorancia consigue imponerse, tácticamente, como poder dominante, y termina como fuerza presencial (poder de presencia), ¡y hablando por los demás! ¿Será este el caso de aquellos siniestros “expresivos”, que “hablan hasta por los codos”, pero que en nada convencen? ¿Serían solamente un “mal” menor?

Ante esta situación alarmante, llega la oportunidad para que la inteligencia auténtica haga una oportuna movilización de silencio; que se retire hábilmente, que dé la vuelta y gire sobre sí misma, y que cambie de rumbo equivocado, mientras pasa el indeseable descalabro del mal hablar.

Así ocurre, periódicamente: ¡es la lucha entre la cultura y el oprobio! Es el momento para que la inteligencia se tome su tiempo, se fortalezca con mayores recursos, a la espera de escenarios más valiosos, más productivos, e instantes más gratificantes… ¿Cómo quedarían, entonces, los tiempos de ahora, recargados por los narcisistas excéntricos y los advenedizos de todo momento y lugar?

La inteligencia auténtica está relacionada con la eficiencia, con la madurez de las personas, de las sociedades y las instituciones. Este es uno de esos temas que se aparecen en todas partes, de los que muchos hablan; y que tanto gustan, particularmente, a los ignorantes. Hasta el refranero popular y callejero opina, y se mete con la inteligencia, como cuando nos advierte que “más vale maña (¡falsa inteligencia!), que fuerza (violencia)”.

Hay quienes limitan la inteligencia a la mera capacidad para solucionar problemas; y eso está “apenas” bien. Con esa visión quedamos medianamente de acuerdo, pero es sólo parte utilitaria y provisional de una realidad (y tiempo), más complejos, más esperados por las sociedades que entran al año 2021, en tiempo de pandemias.

!Sobre la inteligencia conocemos largos escritos y repetidas opiniones de pasatiempo!

Pero, igualmente, debemos reconocer que mostrar emotividad, argumentar mucho y hablar en abundancia, no es una demostración de inteligencia. Es en los instantes de no saber qué hacer, ni cómo proceder, cuando con prudencia, acude la inteligencia auténtica al rescate, y nos ilustra con sus sabias propuestas…

¡Apartémonos de las ignorancias neo populista y oportunista; de la torpeza hiper derechista, y de la “nueva” izquierda acomodaticia; frenemos la soberbia arrogante de la contra inteligencia efectista! Atendamos a la inteligencia, ¡la inteligencia que es, que suena, y que se siente auténtica; la que puede ayudarnos! Algunas acciones agresivas ya nos advierten, y ya han advertido a otros pueblos.

¡Cuando los brutos gritan, la inteligencia guarde silencio!




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