Luis Alejandro Borrero | @LABC7
La Batalla de Carabobo no fue la última que se libró en Venezuela para disolver la presencia del imperio español. Se dice mucho que sí. Pero Ysrrael Camero apunta que luego vino la batalla naval del Lago de Maracaibo, en 1823. Sobre el campo de Carabobo se ha construído una especie de hito. Su significado ha sido enarbolado como una mitología y épica del cierre de la independencia. El historiador, profesor de la Universidad Central de Venezuela con una maestría en Tarragona, España, apunta a que factores historiográficos y de estrategia hicieron de Carabobo un campo inmortal.
Era estratégicamente clave. La batalla de Carabobo, librada el 24 de junio de 1821, abrió el paso para que las fuerzas patriotas llegaran hasta Caracas. Que se tratara de una gesta en el centro del país le dio mucha más relevancia, dice Camero. Caracas era la joya de la corona y Carabobo permitió llegar a ella. Pero luego vino un proceso que duró más tiempo. Allí se dieron arrestos de oficiales realistas y rendiciones en masa. “Al final, siempre terminaba siendo clave el control sobre la capital”.
Pero Carabobo no fue un hecho absolutamente militar. Camero alerta que no debe verse la batalla en el llamado campo sagrado como una gesta de armas solamente. La construcción de una idea republicana, que terminó desembocando la guerra, tuvo una altísima influencia de lo civil. Pero se trató de convertir la independencia en un gesto militar, describe el profesor.
Como una especie de obsequio de los cuarteles, por el cual los civiles debían guardar respeto y someterse a los uniformados. “Evidentemente el gesto bélico de la independencia fue importante, pero eso no puede opacar la historia civil detrás: la emergencia de la ciudadanía, modernidad”. Si ese fuese el caso, el 5 de julio de 1811 tuvo más relevancia para la historia de Venezuela. Fue la firma, en un acto mayormente civil, de la independencia. No significa que la historia de Venezuela está condenada a lo militar. “La historia no es una condena”.
Pero es innegable que la influencia fue notoria. Los gobiernos militaristas del siglo XIX tuvieron una gran ascendencia de lo que fue la etapa bélica. Era, de nuevo, la idea de que los civiles le debían a los militares el orden, el avance y progreso. Por eso ellos merecían gobernar. Es una época que Camero define como el caudillismo del siglo antepasado. “La política estaba vinculada con el hecho de la guerra”. Se mezclaron las características civiles y militares en los líderes. Los caudillos juntaban ambas características y eso los convirtió en la figura central del siglo XIX.
Los anacronismos son peligrosos. En 2016 no debe pensarse que los ancestros de Carabobo están hablándole a la gente ahora. Lo importante de la época de independencia es que hubo la construcción por años de un proyecto civil, republicano absolutamente, resalta el historiador. Eso llevó mucho esfuerzo.
La gran moraleja es que las repúblicas no se construyen en un día. Buscar respuestas a la coyuntura del país actual en la gesta independentista sería probablemente encontrar las respuestas equivocadas. “La construcción republicana, de una ciudadanía, no es algo que se declara un día y al siguiente es”. En Venezuela todavía se lucha por la ciudadanía. La mentalidad democrática coexiste con las mentalidades del autoritarismo incluso monárquico. Eso viene desde el siglo XIX y es una lucha que Camero prevé que continuará, más allá de la actual crisis política.