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“Fue la televisión la que salvó al Presidente del golpe de Chávez”. Así comenzó a escribir aquel capitán retirado de la Aviación. Tenía que dejar su historia para sus hijos, pues le habían involucrado en el golpe injustamente. Todo lo que hizo fue intentar advertir al propio mandatario de lo que iba a pasar. El coronel al mando de su unidad lo envió a un calabozo cuando trató de acercarse a Carlos Andrés en los actos de enero, antes de que se fuera a Davos. Estaba preso por insubordinación al producirse la asonada, y aun así el coronel, lo acusó de ser parte de los alzados. “O te vas de retiro voluntario por salud o algo parecido, o te llevo al Consejo de Guerra”. Tuvo que ceder, por su esposa y su pequeño hijo, para no dejarlos en la calle. Ahora estaba en Bogotá, tratando de conseguir trabajo. Haciendo exámenes, podría ser piloto comercial. Pero por encima de todo, estaba decidido a escribir su experiencia. Volvió al papel y prosiguió.

“La verdad es que en el ejército y la aviación sí se sabía lo del alzamiento. Se corría que había una logia bolivariana, pero casi parecía una leyenda de tanto rumor y nada de acción. Cuando el teniente que le servía de ayudante comentó el chisme, lo miro con sorna. Pero luego en una reunión familiar salió otra vez la conversación y el bendito golpe. Era verdad y nadie parecía creer en eso. Días antes del viaje de CAP, en la Academia Militar conocían del plan. El yerno del Director de la Academia, un capitán del ejército, contó todo a su novia y luego al general. El director tenía que decirle de inmediato al general Ochoa Antich, pero no se la llevaba bien con él. Acudió entonces a su amigo el comandante del Ejército, el general Rangel Rojas. Ellos trataron de parar la cosa, pero no pudieron. También estaba el jefe de la Dirección de Inteligencia Militar. Ese también sabía algo, y si hubiera hablado con el comandante del ejército, seguro Carlos Andrés no hubiera viajado a Davos. Pero no dijo nada por celo profesional, para no compartir información con sus colegas que no lo veían bien. Tarde ya, con el Presidente en Suiza, fue cuando la DIM advirtió al jefe de la Guardia Presidencial.

“Carlos Andrés regresó el 3 de febrero por Maiquetía, donde lo esperaba el ministro de la Defensa. Le extrañó eso, pues no estaba previsto que lo recibiera. Subieron en la caravana y, cuando iban llegando a Caracas, el general le dijo que se había corrido el rumor de que no lo dejarían aterrizar. A preguntas dijo que era sólo un rumor, y el Presidente dijo que a las ocho de la mañana hablarían de eso. Se fue a La Casona. Una hora después el propio ministro lo llamaba de urgencia. Si era verdad lo del golpe. CAP se puso el mismo flux que traía desde Davos y se fue a Miraflores. No encontró al comandante de la Guardia Presidencial. Al rato, se oyeron tiros y explosiones. Por la ventana vio como uno de lo tanques intentaba derribar un portón. Dicen que apenas se retiraba de la ventana cuando un disparo quebró el vidrio. De Miraflores salió subrepticiamente en un pequeño carro que tomó por las Fuerzas Armadas y la Cota Mil hasta llegar a Venevisión.

“En el canal se quedaron con la boca abierta al ver al Presidente, sin escolta, sin carros ni nada. Pidió un estudio para dirigirse al país. Se enfrentó con firmeza a la cámara y le habló al pueblo. Denunció el alzamiento y exigió que se rindieran. Que los golpistas intentaron tomar Miraflores y La Casona, pero no pudieron. Sabía bien que llegar a todos los venezolanos por la televisión, era una muestra de que el golpe fracasaba, que él seguía siendo el Presidente. Ese día lanzó tres discursos, el último a las seis de la mañana. La frase que terminó por aclarar la situación fue leída con tranquilidad, pero con fuerza: “El grupo de militares que violó su juramento y la Constitución  está ya detenido”.




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