El costo de un servicio básico es de 500 bolívares. (Foto Archivo/El Carabobeño)

Dayrí Blanco

Hace unos cuantos años la fórmula era sencilla, se reducía a unos simples pasos. Necesitar un producto, salir a comprarlo y pagar por él. Pero a la sociedad actual le ha tocado diferente. El desabastecimiento y la escasez marcan la pauta a los consumidores. Las colas han ganado protagonismo, se han vuelto en la única opción de compra y en desmejoramiento de la calidad de vida. Dos, cuatro y hasta seis horas se deben invertir por un kilo de leche o un par de cauchos. A veces se debe sacrificar incluso la noche para garantizar la compra. Y entre esta necesidad común de la ciudadanía existen quienes han aprovechado la oportunidad de comercializar el tiempo de las personas, cobrando por un cupo en las colas.

No tienen un lugar fijo de trabajo. Eso depende del cliente. Pero siempre están ahí. Anónimos. Entre las demás personas que hacen largas filas para adquirir algún producto o servicio. Se confunden con uno más entre los cientos de consumidores que a toda hora se ve en las afueras de los establecimientos en busca de artículos cuya etiqueta social más visible es la escasez. Hasta en las puertas de bancos y notarías se les puede ver.

Dinero fácil

Son trabajadores de Colas sin colas, una empresa que nació de lo que el sociólogo Luis Enrique Vizcaya define como una mercantilización del tiempo y el espacio. Para él se ha producido un desmoronamiento moral del país que abarca todos los sectores, no solo a los funcionarios y empleados del área pública, sino que involucra hasta los ciudadanos más humildes que han sido poseídos por ese afán de hacer dinero a toda costa de manera fácil.

Son más de 600 hombres y mujeres en todo el país que llegan a casa al final del día con dinero en sus bolsillos. Lo obtienen tras la asignación que les dan desde San Cristóbal, ciudad donde se fundó esta empresa. La dinámica es sencilla. El cliente llama, solicita el servicio, y una de las operadoras se encarga de contactar a quien hará la cola. El pago debe hacerse 24 horas antes para garantizar que no se trata de una falsa llamada. Cuando restan 10 personas en la fila, el cliente es avisado y debe llegar para hacerse el relevo.

Eso deja claro que no hay puestos de empleo formal en Venezuela. El Instituto Nacional de Estadísticas ha manifestado en reiteradas oportunidades que se ha incrementado el empleo, pero en sus cuentas incluyen al comercio informal, según explicó Roberto León Parilli, presidente de la Alianza Nacional de Usuarios y Consumidores (Anauco), quien enfatizó que el problema de las colas debe ser resuelto por el Estado, no por un grupo de personas que se dedica a aprovecharse de la necesidad del consumidor.

Tráfico del tiempo

Los precios varían según diferentes factores. El metraje de cola, por cada cien personas en el sitio la tarifa va aumentando; el tiempo aproximado de espera también es importante y se calcula en base a la experiencia; y si el trabajo se hace en fecha de quincena el precio incrementa más.

El costo de un servicio básico en una farmacia, supermercado, pago de facturas y compra de gas, es de 500 bolívares. Esta cifra puede variar de acuerdo a los elementos ya detallados. Los trabajos que incluyen pernocta, como las colas para comprar baterías y cauchos, que ameritan estar en el sitio desde las 5:00 p.m. hasta las 9:00 a.m. del día siguiente, son cobrados en un millón 500 mil. Hay colas engorrosas como las que se hacen para pagar los tributos al Seniat o para sacar documentos en alguna extranjería o registro, y otras de más de dos cuadras que cuestan 750 bolívares. El servicio de mayor demanda es el de pensionados en los bancos.

Para Vizcaya, quien facilita y permite que exista esta “extensión y generalización del delito en la sociedad” es el Estado bajo su ideología populista, de permitir que el pueblo haga lo que quiera. Pero lo que está de fondo y debe encender las alarmas es que los venezolanos están dispuestos a traficar con todo, con el tiempo, el espacio y con la vida de la persona que está llena de carestías como consecuencia de una mala política implementada.

El negocio de la necesidad nacional

La necesidad es la materia prima de esta empresa que nació hace tres meses, tras la experiencia de Silvestre Jaimes, fundador de Colas sin colas. Él perdió sus documentos y tuvo que enfrentarse a la realidad del país, que obliga a sus habitantes a permanecer horas en una fila para gestionar cualquier trámite. Ya tiene su representación en diferentes zonas del país. En cada estado cuenta con 30 personas, y en Caracas tiene 170. La mayoría son desempleados. Abogados sin puesto de empleo fijo, estudiantes, amas de casa, y jóvenes que trabajan en otro lugar mediodía.

También tienen 10 impulsores por región, que se encargan de promocionar el negocio. Después de Táchira los primeros que se unieron fueron clientes de Carabobo, Aragua y Caracas, seguidos de Lara, Zulia y Mérida. En la actualidad están prácticamente en todo el país.

Quienes optan por usar los servios de Colas sin colas sacan sus cuentas. Prefieren pagar mil 500 por el cupo en una fila con pernocta para comprar una batería que en un agente autorizado cuesta mil 200, para desembolsillar así un total de dos mil 700. Cifra considerablemente menor a los seis mil bolívares que cuesta una batería revendida. Pero hay personas que se niegan a la posibilidad de pagar por eso. Wilmer Gaviria dijo que no contribuiría con ese tipo de negocio que para él es irregular y una manera de apoyar el desempleo.




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