El lunes esperaron durante horas por leche en la Candelaria. (Foto José Alberto Ochoa)

Ana Rodríguez Brazón || arodriguez@el-carabobeno.com

Hacer una cola por largas horas no es para todos. Aunque no tienen pruebas en las manos, consumidores se quejan de no poder comprar en los principales mercados por la cantidad de revendedores que se agrupan para llevarse el máximo permitido de alimentos.

Varias veces por semana, los revendedores pasan más de ocho horas aguardando por los pocos productos que llegan a las cadenas como Bicentenario o Makro. Aunque es consecuencia de la escasez agudizada en los últimos meses, estos han puesto el juego a su favor y han convertido en un negocio la dificultad del ciudadano común de comprar los alimentos.

Hay quienes deciden adquirir el producto a través de un vecino que desde hace poco se dedica a la reventa. Cuando Margarita Rodríguez no consigue harina de maíz, prefiere pagarle 50 bolívares a un vecino que sí estuvo en la cola. “No tengo tiempo para pasar todo un día en un mercado. Hago el esfuerzo y pago de más”.

Ser revendedor parece que se ha vuelto una moda, y aunque el Gobierno nacional se comprometió a fiscalizar las ventas y evitar que la economía informal venda alimentos, por las calles, especialmente las del sur de Valencia, abundan los puestos con mantequilla, leche, mayonesa e incluso con artículos de higiene personal.

Los que se dedican a esta práctica corren y se desvelan por hacer la cola, incluso llegan a golpearse por conseguir lo deseado. Un usuario que trabaje normalmente ocho horas o tenga un trabajo estable, difícilmente irá a un supermercado desde las 4 am para pelearse por un pollo.

Carmen Romero, compradora, se quejó que incluso en los abastos pequeños los revendedores hacen de las suyas. “A penas se enteran que llegó algo aparecen de la nada con familiares y amigos. Cuando uno llega a buscar, ya no hay”.

La rutina de Romero ha cambiado. Como casi nunca encuentra nada en los supermercados, ha optado por sustituir la harina o comprar pollo cuando lo consiga. “No critico que los revendedores quieran hacer un negocio, el problema es que no nos dejan comprar”.

Mientras el negocio prospere, las largas colas seguirán en el norte, sur, este y oeste de la ciudad. Algunos establecimientos han optado por incorporar a la policía para mantener la calma, como el pasado lunes en el Mercado Popular de la Candelaria, donde cuatro uniformados de la Policía de Carabobo custodiaban el recinto con la ayuda de dos vigilantes y algunos piquetes. Desde muy temprano madres con niños, adultos mayores y demás personas aguardaban por dos bolsas de leche en polvo.




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