“Procrastinar supone relativizar el pensamiento duro y abstracto de las realidades concretas, necesarias e impostergables para resolver.” Prof. Carlos Ñañez

La búsqueda de un país mejor no puede llevarnos a creer que el fin justifica la pérdida de la dignidad por el temor de una posible exclusión ante un futuro que ya muchos avizoran como seguro. Muchos ya pronostican: – Algo bueno está pasando, pues los gringos han venido muy seguido y hasta se habla de que se reabrirá la Embajada. Lo de la Chevrón es seguro, pues lo de Ucrania va para largo… –

Llegamos a pensar que el bueno de Confucio ha sido mal interpretado cuando sentenció: “Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, entonces estás peor que antes”.

Pero nos viene a la mente el término Procrastinar, que si bien aparece por allá en el siglo XVI, no será hasta el año 1989 cuando lograse ser registrado en el Diccionario de la Real Academia, con el significado de aplazar, diferir. La palabra deriva del latín procrastināre. Su significado es postergar. Pero va más allá, porque también proviene del griego antiguo akrasia, que significa hacer algo en contra del mejor juicio que se pueda tener.

Pero es que nadie, en su sano juicio, pone en duda que se hace impostergable contar con un gobierno que respete a sus ciudadanos y su Constitución, que sin necesidad de recurrir a la demagogia, al populismo dadivoso ni la oferta mentirosa, satisfaga las aspiraciones de la ciudadanía, permitiéndole vivir en armonía, con seguridad, con justicia, libertad, con trabajo y bienestar, lo que se traduce en independencia, tolerancia, progreso, paz y futuro para su nación.

Ningún ciudadano sensato dudaría que resulta una prioridad impostergable devolverles un futuro seguro a los estudiantes y a la juventud en general, a quienes les ha sido expropiado.

Como tampoco se puede tener una actitud procrastinante ni aplazar la lucha por lograr un país sin violencia de ningún tipo, un país sin opresiones ni discriminaciones; un país unido, competidor, donde más que derecha o izquierda, haya prosperidad; un país sin marginados y sin niños de la calle; un país donde no se persigan las personas por expresar sus ideas, por sus legítimas opciones o por reclamar sus derechos; un país sin desterrados y sin exilio político; un país sin la perversa corrupción que lleva al despeñadero proyectos sociales que nunca se cumplen.

En tiempos de crisis, de incertidumbre política, de angustias económicas y de abatimiento moral es cuando más pertinente y necesario resultan tanto la reflexión y el análisis, como la decidida participación, pues es tan importante no renunciar a la conciencia como no renunciar al porvenir.

Tenemos derecho no tan sólo replantearnos un país totalmente diferente a esto que nos va quedando como tal, o tal vez más que un derecho, se trata de un ineludible deber para con nuestros hijos, el hacer lo que esté a nuestro alcance para lograrlo. Para algunas personas lograr un cambio en el país actual es, sino imposible, un esfuerzo en vano, una pérdida de tiempo; sin embargo si reflexionamos un poco, podemos ver que esto no tiene por qué ser así, aunque sí conlleva un tiempo indefinido lograr cambios, si se puede…

No es cierto que todo está perdido o que todo debería ser arrastrado por el enorme potencial de buena voluntad, creatividad, capacidad, solidaridad y anhelo por un mejor entorno humano. Todo lo contrario: nuestro país tiene un potencial, darle más espacio y confianza. Esta es una tarea de los verdaderos demócratas comprometidos con el porvenir.

Esa procrastinación ante Maduro y sus secuaces seguirá erosionando en nuestro país imprescindibles elementos de la sociedad: el acceso a alimentos, medicamentos, combustible, electricidad estable y agua potable continuarán desvaneciéndose bajo el régimen ilegítimo.

Así las cosas, basta de procrastinar con ese pensamiento mágico que pasará algo positivo sin el avance en la unidad social de todos: partidos políticos, movimientos sociales, organizaciones comunitarias, sindicales, gremiales, estudiantiles, de derechos humanos, juveniles, culturales y religiosas en torno a un solo objetivo: sacar a nuestra Nación de este lamentable marasmo, pero generando la confianza, factor imprescindible para lograr tan ansiado objetivo.

Manuel Barreto Hernaiz




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