Un mito falso, pero extendido, afirma que usamos solamente el 10% de nuestro cerebro. Esta creencia parece estar fundada en la motivación humana hacia el poder, y el deseo humano de más conocimientos y mejoramiento: Al considerarnos limitados en nuestra configuración cerebral actual, es razonable que experimentemos la tendencia (inconsciente) de desear más cerebro (en acción) que el que, en un supuesto, tenemos en funcionamiento en la actualidad. El falso mito del 10% lo cree la mayoría de las personas con preparación educativa media en el mundo. Hoy, con la neurofisiología y los escáneres cerebrales, los científicos saben que la totalidad del cerebro es necesaria para su funcionamiento normal, tal como lo demuestran las consecuencias de los derrames o daños cerebrales, que dejan huellas neurológicas limitadas con síntomas observables, en pequeñas o amplias partes del cerebro.
en los momentos de intensa actividad, el cerebro humano parece una impresionante red de millones de lazos intercomunicados
Los análisis de imágenes cerebrales, logradas mediante el uso de escáneres, muestran que cualquier actividad mental compleja utiliza muchas áreas del cerebro, y muchas más, según pasen horas de actividad, al punto de que en los momentos de intensa actividad, el cerebro humano parece una impresionante red de millones de lazos intercomunicados. En el cerebro todo sector es crucial para vivir, al máximo, una vida cotidiana. Esto se comprueba cuando sufrimos algún impacto devastador, que afectase incluso muy pequeñas áreas. Sin embargo, tenemos algunas “reservas” potenciales en el cerebro, que suplen funciones dañadas. Estas reservas puede ser que no se activen de inmediato, recién sufrido algún daño en un sector. Hay frecuentes casos de reactivaciones que podemos ver aparecer gradualmente, hasta los instantes en que se logra una funcionalidad de sustitución parcial o total de funciones, que se habían perdido. !Esta funcionalidad del cerebro es impresionante! Estudios con autopsias de ancianos encontraron que se mantuvieron mentalmente activos al estimular sus cerebros con actividades retadoras de tipo analíticas, como lecturas, dibujos y juegos, que desarrollan en el cerebro más reservas, y mantienen más áreas activas por más tiempo. Esto sugiere que la función mental se encarga de un patrón funcional y dinámico de la conducta que podríamos denominar: «úselo o piérdalo» (“tómelo” o “déjelo”). Para entendernos mejor, pensemos en la vieja afirmación que dice: “Órgano que no se ejercita, se atrofia”.
Todos tenemos recuerdos vivos de dramáticos acontecimientos, como estar en un accidente de automóvil, o lo que hacíamos cuando fuimos asaltados para robarnos, muchos años atrás. Pero mientras las imágenes de esos recuerdos pueden sentirse precisas, y ricas en detalles, los estudios muestran que esas imágenes pueden ser sorprendentemente inexactas. No hay culpa “intencional” de nuestro cerebro. Todo se debe a que nuestra actividad mental, que es dinámica, y los recuerdos emparejados con los sentimientos, que son cambiantes, remozan y alteran gradualmente la forma inicial de acontecimientos pasados; así nuestra mente puede jugar “trucos” contra nosotros. Por eso mismo al revisar las maravillas que nos ofrece nuestro cerebro, recordemos que sólo la inteligencia (que la produce el cerebro) puede examinarse a sí misma. ¡Intentémoslo!
Aun con todo el optimismo y la proactividad que pongamos en nuestro maravilloso cerebro, la agilidad mental comienza a estabilizarse a la mitad de la década de los veinte años. Luego, a fines de la misma década, el aprendizaje disminuye en velocidad, y el reservorio creciente de memoria viene a nuestra ayuda. Sin embargo, algunas habilidades mentales mejoran mucho con la edad. Las personas mayores tienen vocabularios más grandes y ricos, toman mejores decisiones, manejan inteligencia analítica y las habilidades sociales. En los años cincuenta, el cerebro humano maduro está en uno de sus mejores momentos; destaca sobre el cerebro de los jóvenes, al recordar imágenes y frases que evocan emociones positivas y sentimientos intensos. Esto explica por qué en las encuestas se muestra que, promediando, las personas mayores presentan más patrones estables de felicidad. Pero, sólo el cerebro puede autorizar que nos sintamos, o no, felices…