Las instituciones educativas  cumplen en la sociedad el propósito de organizar la producción y reproducción de las prácticas humanas así como los productos asociados a ellas (ej.: ideológicos, artísticos, científicos, tecnológicos, servicio, etc.); es decir, han sido diseñadas para preservar, pero -sobre todo- para transformar la cultura de manera planificada y ordenada.

En estas instituciones, como en todo ámbito de actividad humana, aquellos individuos capaces de resolver problemas planteados en su ámbito productivo determinan estratégicamente la manera cómo las nuevas generaciones deben desarrollar capacidades similares. La puesta en marcha de dichas estrategias constituye lo que se conoce como “proceso educativo“. Una manera en que los profesionales de esta área del conocimiento contribuyen al éxito de los propósitos educativos que la sociedad plantea consiste en generar evidencia acerca de los factores que concursan críticamente para que el comportamiento de una persona transite primero del ejercicio de inicio hacia el cumplimiento de los criterios correspondientes a cada disciplina que se enseña y, finalmente, hacia el comportamiento que permite su transformación: el comportamiento creativo.

La identificación de tales factores implica, por lo tanto, claridad acerca del desarrollo psicológico de los individuos así como un tratamiento acerca del comportamiento que permite resolver y generar problemas que sea coherente con la noción de desarrollo planteada.

Esta labor es complicada al reconocer que -en psicología- los diferentes modos en que se ha abordado el tema de la creatividad se encuentran conceptualmente alejadas -y a veces disociadas- de los modelos sobre el desarrollo psicológico que les corresponderían. Esta falta de correspondencia se debe -en gran medida- a la falta de consenso acerca del uso que se hace de la expresión “creatividad”. En la actualidad, las concepciones de la creatividad se encuentran enmarcadas en las diferentes posiciones psicológicas, sin que exista un tratamiento sistemático de dicho concepto; lo que se observa es una gran cantidad de caracterizaciones difíciles de organizar.

En una clasificación más reciente, se organizaron las diferentes concepciones sobre creatividad en función del tipo de factores considerados para su caracterización. Desde tal enfoque, se encontró con definiciones que asumen la creatividad como: 1.- Consecuencia de condiciones socio–históricas idóneas para el desenvolvimiento del individuo creador, que orienta la investigación hacia el análisis de dichas condiciones y responsabiliza a los factores sociales y no al individuo, la ocurrencia de la creatividad; 2.- Resultado de la herencia y cambios en la historia filogenética; bajo esta lógica, la creatividad -entendida como “facultad“- cobraría un matiz biológico ya que se asumiría que tal facultad no es susceptible de adquirirse durante el curso de la vida, antes bien: se hereda y, por ende, el abordaje empírico de la creatividad se reduce a la generación de instrumentos (por ejemplo: pruebas psicométricas) que permitan identificar a los individuos que poseen creatividad, lo cual -por supuesto- conduce a un modo de actuar fatalista y de selección social; 3.- Manifestación de un aparato psíquico interno de misterioso funcionamiento que se explica recurriendo al modelo médico y al termodinámico. Éste es el carácter mismo que, de la creatividad, se proporciona en el discurso psicoanalítico con Freud y Jung como principales figuras, para quienes la creatividad es una manifestación del encauzamiento de la energía que circula por el aparato intrapsíquico y desemboca en productos estimados socialmente de valor positivo; 4.- Expresión del correlato entre un mundo mental interno y el mundo corporal externo, correlato que ha sido posible a partir de la postulación de modelos del intelecto humano que comprende una gran cantidad de factores responsables de diversas actuaciones. En ese sentido, todo acto tiene su correspondiente entidad causal que lo genera. En el caso particular de la creatividad, las expresiones que le corresponden son el pensamiento creador, la innovación en el hacer, el acto creativo, la fantasía o imaginación, entre otros; 5.- Tipo de actividad que se ubica en un extremo del continuo entre las relaciones sociales y las relaciones individuales, y en cuyo desenvolvimiento la direccionalidad es importante, va de lo social a lo individual. Por ello, el acto creador no es más que un tipo de actividad que resume la alta organización social expresada en el individuo; y 6.- Mutación o accidente entre las condiciones medio–ambientales y la actividad del organismo.

A partir de las anteriores caracterizaciones es posible hacer las siguientes observaciones: 1. No existe consenso sobre la creatividad debido -en gran parte- a la poca claridad conceptual con la que se conducen los teóricos, que ha transportado a considerar a un sustantivo - “creatividad”- como una sustancia.; 2. Vinculado a la falta de consenso conceptual sobre la creatividad, se encuentra la incongruencia entre lo conceptualmente sostenido y la metodología empleada para su estudio. Esto ocurre como consecuencia de la falta de una definición operacional para elaborar instrumentos de medición; 3. Aparecen la dimensión individual y la social como planos en los que tiene lugar la creatividad, en ocasiones en armonía, en otras contrapuestos, pero la invariante es el reduccionismo analítico de lo creativo; 4. Las posiciones teóricas que han dominado el estudio de la creatividad asumen un carácter organocentrista; es decir: mayoritariamente, se reconoce que la creatividad es una cualidad, característica o facultad inherente al individuo no distribuida de manera homogénea, de la que los actos creativos son sólo el producto; 5. La asunción de la creatividad como algo interno al individuo y como entidad causal enfrenta el problema de analizar indirectamente la creatividad, pero -sobre todo-, encierra una tautología lógica difícil de sortear: “se posee creatividad si hay productos creativos” y “hay productos creativos porque hay creatividad”; y 6. Dada la falta de limpieza teórica y metodológica en el campo de la creatividad, la selección y manipulación de los factores responsables de la creatividad obedecen a criterios fortuitos, lo que ha impedido una organización sistemática de teorías y datos obtenidos en el estudio de la creatividad.

Finalmente, ante este embrollo difícil de desenredar y de hacer entender -una galimatías (gali: oscuro; matheia: manera de enseñar)- el equipo humano de Gerencia en Acción (un tipo especial de “institución de enseñanza”) con la intención de provocar el autoaprendizaje, deja la conclusión de lo que es “creatividad” al efecto de la chispa perspicaz del ingenio de quien está leyendo este texto, lo cual le llevará a percibir la manifestación creativa resultante de la capacidad específica que tiene su intelecto para ¡crear!.

 

 

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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Creatividad

Chichí Páez
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