En estos días tuve oportunidad de asistir a dos foros virtuales sobre la nacionalización petrolera en Venezuela. Se transmitieron a través de la plataforma del IESA y como panelistas estuvieron Pedro Benítez, Francisco Monaldi, Luis Pacheco, Juan Szabo y Ricardo Villasmil: un grupo de profesionales preparados, con sólidos conocimientos sobre el negocio petrolero, la economía y la historia del país, que quedaron muy a la altura de las expectativas. El tema y los expositores hicieron que valiera la pena pegarse a la pantalla por las dos horas que duró cada evento.

Los foros se diseñaron alrededor de sendas preguntas relacionadas con el traspaso al Estado de la industria de los hidrocarburos y su posterior desempeño en manos de empresas, gerentes y técnicos locales. La primera interrogante que se planteó fue si la nacionalización había sido inevitable, y la respuesta de los expertos fue un rotundo sí: tanto la ideología dominante en el mundo para el momento de la decisión (estamos hablando de 1975) como las condiciones del mercado petrolero, con precios altos y vendedores empoderados, más la desinversión de las concesionarias desde la década de los 60 –que había resultado en una reducción de las reservas a unos escasos 15 mil millones de barriles- no dejaban muchas dudas. Adicionalmente, el alto componente de profesionales y gerentes venezolanos –me atrevería a decir que más del 90% de los empleados eran nativos- en las subsidiarias de Exxon, Shell, Mobil y el resto de las operadoras que funcionaban en los campos y refinerías del patio hacían suponer que el recurso humano para encargarse de la industria estaba disponible y listo para tomar el mando. En síntesis, el momento era correcto, los recursos existían y la mesa estaba servida. Un no brainer, que diría un musiú del imperio.

La segunda pregunta traía un poco más de piquete, porque hay una conjunción de fechas que podría inclinar a alguna gente a buscar una respuesta fácil sobre hechos que, en la realidad, no tenían relación causal. ¿Fue la nacionalización una de las causas principales -o la causa- de la crisis económica del país que se manifestó con el descenso del PIB per cápita alrededor de 1977 o 1978 y no ha cedido hasta el día de hoy? Por coincidencia, PDVSA y sus filiales comenzaron a operar en 1976, un escaso año antes de que la economía venezolana empezara a llenarse de huecos. Pero basta con ver las cifras de producción, reservas y actividad de la industria petrolera nacional desde sus inicios hasta su prematuro final al inicio del gobierno chavista para darse cuenta de que PDVSA no pudo haber causado el declive económico que muestran todos los indicadores a partir de finales de los 70. Aún con precios bajos y limitaciones de producción por las cuotas OPEP, la trayectoria de PDVSA durante sus 27 años de vida (para mí, la Industria –con mayúscula- falleció en 2003, a la misma edad que tenían Jimi Hendrix, Janis Joplin, Kurt Cobain y Amy Winehouse cuando dejaron este mundo) muestra un dinamismo y un incremento de complejidad y patrimonio que solo pudo haber logrado una empresa muy bien manejada con una gerencia de clase mundial. Quizás PDVSA era el único motor que seguía encendido y le generaba riqueza al Estado mientras el resto del país se enmarañaba en la falta de competitividad, las carencias institucionales, las crisis políticas y los golpes militares.

El temario de los foros se pone un poco más polémico cuando se combinan las dos preguntas con un poco de malicia y algo de aspereza. En retrospectiva, y a pesar de su inevitabilidad, ¿valió la pena la nacionalización? ¿De verdad el país fue capaz de manejar PDVSA? ¿Hubiera pasado algo distinto si se hubieran mantenido las concesiones y se hubiera renovado el negocio con la participación casi exclusiva de las trasnacionales y un régimen fiscal razonable que promoviera la inversión? Para empezar, creo que la nacionalización valió la pena porque formó a decenas de miles de venezolanos en el manejo de organizaciones complejas, de gran tamaño y alcance internacional. Decenas de miles que hoy entregan su sapiencia en los 5 continentes. En cuanto a las otras dos interrogantes, mi respuesta es negativa y mi argumento es el chavismo. La sociedad eligió a Chávez como presidente y le dio el garrote para que acabara con la industria nacional más exitosa de la historia (y hubiera acabado con cualquier otro negocio petrolero, nacional o foráneo). Y ese fue el país –esa mayoría que votó por el chavismo y le dio su apoyo por años- que no supo y no pudo manejar a PDVSA, porque no fue capaz de impedir su destrucción.

 




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