«El peor de los analfabetos es el analfabeto político. El no escucha, no habla, ni participa de los acontecimientos políticos. Él no sabe que el costo de la vida, el precio del maíz, del pescado, de la harina, del alquiler, de los zapatos y de los remedios dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan bruto que se enorgullece inflando el pecho diciendo que odia la política. No sabe el imbécil que de su ignorancia política nacen las prostitutas, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos, que es el político embustero, el corrupto lacayo de los explotadores del pueblo» . Bertolt Brecht.

Resulta urgente hacer al ciudadano participe de sus asuntos cívicos. Es evidente la ruindad del régimen al propiciar conducir nuestro país con artimañas e instrumentos perversos que conllevan al desinterés o a la apatía política. Al tener la atención de la sociedad cada vez más desviada de la política o al punto de enajenación nos lleva a condenar el destino de nuestro propio país.

Para librarnos de algo, casi siempre recurrimos a la expresión «Se tiene que hacer algo mejor», sin caer en el escapismo ni en la dispersión mental. Ahora bien, si realmente nos convencemos que realmente hay algo mejor que hacer, participando cívicamente descubriremos un espacio distinto: el de la profundización de la acción y el de la exigencia en los resultados. Hoy se nos llama a una participación más directa y responsable en todos aquellos ámbitos en los que se pueda edificar un sólido muro de contención al régimen. Para algunos puede que ello signifique descubrir su vocación a la actividad política, sindical o gremial, o en la vida del barrio, de la urbanización o hasta dando clases en el colegio de sus hijos. Grupos, Organizaciones, Consejos Comunales, Asambleas de Ciudadanos, son esas instancias donde los ciudadanos, al participar activamente, se harán responsables de sus opiniones y juicios, propondrán sus ideas y asumirán los compromisos que de sus grupos surjan. Cada uno sabrá qué hacer. Lo que ya no es lícito es quedarse en la acera de enfrente. Pero no es suficiente el qué hacer. Se hace menester plantearse el cómo hacerlo.

Lo hemos dicho en repetidas ocasiones: es sabido que el propósito de la sociedad civil no reside en conquistar el poder, sino influir en la actuación de los actores políticos, con la lógica pretensión de buscar un espacio para las asociaciones cívicas en el cual converjan la paz, el respeto a los derechos humanos, el orden y la solidaridad. El ciudadano responsable no es enemigo de nadie, pero sí un juez muy pendiente de la rendición de cuentas.

Hacer oposición obliga a tener al ciudadano ocupado en pensar el futuro, en organizar a la gente, hoy, ahora, desde ya, para alcanzarlo; en repetir a los jóvenes lo que es la democracia, pues ya tenemos una generación formada en este sistema tan ruin; por ello está prohibido olvidar, no solo a nuestros muertos, sino también a nuestras creencias y convicciones.

El ciudadano que ahora participa con entusiasmo y comprometidamente apoyando que la Primaria sea llevada a buen término, espera que no se descanse en lograr el rescate de nuestra democracia; exige un discurso coherente centrado en problemas sociales con un liderazgo que cada día se consolide más; y demanda más unidad entre los partidos políticos, los movimientos sociales; los gremios; las redes de resistencia y todo grupo que le dé fortaleza al tejido social para que se presenten con solidez tanto las tácticas como las estrategias que en lo adelante deberán conducirnos a lograr ese país que deseamos y merecemos.

Además de valernos de Bertolt Brecht con el epígrafe que inicia la nota de hoy, pues con otra máxima de este gran dramaturgo nos permitimos concluir: “No aceptes lo habitual como cosa natural, porque en tiempo de desorden, de confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer imposible de cambiar.”

Manuel Barreto Hernaiz

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