El señor Maduro sobrevive en el mundo surrealista de la hegemonía roja, donde todo se coloca al revés, lo blanco es negro, lo malo es bueno, y ninguno de los horrores que acontecen en el país, es responsabilidad de los que ya llevan cerca de dos décadas de mando sin contrapesos.

Maduro alega, por ejemplo, que lo de la crisis humanitaria que asola a nuestra nación es una campaña sucia contra Venezuela, porque en los restaurantes del este de Caracas se toman garrafas de whisky… La verdad sea dicha, esas garrafas se las deben tomar los boliplutócratas que depredan el patrimonio nacional, por acción y omisión de Maduro. Porque la abrumadora mayoría de los venezolanos no sólo está sumida en una crisis humanitaria, sino que una gran porción de la población pasa hambre y se nota.

Mucha gente hurga en la basura para buscar comida y pide limosna en las cercanías de los mercados y panaderías. Se aprecia claramente la cantidad de personas que enflaquecen por carecer del mínimo sustento. No, ni siquiera es una crisis humanitaria, sino una catástrofe humanitaria, aunque los boliplutócratas que se benefician del poder, se beban sus garrafas de whisky en los restaurantes más costosos.

Para Maduro y los suyos, al menos de la boca para afuera, ellos están haciendo una obra maravillosa que casi casi está salvando a la humanidad. Tal cinismo no parece tener límites, porque no se trata de una mera insania. Es mucho peor. Alguien que no está en sus cabales, de muchas maneras no es imputable por los desafueros que pueda cometer. Pero los capitostes de la hegemonía son muy cuerdos a la hora de depredar lo que encuentran a su paso. No tienen paz con la miseria. En particular con la miseria de los venezolanos.

Si la economía es un caos, la culpa es de la “guerra económica”. Si no hay comida ni medicinas, la culpa es de las sanciones de Trump. Si los servicios públicos están vueltos leña, es por el sabotaje de la derecha entreguista. Y así hasta el infinito. Eso sí, para la propaganda roja, todas estas cosas son de poca monta en comparación con la pretendida independencia y soberanía de la no menos pretendida “revolución”.
En el mundo surrealista de Maduro todo es lujo, confort y abundancia. Lo que no tiene nada que ver con el trágico día a día del conjunto de los venezolanos.

flegana@gmail.com




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