“Sous le pont de Bercy

Un philosophe assis”

Edith Piaf Sous le Ciel de Paris.

Hace justo un año un 27 de mayo de 2021 se celebraba un acto académico de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, del cual era padrino, un reconocimiento que nos hacen los futuros profesionales para agradecerles a determinados profesores que según su parecer significaron un aval importante en sus vidas académicas y justo viendo un quebranto ortopédico en una de las manos del profesor y amigo Gustavo Guevara, decidí que lo mejor era darle la cola hasta la Universidad, como retribución a las tantas veces en que siendo estudiante de economía y vecino del municipio el buen maestro me hacia el favor de llevarme al campus, además compartir con Gustavo suponía una verdadera dicha en todos los ámbitos, pues su afabilidad, cultura, inteligencia y bondad lo convertían en un verdadero crisol de virtudes, una de esas personalidades que fascinan a cualquier persona.

Nunca me imaginé que esos tiempos de trajes académicos serían los últimos, estoy seguro que Gustavo sabía que tenía cerca la hora y no por posturas místicas ni bipolaridades religiosas sino por el simple hecho de saber que las personalidades llenas de sapiencia y de genuina bondad entienden anticipadamente cuando llega la hora, los corazones que son tan grandes y despendidos como el de Gustavo terminan por detenerse, por dejar de bombear bondad y luz a sus estudiantes, siempre comparé a Gustavo Guevara con una vela que se consume para dar luz y de cuya llama se encienden otras cientos de velas, es así de simple la cera con la cual Dios lo moldeo se deshizo, luego de dar luz por más de cuatro décadas en la Universidad de Carabobo.

Recuerdo vívidamente como la llegada del profesor Guevara toga en mano y medalla Alejo Zuluaga en su única orden, se convirtió en un verdadero acto de regocijo entre los futuros economistas y el resto del claustro, nunca supimos que ese tiempo entre trajes académicos, marsupias, medallas birretes y bombines sería el único y último momento para verlo con vida, sin embargo esos últimos halitos de vida, los marcaron su especial amor por la Universidad, su entrega absoluta al acto de enseñar convertida en verdadera vocación vital.

Era profesor de profesores, su escala moral incólume e indemne, fueron y son un ejemplo para los que quedamos en orfandad, el vínculo de afecto del maestro Gustavo Guevara, con sus colegas y ex alumnos, es una de esas extrañas relaciones imbricadas por el respeto, el afecto, el agradecimiento y la admiración, un sujeto de una inextinguible cultura, jamás reñida con su inquieta bondad que lo hacía ser un  eterno carricito más de la escuela de economía, sus retruécanos, su fino lenguaje, su rigurosa caligrafía y esa entrega especial al acto de enseñar dejando una impronta de bondad y de virtud entre sus estudiantes, es la razón por la cual todos lo veíamos como un verdadero padre.

Un tipazo, un apoyo un ser incapaz de sombras, un profesor que no necesito recibir el estandarte de la Universidad como homenaje póstumo, pues sus enseñanzas no quedaron guardadas entre las cuatro paredes de un salón de clases, sus clases, consejos y fino razonamiento ondean jubilosos a la sombra del canto de Lauro en la enseña libre, autónoma e irredenta de una Universidad de Carabobo independiente y libre, sus cenizas hacen al mar de Puerto Cabello profundamente racional, llevan en las olas los equilibrios de Walras y de Pareto, se hunden en los abismos marinos para llevar luz de razón y de ímpetu vivificante de esas más de cuarenta y cinco generaciones de economistas, que llevaba sobre sus espaldas y le hicieron usar bastón, ese bastón se abría paso no solo sobre los accidentes del terreno, para hacer seguro su andar, se abría paso entre la maldad, la ignorancia y el pensar reduccionista de este país, cuanta falta hacen millones de bastones como el de Gustavo Guevara.

No pudimos despedirnos bien Gordo, con las pompas fúnebres, pero es que tú fuiste un sujeto muy poco protocolar, la despedida quedo signada entre trajes académicos, yo cargando tu toga con gancho incluido y birrete a guisa de empaque para tu medalla de Alejo Zuluaga en su primera clase y el abrazo de siempre, pero esta vez con un sentimiento de nostalgia, de despedida fría, que me anunciaba que las cosas no iban bien, luego el virus, la pandemia, buscarte los medicamentos y ocultarte que yo también me había contagiado, esa fue mi última travesura, todavía recuerdo mi teléfono sonar y aquella noticia de tu partida, pues ese tu corazón inmenso y bueno dejó de latir.

Así pues, te nos fuiste, para no jubilarte hiciste de las tuyas, no hubo velorio, despedidas, guardias de honores ni estandartes y te repito Gordo, tu no necesitabas esos honores, pues aún estas vivo, no te olvidamos y estas allí, recostado en la recepción de tu escuela diciendo ¿Cómo está la cosa?, estas en las escaleras que llevan al tercer piso diciendo Hola Don Carlos, viendo el estado de nuestros dispositivos para reprocharnos que no  cuidábamos las cosas, sencillamente estas y mientras eso sea así no estás muerto, tu vivirás por siempre en el tiempo de los trajes académicos, en las funciones de bienestar, en lo bonito de tus vínculos con quienes te tenemos de referente, en donde estas te estas riendo, tal vez volando sobre los cielos de parís, porque para los ángeles no hay teoría de gravedad que valga y a pesar de tu voluminoso cuerpo, estoy seguro que te dotaron de un par de las tecnológicas con bastón incluido, que te llevan del campus de Bárbula a la Isla de San Luis.

NO te pido que descanses en paz, te ruego que nos ayudes con la Universidad en estos sus tiempos secos, te pido que nos insufles valor, que nos inspires a seguir en la tarea de formar a las nuevas generaciones, no descanses Gordo, tiéndenos la mano, préstanos ese tu bastón para recargarnos de él cuándo la tarea sea más ruda, cuando los tiempos se tornen más secos y sobre todo para estos tiempos en los cuales tener la razón es un riesgo.

Finalmente, a mí me haces falta, no dejo de extrañarte mucho este primer año de tu ausencia me lacera y mucho, pues te fuiste y en lo personal te necesitaba y mucho, pero la esperanza florece bajo los cielos de Paris, espour fleurit, au ciel de Paris. Tengo la certeza de que nos veremos en el cielo, Dans le ciel, plus de problemas, entre tú y yo existió un verdadero amor paterno filial y estoy seguro que Dios nos reunirá. Dieu Réunit ceux qui s´aiment

Gracias por ser y estar, aunque no permaneciste el tiempo que habríamos deseado mucho, Gordo ayudamos, se nuestra guía y signa tu presencia en los tiempos de trajes académicos, que la Universidad siga siendo tierra de todos y especialmente nuestra amada Universidad de Carabobo siga siendo la luz de una tierra inmortal y un ejemplo de compas y geometría moral.

Bendición vieja, sigue en esparcido en el mar, haciéndolo más racional, más humano y mejor, hasta siempre Gustavo Guevara.

“La muerte no era un final, no era ausencia de vida, sino una poderosa ola oceánica, agua fresca y luminosa, que se la llevaba a otra dimensión.

Isabel Allende




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.