Venezuela nació del descontento de sus élites regionales ante la distribución de poder que establece la Constitución aprobada en 1821, en la Villa del Rosario. Ese disgusto estalló cuando la incomodidad de la élite valenciana se unió con la vocación de poder del General Páez.

A la inconformidad de los carabobeños con el desempeño de Santander, se sumó también la élite caraqueña, partidaria de una visión más descentralizada y de un mejor equilibrio de atribuciones entre los Departamentos integrantes de la Gran Colombia.

El ideólogo de esta exigencia fue un valenciano, integrante de las altas esferas del poder de la Gran Colombia, Miguel Peña.En 1821, como Presidente del Congreso firmó la Constitución de Villa del Rosario y nueve años después, la Constitución la Constitución de Valencia. Seis años antes, como Presidente de la Alta Corte de Justicia de Bogotá se negó a firmar la sentencia de muerte del coronel Leonardo Infante y regresa a Valencia. Es Peña, quien con su visión política, convence en 1826 al General Páez a que desconozca la decisión deBogotá de someterlo a juicio, por una desbordada represión que ejecutó en Valencia para alistar tropas. Es Peña quien logró el apoyo de la Municipalidad de Valencia. Es también Peña el asesor dePáez hasta el restablecimiento de Venezuela como República autónoma. En consecuencia, cuando Páez constituye el nuevo gobierno en enero de 1830 designa a Miguel Peña como Secretario del Interior, Justicia y Policía, cargo que ejerce por unaño porque se resiste a irse a Caracas.

El Dr. Angel Linares, residenciado en Valencia desde 1830 se hizo también miembro de la élite valenciana. En 1839 alternaba la abogacía en Valencia con las labores en su Hato de Yuma, cuando Páez lo visita personalmente para pedirle que sea Secretario de Interior y Justicia.

Otro carabobeño destacado en las funciones públicas fue el porteño Miguel Herrera Melo quien como Gobernador del Estado en 1846-47 comenzó la construcción de la carretera Valencia Puerto Cabello y más tarde como uno de los paecistas que integran el gabinete de José Tadeo Monagas inicia el uso de la estampilla de correos.

Después de varias décadas la élite de Valencia retoma un nuevo protagonismo. Se dice que esperó el resultado de la batalla de Tocuyito para cursar las invitaciones al bando ganador y a partir de allí el llamado Círculo Valenciano rodea de zalamerías a Castro y logra cuatro ministros en su gabinete. Este grupo desarrolló el culto a la personalidad del jefe, el manejo patrimonial de los recursos del Estado, el reparto de privilegios económicos y la vida desenfrenada de quienes detentaban el poder. Elías Pino tipifica esta conducta como Cesarismo libertino.

Pero en Valencia comienza a despuntar la confrontación a Castro. Uno de ellos, un joven valenciano de apellido Pocaterra, sufre su primera detención de un año por escribir en el periódico Caín. La segunda va a La Rotunda por tres años, de donde sale en 1922 con un libro bajo el brazo, Memorias de un Venezolano de la decadencia. Se exilia voluntariamente.

Retorna a Venezuela en 1938. Electo senador por el Carabobo ejerce la presidencia de esta cámara. En 1941 es nombrado presidente del Estado y en 1943 embajador en Londres y luego primer embajador en la Unión Soviética posición a la que renuncia por el golpe contra Medina. En 1949 retoma la diplomacia con la Junta Revolucionaria de Gobierno que derroca al presidente Gallegos y renuncia a esa representación ante el asesinato de Carlos Delgado Chalbaud en 1950. Nuevo exilio voluntario en Canadá, el cual interrumpe en 1955 por tres meses para responder a su escogencia como Orador de Orden en la conmemoración del Cuatricentenario de Valencia.

Por cierto, la Exposición Internacional organizada por el Ateneo de Valencia, a cuya inauguración asistió el dictador Pérez Jiménez, que recibió tan escasa colaboración oficial y de los grupos económicos que para pagar el seguro de las obras, el artista valenciano Luis Eduardo Chávez tuvo que hipotecar su casa.

Posteriormente se formaron élites que no derivaban su autoridad ni de batallas ni de la propiedad de la tierra. Ese capitulo democrático lo examinaremos en otra ocasión.

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