Afirman los entendidos que la democracia es la negación del autoritarismo; lo que nos indica que de tal sistema, tan solo va quedando un vago recuerdo, pues bajo este régimen no se tolera la oposición, se agrede con desbordada brutalidad a los jóvenes que decidieron rescatar su futuro, se persigue a los críticos, se sofoca la disidencia y se suprime con violencia cualquier manifestación o protesta ante el marasmo ya insostenible.

Pero ya la ciudadanía, esa mayoría de venezolanos que no acepta más mentiras, ni se deja llevar por cantos de sirena mal entonados por un aprendiz de dictador, que pretende resolver los problemas a punta de insultos, atropellos y desatada violencia, se cansó de tanta palabrería inútil, de tanta corrupción y despilfarro.

Ha comprobado que la Guardia Nacional Bolivariana, en lugar de protegerle, la agrede vilmente…o les asesina. Con estas brutales arremetidas contra indefensos muchachos, pretenden – una vez más – legitimar el recurso de la violencia como modo de poder y control social para convertir la contienda en un fin sí misma.

Todo este enardecido clima es el mejor combustible para la confrontación, pues no se puede poner en duda que desde el poder central, se está estimulando una política de enfrentamiento colectivo que nos puede volver a las violentas luchas socioeconómicas del siglo XIX, tal como lo encontramos en los estudios sobre la psicología de los combatientes en guerras prolongadas, que ilustran que la brutalidad requiere de un marco de tolerancia por parte de las autoridades y del alejamiento anímico de los ejecutores respecto de sus víctimas…

La brutal actuación de la GNB y demás cuerpos de seguridad represivos dista enormemente de los principios universales establecidos en los tratados internacionales de Derechos Humanos así como en lo que contemplan nuestras Leyes al respecto. Nos permitimos recordar que esas violaciones a los Derechos Humanos y los crímenes de lesa humanidad no prescriben, y que TODA la Nación venezolana confía que algún día se hará justicia, para resarcir tanto daño moral, social, económico y espiritual que este régimen ha cometido.

Ya no se pueden tapar tantas bocas ni cerrar tantas conciencias pues el reclamo es de toda una mayoría que no acepta más engaños ni fracturas como Nación, ahora la arrechera es sensatamente sentida, lo que no recuerda aquella sentencia de Camus que expresaba que no es noble la rebelión por sí misma, sino por lo que exige.

Una de las pocas maneras para que este régimen no se sienta que es intocable, es haciéndole sentir el peso de la ciudadanía ya que no sienten el peso de la ley, pues hace rato ellos la controlan; sin violencia, pero con determinación; sin tocarles pero sin dejarles respirar. Recordemos que una hormiga no para un bus, pero llena de ronchas al que la conduce…

Los estudiantes -ahora acompañados de una enardecida sociedad- han demostrado tenacidad y desmedido coraje. Y ese coraje, ese pundonor, les legítima como fuerza moral.

Persistamos entonces en la organización política y su correcta dirección, celebrando asambleas en todos los rincones del país, y una gran campaña de concientización que ponga en el centro de la propuesta de la verdad, y el rescate moral de una Nación que así lo merece, pues ha aparecido un esfuerzo de salvación nacional que dará fruto más temprano que tarde y que se reflejará en la formación de esos miles de jóvenes que han tomado la calle, como tomaron la defensa de su futuro y del país que se merecen. Una nueva generación está naciendo, y con ella un nuevo país.
Pero, por los momentos, tengamos presente que la voz y las calles son las armas con las que realmente cuenta el ciudadano.




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