Alarmas ante el fracaso …

Mucha gente se ha acostumbrado a que su rendimiento en la vida se desarrolle entre dos extremos opuestos: ¡El éxito, por una parte; que quizás sea el más razonable y deseado! ¡Y el fracaso, por otra parte, que es el menos apetecido; aunque hay quienes desarrollan una tendencia a fracasar, o un beneficio enfermizo, de compasión, en cada fracaso! Quizás les parezca extraño estas conductas, pero así construyen el mundo muchos seres humanos. Aparte de estos dos extremos, ¡otra cosa son los anhelos y los sueños, bastante relacionados con el mundo de las fantasías y el futuro!

Si aprendemos las causas y razones que nos llevan a éxitos o fracasos, se nos posibilita que mejoremos el rendimiento. Podemos revisar las conductas, actualizarlas y mejorarlas, y así motivarnos y motivar a la gente. Fracasamos, por ejemplo, por incapacidad o descuido, y eso se convierte en eficiente corrector de errores, en revisor de las fallas; y en consecuencia, en poderoso analizador de nuevas estrategias, para mejorar los métodos de trabajo. ¡Visto de esa manera, así suenan las alarmas ante nuestro rendimiento! En nuestro comentario de hoy, sólo nos limitaremos al caso de los frecuentes fracasos…

Una gran alarma de fracaso puede estar radicada en nuestro cerebro, en nosotros mismos: Consiste en pensar que siempre nos tocan los peores trabajos (o que tenemos mala suerte). Así piensa un aspirante a fracasar (o ya fracasado), porque piensa de esa manera; y quizás, ya tenga pautas o creencias concretas de cómo va a fracasar también en su vida, en general. Ejemplo de ese tipo de alarmas de fracaso lo vemos en quienes lo primero que hacen, llegados (retardados) al trabajo, es preguntarse qué hora es; y de inmediato preguntarse: “¿Cuánto (tiempo) falta para salir, al mediodía o en la tarde?” Además: “¿Cuántos días faltan para el viernes?” Porque mientras más cercano esté ese día (con más fracasos), es más “feliz”, por no decir que “flojo” empedernido.

Este es el tipo de persona que odia los lunes, y que puede enfermarse de sólo pensar que en ese momento es día lunes. Personas como esas, tienen una recopilación, (oral, escrita), de horarios, lugares, fechas, diversiones, personas, horas o días, sitios internos o externos, casi todos ajenos a las actividades productivas propias del trabajo: Una total interferencia en la vida personal, laboral o social. ¡Horarios, lugares y gente, ajenos en verdad al trabajo oficial! Por supuesto: ¿Cómo no va a fracasar?

Una segunda forma de alarma de fracaso existe en las personas que son envidiosas de los exitosos de otras personas. Las personas así fracasadas sienten una profunda envidia por aquellas que conquistan sus objetivos, que crecen, son creativas e innovadoras, y superan enormes desafíos. Como estos fracasados por lo general se quedan quietos y no le gusta esforzarse, hacen de su envidia su “arma” letal. Se pasan horas criticando a todos los que hacen y tienen logros; incluso sin conocerles. Es el opinólogo ideal, con una fuerte presencia en las redes sociales de estos tiempos. Su mundo “es así”: y no vaya a ser que venga alguien a querer demostrarle lo contrario. Es tan obtuso en su mirada, y rígido en sus posiciones, que observa su fracaso echándole la culpa a los demás (sea la familia, pareja, el gobierno, el país, el jefe…). Siempre quiere tener más, pero nada hace por obtenerlo. Son fracasados cómodos; justamente, lo contrario a las personas exitosas: tener éxito es muy incómodo por distintos motivos, más allá de la fachada que ve el fracasado.

¿Nos hemos dado cuenta que las personas que tienen éxito viven a gusto, que no distinguen en qué día de la semana están, y en qué hora se encuentran? Por esto mismo, es frecuente que reciban más de lo que pensaban. Entonces, sin excederse y cuidando su salud, pueden tomar lo mejor de ellos. El resto del mundo, por lo general, los observa con envidia.

¿Queremos seguir en la orientación descarriada; así, en la vía quejosa, centrada en lo que logren o consigan los demás? ¿Seguiremos esperando que lleguen los viernes, y odiando los lunes? ¿Viviremos juzgando según ocurran las circunstancias, o deseamos enfilarnos hacia el éxito? Eso depende exclusivamente de nosotros. Es nuestra elección. ¡De nadie más!




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