El conocimiento es una capacidad humana y no una propiedad de un objeto como pueda ser un libro. •Su transmisión implica un proceso intelectual de enseñanza y aprendizaje. UAM. México

La realidad es radicalmente incorporal. El principio de las obras humanas está en una dimensión superior a la naturaleza: la idea (la inspiración, la vocación, la motivación), la inteligencia, el pensamiento y las decisiones son incorpóreas: son intangibles (tal como también lo son la voluntad, la tenacidad, la vigilancia, la rectificación y más), pero… perceptibles, mientras que lo material (un título académico deseado, la sede de la fábrica, los equipos de la organización, los productos elaborados, etc.) son sólo instrumentos para lo el objetivo buscado a través de la idea concebida y decidida por el pensamiento inteligente.

La decisión de emprender e implementar no es algo tangible y está por encima del mundo sensible (el percibido por los órganos de los sentidos) y se encamina hacia la perfección y ésta no depende de si lo buscado es moralmente aceptable o no: hay cárteles criminales que buscan la eterna perfección de su delinquir.

El humano emprendedor enfila su fuerza creadora hacia la plenitud del logro y en ello invierte su fecundidad para crear su mundo sensible y fluye por las insondables profundidades de la absoluta libertad del poder soberano particular de su mente (hace, deshace y rehace, teje y desteje:, aprovechando la flexibilidad que le ofrece el entorno a la flor del ingenio: la oportunidad de desplegar la(s) idea(s) creativa(s) con todo brillo resplandeciente y conducirla(s) -animada(s) por entero- a la(s) más afortunada(s) y bella(s) conquista(s) por emanciparse heroicamente de los dogmas que traban el impulso del pensamiento.

El privilegio está en conocer al mundo escenográfico en el que ha de nacer, crecer y desarrollarse lo emprendido, pues ese ámbito no sólo ofrece oportunidades, también interpone amenazas y por ello debe saberse bien cuáles son las fortalezas y las debilidades propias del emprendimiento ideado: no considerar estos elementos equivale -a no ser por un «golpe de suerte» (lucky strike) sobrevenido por el azar- a estar destinado al fracaso ya que todo depende del principio absoluto o regla de la armonía y de perfección que da el sentido al avance y lo dirige hacia un fin exitoso, todo mediante el papel preponderante desempeñado por la inteligencia y la perspicacia que hacen reinar la medida -en la mejor manera posible- en el perpetuo devenir (en tanto que está en constante actividad: no cesa) dentro de la búsqueda de la conveniencia y la perfección.
El orden armonioso y esplendoroso resulta de la convergencia en donde se encuentran todas las combinaciones posibles a considerar analítica e inteligentemente para poder hallar la realidad que es la ley suprema por excelencia a seguir como propuesto por René Descartes en «El discurso del método»: la carta constitutiva del pensamiento moderno por el cual se logra conocer la verdad -que se explica por su raíz, actividad, extensión y finalidad- porque libera de los prejuicios que surgen en la imaginación.

Cuando el humano se eleva al conocimiento verdadero, por medio del entendimiento, abandona lo falso y puede avanzar con seguridad gracias al aprovechamiento de la verdad substancial de orden infinitamente profundo que -como fuerza que es- actúa perennemente en favor del orden y la causa final.

Es sabido que el principio que decide sobre la realidad es el de la «razón suficiente» que muestra poser llevar lo que se hace hacia el destino buscado. Ante todo movimiento que se piense hacer hay que hallar esa razón, implicando en su búsqueda todas las acciones, todos los acontecimientos, accidentes e incidentes (incluso lo que pueda catalogarse como las contingencias más inertes o eventualidades) que puedan influir en el resultado del accionar, pues el plan y si desarrollo deben estar trazados siempre de antemano. Proceder así no da puerta abierta para determinaciones de otro orden.

Lo anterior es indiscutible, máxime al admitir que no puede bastar el conocimiento ni abundar en aplicaciones prácticas, es necesario aprehender todo lo relativo al emprendimiento en la medida en que se pueda actuar sobre ello y amoldar eso en provecho, asiendo lo real, penetrando en la profundidad de su intimidad: la ligazón que se haga hará fluir el resultado hacia la perfección de lado de la finalidad al unirse -mediante el pensamiento perfecto- las conquistas de la ciencia (el producto del método científico de Descartes) a las verdades fundamentales descubiertas con el empirismo (metodología que permite aprender de la experiencia por hacer y detectar su resultado) siempre que se ordenen y alineen virtuosa y armoniosamente al fin absoluto: la forma más alta de la sabiduría es la observación de modo panorámico y preciso del todo, librándose de todas las constricciones para poder responder a la atracción del principio supremo que conduce a participar en la perfección de la idea que ha de brillar en el mundo inteligible y en el sensible, pues es inmanente a ambos (por causa del orden total que ha de imperar), sabiendo que al humano el cuidado por la perfección le viene de sí mismo (indiferentemente de si es para bien o para lo peor): deviene de su poder creador, de aquí que cada quien crea y asume sus valores, siendo de utilidad recordar que se ha dicho que «El hombre es la medida de todas las cosas» (adagio del cual Leonardo Da’Vinci hizo su famoso dibujo del hombre dentro del cuadrado y la circunferencia).

Ante todo lo anterior, resulta fácil admitir que lo material de todo emprendimiento (el título académico, la sede de la fábrica, los equipos de la organización, los productos elaborados, etc.) es la forma realizada de la idea, de aquí la necesidad de la perfección en el accionar, en el amalgamar de lo inteligible y lo sensible de manera inteligente, pues lo primero está en lo segundo y la función de la inteligencia es destacarlo en su pureza debido a que sin esa imagen inteligible -no visible, pero perceptible- el pensamiento es imposible.
No todo el conocimiento del humano procede de los sentidos ya que puede surgir de la inteligencia, de la comprensión, de la capacidad de ensamblaje (o: síntesis) mental que puede bastarse a sí misma sin necesitar de un órgano corporal, pero no pocas veces requiere de su concurso ya que hay impresiones que se reciben del exterior y ayudan a lograr la perfección y -de ésta- la excelencia.

Chichí Páez
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