La abstención en las mal llamadas elecciones del 20 de mayo alcanzó, en números gruesos y dependiendo de la fuente (no uso la fuente del CNE por razones obvias), entre 80 y 85%. Es decir, una severa derrota para el régimen chavista, de la cual se puede concluir que el apoyo a la dictadura llega, si acaso, a 10% de la población.

Como era previsible, la reacción internacional fue categórica. La mayoría de las democracias de Europa, América del Norte, Centro y Sur América ratificaron su posición sobre la ilegitimidad de los comicios, y varias de ellas decretaron nuevas sanciones contra funcionarios venezolanos, o las están preparando; los 14 países del Grupo de Lima retiraron a sus embajadores en Caracas. Vendrán más declaraciones, discursos y acciones diplomáticas de rechazo, pero hasta ahí. No se le puede pedir a los vecinos que apaguen el fuego de la casa de otro, cuando los dueños ni siquiera se ponen de acuerdo para llamar a los bomberos.

A pesar de la presión externa, que incluye procesos serios como informes de la OEA sobre delitos de lesa humanidad y acusaciones ante la Corte Penal Internacional, es en Venezuela donde no parece haber respuesta al sacudón. En la tierra de los dolientes, la gente sigue bregando por la supervivencia, el régimen le regala ayuda humanitaria a Cuba y la trampa del 20M corre el peligro de quedar para el recuerdo.

En Venezuela, la oposición anda ocupada formando grupetes. “Reestructurándose” sería una palabra más formal, pero no da la verdadera imagen de lo que está pasando. Por una parte, Copei, el MAS y AP -el partido de Falcón- formaron una alianza que reclama quedarse con el liderazgo opositor porque supuestamente rozaron los 2 millones de votos: ninguna sorpresa en ese lado del ring. AD, PJ, UNT, Causa R y Movimiento Progresista andan en la tarea de reorganizar a la MUD. Hay un Frente Amplio que incluye a un gentío, que no termina de definirse, junto al chavismo disidente (el chavismo democrático no existe, excuse me). Finalmente, ABP y Vente Venezuela hacen lo que pueden pero nadie los invita a ninguna fiesta porque, según, son un poco radicales para el gusto del opositor promedio.

En síntesis, no ha pasado nada. Mucho se dijo que no había una hoja de ruta para el día siguiente al 20M, y parece que resultó cierto. Por lo que estamos viendo, a partir de ahora solo se pueden anticipar diálogos “oposición”-gobierno, visitas de Zapatero, liberación de algunos presos políticos (mientras se encierra a otros) y un largo trecho de desierto.




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