Según el filósofo alemán Emanuel Kant (1724-1804), “libertad” es la posibilidad de decir o de hacer algo, por supuesto en el pleno respeto de las normas jurídicas, sociales y morales vigentes, sin que nadie pueda impedirlo. El barón de Montesquieu, en cambio, aparentemente más restrictivo pero solo aparentemente, decía que la “libertad” de cada individuo tiene una limitación representada por la libertad de los demás. Y eso es rigurosamente cierto porque si en el ejercicio de nuestra libertad condicionamos o limitamos la libertad de los demás,  lo nuestro deja de ser  libertad para convertirse en un abuso y en un atropello.

Lo grave, a mi manera de ver, estriba en que mucha  gente considera la “libertad” como un derecho adquirido y toma conciencia del enorme valor que tiene solamente cuando es…demasiado tarde. Es por eso que con serenidad pero también con honestidad ciudadana, sería bueno preguntarse: ¿En Venezuela hay libertad? ¿Hay libertad de expresión, libertad de opinión, libertad de disentir? ¿Hay libertad de criticar, de manifestar, de leer el periódico que queramos sin ningún tipo de limitación? ¿Hay la libertad de disponer de nuestros ahorros, de  decidir nuestro futuro, de educar a nuestros hijos sin ser tachados de antipatriotas o de contrarevolucionarios? ¿Hay la libertad de salir a pasear con nuestra esposa sin el peligro de que nos asalten, non roben, nos secuestren? El problema de esta Venezuela del siglo XXI es que hay mucha gente que, parte porque víctima de un lavado cerebral, parte por interés y parte por evaluar con demasiada superficialidad lo que está sucediendo en este país, no ha tomado conciencia de lo que está pasando y cree que esa “seudo-libertad de la cual “todavía está disfrutando, es un bien inmutable que nada ni nadie podrá quitar. Craso error!

Así creían los cubanos en 1960 y así creían todos aquellos pueblos desdichados que han caído bajo el yugo de regímenes autoritarios. La libertad, mis queridos amigos, es una conquista cotidiana para la cual hay que luchar sin tregua, es un bien supremo que hay que proteger a como dé lugar, sin descansar nunca, luchando hasta con los dientes, porque en cualquier momento puede estar en acecho la persona ambiciosa y ávida de poder que, con falsas promesas de utópica igualdad entre los hombres, con populismo y enunciando ideologías que la misma historia ha desmentido, puede aprovecharse de la “libertad” para matar a la misma “libertad”. Y cuando eso llegue a suceder queda enterrado y para siempre lo más sagrado que posee un ser humano: SU DIGNIDAD!

 




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