La Virgen Milagrosa. (foto archivo)

La iglesia católica celebra cada 27 de noviembre, el Día de la Virgen de la Medalla Milagrosa , una advocación mariana representada en una medalla diseñada en base a las apariciones de la virgen María, a santa Catalina de Labouré, en Francia.

Es una devoción a la representación de la madre de Dios, que está bastante arraigada y extendida por toda Venezuela, que cada día suma más adeptos.

Los católicos le piden favores a la virgen y ella por lo general les concede la gracia, por eso es tan venerada por la feligresía.

En diversos municipios de país existen iglesias que llevan el nombre de La Milagrosa, donde esté lunes, como todos los 27 de noviembre, se realizarán actividades especiales por su día.

En Carabobo son ampliamente conocidas las festividades en su honor, que se celebran en las iglesias de la parroquia Yagua, de Guaraca; y en Santa Rosa de Valencia.

En la iglesia La Milagrosa, de la parroquia eclesiástica del mismo nombre en Valencia, no solo se celebrará el día de la virgen, sino también los 51 años de creación del templo.

Por eso el párroco José Luis Guillén, ha organizado una misa de acción de gracias a las 5:00 pm, que presidirá el cardenal Baltazar Porras.

La celebración comenzará con un Rosario de Aurora, a las 5:30 am. A las 4:30 pm habrá una escenificación de la aparición de la virgen, por parte de los jóvenes de la pastoral juvenil. Y a las 5:00 pm será la misa.

La iglesia La Milagrosa está ubicada en el barrio El Triunfo de la parroquia Santa Rosa y está bajo la dirección de los padres paúles.

Tradicionalmente al terminar la misa, a cada uno de los fieles se les regala una medalla de La Milagrosa.

La Virgen de la Medalla Milagrosa. (Foto Juaninos).

LA APARICIÓN

De acuerdo a lo reseñado por Wikipedia, portales y libros católicos, Catalina Labouré afirmó que la noche del 18 de julio de 1830, se despertó tras escuchar la voz de un niño que la alentaba a acudir a la capilla: «Hermana, todo el mundo duerme, venga a la capilla, la Santísima Virgen la espera».

Tras seguir la figura del niño, la religiosa escuchó el ruido de una tela de seda deslizarse por el suelo, en el lado de la tribuna, junto a un cuadro de san José.

De pronto vio la figura de una mujer, vestida de blanco con un velo largo hasta los pies del mismo color, cruzar el presbiterio y sentarse en un sillón emplazado en las gradas del altar mayor, en el lado del evangelio.

La monja, creyendo que aquello podía tratarse de una ilusión, oyó al niño decir: «¿Por ventura no puede la Reina de los Cielos aparecerse a una pobre criatura mortal en la forma que más le agrade?». Tras esto, la religiosa se acercó a la Virgen y, arrodillándose, puso las manos en sus rodillas (al respecto, la santa diría: «Pasé los momentos más dulces de mi vida; me sería imposible decir lo que sentí»).

La Virgen dio varios consejos a Catalina para su vida espiritual y le encomendó una misión: «Dios quiere confiarte una misión; te costará trabajo, pero lo vencerás pensando que lo haces para su. Tú conocerás cuán bueno es Dios. Tendrás que sufrir hasta que lo digas a tu director. No te faltarán contradicciones mas te asistirá la gracia; no temas. Háblale a tu director con confianza y sencillez; ten confianza, no temas. Verás ciertas cosas; díselas. Recibirás inspiraciones en la oración».

El 27 de noviembre, víspera del primer domingo de Adviento,  Sor Catalina informó que la Virgen había regresado durante las meditaciones vespertinas.

Describió que en aquella ocasión apareció en el interior de un marco oval, de pie sobre un globo y pisando una serpiente. Portaba numerosos anillos adornados con gemas, algunas de las cuales irradiaban rayos que alcanzaban el globo sobre el que se hallaba.

La virgen estaba vestida de blanco con mangas largas y túnica cerrada hasta el cuello. Cubría su cabeza un velo blanco que sin ocultar su figura caía por ambos lados hasta los pies. Cuando quiso describir su rostro solo acertó a decir que era la Virgen María en su mayor belleza.

Sus pies posaban sobre un globo blanco, del que únicamente se veía la parte superior, y aplastaban una serpiente verde con pintas amarillas. Sus manos elevadas a la altura del corazón sostenían otro globo pequeño de oro, coronado por una crucecita.
Mantenía una actitud suplicante, como ofreciendo el globo. A veces miraba al cielo y a veces a la tierra.
Mientras Sor Catalina contemplaba a la Virgen, ella la miró y dijo a su corazón: “Este globo que ves (a los pies de la Virgen) representa al mundo entero, especialmente Francia y a cada alma en particular. Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no piden”.

Con estas palabras La Virgen se da a conocer como la mediadora de las gracias que nos vienen de Jesucristo.

En este momento se apareció una forma ovalada en torno a la Virgen y en el borde interior apareció escrita la siguiente invocación: «María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que acudimos a ti.»

Oyó de nuevo la voz en su interior: «Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza.»

La aparición, entonces, dio media vuelta y quedo formado en el mismo lugar el reverso de la medalla.

En el aparecía una M, sobre la cual había una cruz descansando sobre una barra, la cual atravesaba la letra hasta un tercio de su altura, y debajo los corazones de Jesús y de María, de los cuales el primero estaba circundado de una corona de espinas, y el segundo traspasado por una espada. En torno había doce estrellas.

La misma aparición se repitió, con las mismas circunstancias, hacia el fin de diciembre de 1830 y a principios de enero de 1831. La Virgen dijo a Catalina: «En adelante, ya no veras, hija mía; pero oirás mi voz en la oración.»

Un día que Sor Catalina estaba inquieta por no saber que inscripción poner en el reverso de la medalla, durante la oración, la Virgen le dijo: «La M y los dos corazones son bastante elocuentes.»

La Medalla se llamaba originalmente: «de la Inmaculada Concepción» pero al expandirse la devoción y haber tantos milagros concedidos a través de ella, se le llamó popularmente «La Medalla Milagrosa.»

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