Según la RAE la “diplomacia” es la ciencia que regula las relaciones internacionales. Ampliando un poco el concepto, yo me atrevería a decir que la diplomacia, más que una ciencia es un “arte” porque, además de la aplicación de una serie de reglas formales imprescindibles en los tratos internacionales, requiere de una particular habilidad, requiere notables facultades intelectuales, requiere tacto y mucha sensibilidad para mantener el control y no afectar las relaciones internacionales…y estas son justamente las prerrogativas del artista. Es por eso entonces que un verdadero diplomático es una persona que tiene que actuar con decisión pero al mismo tiempo con urbanidad en sintonía con aquello de que “lo cortés no quita lo valiente”,  es una persona  que tiene que ser hábil y perspicaz en el ejercicio de sus funciones defendiendo los intereses de su proprio país, tratando de ser lo más educado y cauteloso posible.

Hay quien dice que ese tipo de diplomacia es sinónimo de falsedad. Nada más equivocado porque, así como diplomacia es sinónimo de habilidad, tacto y sagacia, la falsedad es impostura, es engaño, es mentira. Es por eso que si el otro gobernante nos cae antipático o no comparte nuestra ideología, no debemos nunca llamarlo  “demonio” o “genocida” y decirle que es un fascista o un golpista, como acostumbraba  hacer el fallecido comandante.  Es por eso entonces que un hombre público tiene una serie de limitaciones en su forma de hablar y mientras más importante es el cargo que ocupa, más limitaciones tiene.

Una persona normal, es decir sin compromisos oficiales, puede tranquilamente reprobar cualquier cosa, criticar cualquier evento. Un hombre público, en cambio no puede darse ese lujo y tiene que sopesar muchisimo lo que dice o lo que hace porque las repercusiones de sus palabras o de sus actos pueden afectar de una manera importante las relaciones internacionales.

Es por eso que yo creo que ciertas nociones básicas de “diplomacia” deberían ser materia obligatoria de estudio para los que aspiran a ocupar cargos públicos, para no correr el riesgo  de que se repita lo que ha sucedido recientemente con el  gobierno español cuando el ministro de relaciones exteriores de  ese país citó en su despacho al embajador de Venezuela , Sr.Mario Isea, para que diera una explicación plausible sobre  los comentarios injuriosos emitidos por el Presidente Maduro sobre el primer mandatario español Mariano Rajoy, tachándolo de “bandido” y de “protector de delincuentes asesinos”, por haber pedido libertad y derechos humanos para los presos políticos venezolanos y para el líder opositor Leopoldo López, encarcelado desde hace tres años. Ha sido un lenguaje cuartelero heredado de Chávez que no debería usarse nunca a nivel oficial. Hay más, esta comprobado que cuando un “hombre público” recurre a ese lenguaje, es porque no tiene más argumentos que esgrimir. Son expresiones virulentas y chabacanas que lo único que hacen es abrir una profunda grieta en las relaciones entre los dos países, dejando una imagen  conflictiva e irreverente no solamente de ese “hombre público” sino del país que representa. Pues bien, a la luz de lo que ha sucedido y que acabo de contar, si es cierto que la diplomacia es un arte  –  y para mi si lo es  –  creo poder afirmar que nuestro Presidente, sin duda alguna tendrà muchas cualidades ocultas más seguramente por lo que concierne la diplomacia….no  es un…artista!

 

 




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