El régimen arrecia la represión. Endurece el lenguaje con insultos y ataques a los críticos y opinadores. Incumple los acuerdos que firma. Manda a sus malandros tarifados a agredir concentraciones opositoras. Nombra padrinos y madrinas para que “supervisen” a los gobernadores de los estados, pasando por encima del voto popular. Inhabilita a los candidatos que pueden tener chance de ganar las elecciones presidenciales. Degrada a 33 militares por sedición. Encarcela a quien le da la gana, con excusas de conspiraciones, traiciones a la patria e intentos de magnicidio que claramente no existen. Escala en el perfil de los detenidos, como para decir que nadie está a salvo de los ganchos, y como preparando el escenario para mandar a presidio a los que se puedan creer protegidos por su jerarquía política. Allana y roba las casas de los que envía a la cárcel. Usa las acusaciones contra una persona para atacar a sus familiares: el sippenhaft nazi. Saca del país a las misiones de la Comisión de DDHH de la ONU -cuando instan al gobierno de Maduro a poner fin a la represión- y los llama metiches y abusadores. Todo esto mientras la sargentada habla de democracia, pueblo y patria peroalista una ley para ilegalizar a las ONG.

La estrategia del chavismo en estas últimas semanas está a la vista. Ocupa los titulares de los medios y las redes sociales y ha generado declaraciones y condenas desde todas partes del mundo. Pero sigue siendo objeto de conjeturas la intención que hay detrás dela embestida: qué se busca aldetener a una persona de alto perfil como Rocío San Miguel, insultar a los yanquis o darle 72 horas a los representantes de la ONU para que se vayan del país. Aún cuando está claro que en Venezuela hay una dictadura que no respeta leyes ni libertades ni compromisos, llama la atención la intensidad y la frecuencia de las arbitrariedades más recientes.

Las opiniones son diversas, aunque se pueden dividir en dos toletes que al final pueden significar lo mismo. Una corriente argumenta que el régimen venezolano se siente débil, con miedo, sin apoyo popular y apenas sostenido por la milicia, y ha emprendido una huida hacia adelante para mostrar poder y capacidad de maniobra porque aquí mando yo y al que no le guste va preso. Esto lo hacen las dictaduras de forma habitual, como los boxeadores que se ríen y pelan los dientes del protector cuando le pegan un golpe neto ahí donde duele.

La otra corriente de opinión,sin contradecir deltodo a la primera, mantieneque todo está relacionado con las elecciones presidenciales. El plan es crear una sensación de caos y de ataques repetidos que permitan justificar la inhabilitación –o la detención- de más gente y la suspensión, el adelanto o lo que se les antoje hacer con la fecha para votar. Por supuesto, esta explicación está relacionada con la primera, pues los rojos saben perfectamente que no hay forma de que ganen unas elecciones limpias y transparentes, y por eso levantan el polvero para en medio del desorden llamar a votar en una competencia del oficialismo con varios alacranes y alguno que otro outsider y ¡sorpresa! ganó el Psuv y será hasta 2030. Esto es mucho más fácil de decir que de hacer, pero se han visto conejos sacados de la chistera. Para empezar habrá reacciones internacionales, sanciones y muestras de preocupación por todas partes, para lo cual el régimen tendrá ensayado su papel, habrá alineado a sus aliados (por cierto, por estos días va de visita a Venezuela Serguéi Lavrov, el canciller ruso) y desempaquetará su plan para manejar el rechazo de las democracias.

Contra la blitzkrieg oficial, la estrategia opositora no se ve fácil. De hecho nunca lo ha sido, pues su rival es el que cuenta con los cañones y el poder fáctico. Pero sigue teniendo validez lo que se ha hecho hasta ahora, desde que se anunciaron las primarias. Coherencia, impedir los intentos de atomización –que habrá muchos-, buscar alianzas ymantener el foco con mucha inteligencia y muchísima malicia, que el rival es de cuidado y no anda solo. Ya lo decía el filósofo y mánager estrella Yogi Berra, que esto no termina hasta que se acaba; o citando a otro gurú del béisbol, Leo Durocher, mánager de los Dodgers de Brooklyn en los años 40:“niceguysfinishlast”.

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