Cuantas veces hemos oído frases como esta: “En las decisiones importantes tenemos que remitirnos  a lo que nos dicta nuestra conciencia”. Muy bonito! Pero ¿qué es en realidad la conciencia? Etimológicamente, “conciencia” deriva del latín “consciens” que significa concedor, indicando el juicio o la apreciación que cada individuo hace de su comportamiento, de acuerdo a la relación que ese mismo comportamiento tiene con los principios de la moral. Según el diccionario, conciencia” es el sentimiento interior por el cual el hombre juzga a sus acciones. Según otros letrados, “conciencia” es el conocimiento que cada individuo tiene del bien y del mal. San Agustín, en cambio, sostiene que la “conciencia” no es otra cosa que la relación indisoluble que el hombre mantiene con su vida interior.

Mas, ¿quién inculca esos principios fundamentales que permiten apreciar la conducta de cada individuo y juzgarla de acuerdo a esos mismos parámetros? ¿Quién educa la conciencia de cada hombre para que pueda discernir el bien del mal?  Desde luego no podemos pretender que los juicios dictados por nuestra conciencia sean fuente absoluta de moral y categórica esencia de la verdad.

Estaríamos cometiendo un grave error de presunción! Por ejemplo, el mafioso que mata a los que no han querido aceptar el juego sucio de la honrada sociedad (así se le llama a la mafia en el léxico del hampa), cree actuar en sintonía con su conciencia. Hay más, de acuerdo a su cultura  mafiosa, hubiera tenido remordimiento de no haber procedido así! Del mismo modo el político que roba millones al patrimonio del Estado y, por lo tanto a todos los ciudadanos porque “Estado somos todos”, para financiar al partido de pertenencia y para quedarse con una parte, como justa merced para su gestión, no tiene remordimiento alguno porque está convencido de haber actuado de acuerdo a su propia conciencia.

Entonces, ¿qué significa tener que remitirnos a lo que nos dicta nuestra conciencia? ¿Acaso existe una moral amoldada a nuestro uso y provecho y de acuerdo a nuestra conveniencia? Claro está que, en contra de lo que predica la absoluta autonomía de la conciencia como fuente de la moral, hay que recordar que la libertad de conciencia NUNCA puede estar desligada de esos valores básicos “indiscutibles” que desde siempre han representado la piedra angular de la conducta del hombre en la sociedad. Por eso es fundamental una profunda educación a nivel familiar y a nivel sociedad, para poder aprender a comportarnos de acuerdo a esas mismas normas de rectitud que quisieramos erigir como normas universales. Solamente así tiene sentido “remitirse a lo que nos dicta nuestra conciencia”!!!

 

 




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