No sé si el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el ex-secretario de Estado, Henry Kissinger, suerte de patriarca intelectual y operativo de la política exterior de EEUU, son amigos. Es probable que así sea, porque los dos han circulado durante décadas en los ambientes de la alta sociedad de Nueva York, y pertenecen, cada uno en su cada cual, a los ámbitos del poder, no únicamente en Nueva York –que ya sería bastante, sino en el plano global.

la tesis del Dr. Kissinger sobre un orden mundial fundamentado en dos superpotencias: EEUU y China.

Lo que sí sé es que no están de acuerdo en un punto fundamental. De hecho el más fundamental de los puntos o argumentos sostenidos por el veterano Kissinger. Ciertamente, en el siglo XXI se impuso en Washington la tesis del Dr. Kissinger sobre un orden mundial fundamentado en dos superpotencias: EEUU y China. Tanto los Republicanos como los Demócratas desarrollaron sus políticas desde esa perspectiva. Con distintos matices, desde luego, pero con esa base común. Kissinger expuso in extenso su tesis en dos libros de amplia difusión: “Sobre China” y “Orden Mundial”, este último, acaso, su testamento en la materia.

Pero al parecer, Donald Trump no está de acuerdo. Su discurso y sus acciones van en otro sentido: el tratar de impulsar una realidad de poder con tres pivotes: EEUU, Rusia y China. ¿Tiene razón o no la tiene? Rusia había quedado en los márgenes del orden «kissingeriano». Pero es probable que eso cambie. Y no sólo por el empoderamiento de Rusia, en lo económico, militar y en las relaciones internacionales, sino por el apoyo de la Casa Blanca a ese proceso. Hasta el presente, nadie puede asegurar si ello será un paso en positivo o un paso en falso…

Pero lo que sí se puede afirmar es que es un paso diferente a la visión tradicional de la Casa Blanca, en el siglo XXI. Trump no esconde sus simpatías por Vladimir Putin, el neo-zar de Moscú, y al mismo tiempo tampoco esconde sus críticas a la República Popular China. En Beijing la reacción ha sido, hasta ahora, más bien cautelosa. Pero es muy improbable que la paciencia china se deje acosar por el ímpetu del señor Trump, así tenga elementos de razón su idea de un mundo más triangular que bipolar.

En las complicadas dinámicas de la política internacional, no hay duda que Kissinger es el experto, y Trump el novato. Pero éste tiene el poder de la presidencia de EEUU, y el otro la reputación de una larga carrera pública. Todo indica que, a corto plazo, Washington favorecerá la noción de un gran triangulo del poder mundial. Veremos qué pasa…

 

 

 




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