No hay razones para sorprenderse de algo que estaba previsto iba a suceder obviamente. Lo de la abstención que fue estimada por las empresas encuestadoras sucedió tal y cual. Según estima la Red de Observación Electoral esta estuvo sobre 70 % y no 47 % como lo anunció una de las mitómanas del CNE. Todos los venezolanos tuvimos la oportunidad de mirar como estaban vacíos los centros de votación.

Por otra parte, fue contundente la victoria del peor gobierno que ha existido en la historia de Venezuela: el más odiado, el más corrompido, el albañal, el Presidente con un rechazo  astronómico. ¿Entonces, a qué se debió  ese “triunfo? Muy sencillo. Si los grandes partidos nacionales de la oposición ordenaron no asistir a ese proceso electoral, incluso, amenazaron con expulsar de sus filas a los dirigentes que se postularán como candidatos por cualquier municipio, es natural que el mapa nacional se tiñera de rojo.

Por supuesto, tuvo mucho que ver en todo estos acontecimientos las profundas desavenencias intestinas y las fisuras dentro de los sectores democráticos. Sus evidentes incoherencias, por ejemplo, que los partidos regionales decidieran por su parte asistir a esa contienda electoral, rompieron una línea estratégica, aunque esta fuera errada. Un agravante más, haberlo hecho con dos y hasta con tres candidatos en algunos casos. Estos candidatos se “alimentaban” del mismo mercado electoral, por supuesto, al dividir el mercado de votantes jamás lograrían superar a los aspirantes del partido del oficialismo.

Ahora, el gobierno incrementa el número de alcaldías en su poder de 276 aproximadamente a 300 o algo más de los 335 municipios que forman el mapa  nacional. Evidentemente, su poder se incrementa. Sin embargo,  sabemos de antemano que donde ganara la oposición el régimen le nombraría un alcalde paralelo  y se apoderaría de ellas.

Además, se repitió el mismo hecho que en las elecciones de gobernadores del 15 de octubre. La sociedad civil, que no está exenta de responsabilidades en todos estos resultados, actuó con autonomía, sus decisiones son personalísimas. No salen a votar porque los dirigentes políticos de oposición  lo soliciten, sino que por su hondo malestar, su desconfianza y desafecto con estos dirigentes hacen que se alejen de los centros de votación. No así los partidarios del gobierno, que bien por las canonjías que reciben o por identificación con el régimen si lo hacen. El gobierno ha dado muestras de ser muy eficiente, de poseer una maquinaria electoral bien engrasada.

Estos hechos llenos de contradicciones conducen con urgencia a la renovación de la dirección política de la oposición: nacional y regional. Otro factor que influye en la abstención voluntaria de los venezolanos está en que ellos saben, me refiero a nuestros compatriotas, que ni con gobernaciones ni alcaldías se produce el cambio del sistema de gobierno socialista; tampoco la salida de Nicolás Maduro de Miraflores. Por lo tanto, muy distinto será su comportamiento electoral en unos sufragios presidenciales.

garciamarvez@gmail.com

 

 

 




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