En los hogares carabobeños el ambiente navideño todavía no se siente. A Lidis Silva le duele hacer a un lado la tradición, pero en su casa todos están absortos en el esfuerzo por sobrellevar la crisis económica. “No habrá hallacas, ni adornos, ni pintura porque no alcanza”.
Silva no tiene tiempo de pensar en arbolitos o pesebres. Su única preocupación es el pan de cada día. “Estamos pensando en la comida, en más nada”.
A Carlos Marín lo tiene sin cuidado la época decembrina. No está pendiente de sus estrenos, pero tiene esperanza de al menos comprarle a sus hijos un par de zapatos y unas franelas para el 24 y 31. “Veremos si de aquí a allá me sale algo bueno para comprarle ropa a los muchachos”.
Aída Cira se siente afortunada de que sus nietas en el extranjero le presten apoyo monetario, pero no consigue librarse de la melancolía de tener a su familia tan lejos. Hoy se compró un paquetico de harina pan para las hallacas, sin mucha emoción porque sabe que serán para ella sola.
Cira intentará subirse el ánimo decorando su casa. Se repite una y otra vez que lo más importante es estar con salud. “Viviendo la situación que estemos viviendo, uno siempre tiene la ilusión de la Navidad. Debemos agradecer a Dios y no decaer”.
“Solo, triste y desesperante”
Para Carlos Matos es imposible no deprimirse. Tiene 11 años con un puesto de ropa y calzado en el periférico La Isabelica y jamás había experimentado una temporada igual. “Esto está solo, triste y desesperante”.
Para estas fechas del año pasado Matos estaba afanado atendiendo clientes, pero ahora se sienta a ver paSar las horas. “De vez en cuando se asoma una persona y le pregunto cuándo fue la última vez que compraron un pantalón. Me dice que no se acuerda y sigue caminando”.
El vecino de Matos también vende zapatos, pero considera que es imposible comprar la temporada decembrina del 2019 con la del 2020. Le entran ganas de llorar tan sólo recordar que con las ventas del año pasado pudo comprarse un vehículo. “Comida, ropa, una camioneta y hasta aguardiente pude comprar. Este año no creo que me alcance ni para una bicicleta”.
Kevin ha trabajado toda su vida en el local de sus padres de ascendencia asiática. En los últimos días mucha gente ha entrado a mirar las bicicletas y los juguetes pero nadie les ha comprado. “Compran otras cosas, sobre todo comida, pero la venta de los juguetes no se ha movido”.
El sube y baja del dólar
Jhonny Piña también espera sentado a sus clientes. En su tienda exhibe regalos y juguetes pero hasta el momento no ha vendido ninguno. Para él todo se debe al alza del dólar paralelo que en menos de un mes superó la barrera de los 600 mil bolívares. “El dólar sube y nosotros bajamos. Nadie quiere comprar con los precios tan disparados”.
Es la misma situación que atraviesa Maryuri Díaz. Ella no sabe cuántas veces ha tenido que cambiar el precio de las aceitunas, pasas y alcaparras que todavía no se empiezan a vender. “El noviembre pasado tenía el mostrador full, repleto, con los aguinaldos en la radio. Ahora uno compra mercancía de a poquito, porque todo está caro y hay pocas ventas”.