“No niego los derechos de la democracia; pero no me hago ilusiones respecto al uso que se hará de esos derechos mientras escasee la sabiduría y abunde el orgullo” Henry-Frederic Amiel
Estamos muy conscientes de la compleja de la tarea que tenemos por delante, pues el proceso electoral de las Primarias sería tan solo el preámbulo. Lo que tiene que cambiar se resiste a cambiar, lo que tiene que llegar apenas está en incipiente formación, hay incertidumbres, inercias, muchas preguntas por responder. Estos son los momentos esenciales de la política, esos en que se configura lo que viene, donde se aprenden lecciones, se ajusta la brújula y se establece un nuevo rumbo.
Para la comprometida tarea que nos espera, aquí nadie sobra, y también de aquellos que han dejado de participar activamente, necesitamos su valioso aporte; y especialmente, a esos ciudadanos que esperan ver en sus líderes un referente que los escuche, los represente y los defienda.
Se acerca el momento de un nuevo comienzo, que no es partir de cero, pero clara y decididamente, es iniciar otra etapa. Hemos recorrido camino y la huella, a pesar de la copiosa lluvia y el fango acumulado, está marcada.
Podríamos hacer un largo y sincero relato de cuanto se ha errado y cuanto se aportó para en esta cívica labor, pero este no es el momento hacer recuentos de nuestros logros. Estamos para cambiar nosotros y así lograr que las cosas cambien. Pues cambiando no nos movilizará la complacencia sino la impaciencia, lo ingrato con lo que aún no hemos podido cambiar, con esas fracturas que persisten, que dañan, desvían del logro común, y se manifiestan en mil formas.
Apreciamos la deliberación porque de ahí surgen las buenas ideas, surgen los proyectos, surgen los acuerdos. Lo que debemos apartar son los falsos debates y las descalificaciones. Necesitamos con urgencia ideas capaces de motivar a esa incrédula y desconfiada sociedad civil, mediante definiciones y posiciones valientes sin concesiones ambiguas que conlleven a la confusión y el desánimo, proponiendo transformaciones reales y coherentes, no cambios aparentes.
Necesitamos abrirnos sin prejuicios ni resentimientos, a escuchar nuevas ideas, planteamientos distintos. Los debates que debemos emprender son los que le interesan a nuestro terruño, a la sociedad que tan pendiente está de cuanto hagamos o dejemos de hacer. Vamos a plantear los temas que nos unen y también aquellos en los que podemos tener distintas posiciones; pues buena parte de esas respuestas están hoy fuera de los partidos políticos, están en la sociedad, en gente innovadora, en los nuevos movimientos ciudadanos.
Se acerca el momento de realizar un esfuerzo sistemático y consciente para escuchar con atención cuanto la ciudadanía exprese como aporte en el objetivo común; en una relación de dialogo y respeto, no de instrumentalización, respetando su autonomía y diverso parecer, es mucho lo que podemos hacer desde la política si aprendemos a relacionarnos con nuestra sociedad. Abrámonos para canalizar y conducir hasta donde sea necesaria esta convocatoria a nuevos actores, esta imprescindible inclusión, que permita amalgamar de una vez por todas, a los partidos demócratas con la sociedad civil.
Recapacitemos una vez más, pues se ha perdido el interés de la mayoría por el deterioro de la política. En no pocas ocasiones las agendas personales y las pequeñas disputas se impusieron sobre las causas compartidas. Muchos confundieron las causas políticas con la causa de defender sus espacios no alcanzados aún. Hoy nos encontramos ante un evidente cisma entre una sociedad que se siente defraudada, confundida y una política crecientemente aprisionada por las prácticas que la deslegitiman. Con una política mal llevada siempre se impondrá el régimen; con una mala política los conflictos quedarán sin resolverse, la gente continuará en la desesperanza, la desconfianza y la frustración.
Así las cosas, asumamos que no es ya tiempo de construir acuerdos políticos sobre la base de silenciar los debates incómodos y borrar de la agenda los temas en que no tenemos acuerdo. Al contrario, esos son los que debemos discutir más, pero hacerlo desde el respeto y la sindéresis. No queda espacio para más equivocaciones. No es el estribillo de una monótona canción: estamos iniciando un nuevo trayecto y sólo a través de una labor verdaderamente comprometida con el porvenir de nuestros hijos, apostando al mañana y no quedándonos en la obsecuencia del pasado. Aquí cabemos todos, hay espacio para cada quien y cada quien es importante y necesario para rescatar el país, sus instituciones y su futuro.
Manuel Barreto Hernaiz