En un principio pensé en lugar de hacer la pregunta de si se pueden ganar las elecciones presidenciales, formularla más bien a la inversa; es decir, si se podían perder. Al plantearse las posibilidades de perder es porque evidentemente  los riesgos de triunfo están más cerca de la oposición que del pesado candidato del régimen.

La MUD en sus mejores tiempos, la dirigencia política y sectores de la sociedad civil organizada, han recurrido a los organismos internacionales: OEA, ONU y países que conforman el Grupo de Lima, con la idea de requerir la liberación de los presos políticos, la defensa de los derechos humanos, y sobre todo se hacía mucho hincapié en la celebración de las elecciones, pero fundamentalmente en el adelanto de las presidenciales para evitar una implosión social.

El lunes recién pasado el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas sostuvo una reunión en la que los embajadores de varios países pidieron al gobierno de Nicolás Maduro respeto al estado de derecho en Venezuela, a los derechos humanos, que propicie la liberación de los presos políticos, y la creación de un calendario electoral. 

Es el caso, que el triunfo que meses atrás estaba decididamente seguro de darse las circunstancia de cualquiera elección, después del fraude del 15 de octubre con su cuota parte de responsabilidad de la elite política de la oposición, todo se vino abajo. Como consecuencia se generó un hondo desaliento, una gran decepción que llegó hasta el desencanto y mucha desconfianza en su dirigencia y mentores políticos.

A tal punto han llegado estas diferencias que nos separan de lo que debió presentarse como una derrota atronadora para los corruptos y hambreadores del pueblo, que la disgregación de esa poderosa fuerza la hace vulnerable y la coloca ante la tragedia de una probabilidad, pero probabilidad al fin y al cabo, de que Nicolás Maduro prolongue su mandato por seis años más. Este terrible presentimiento es fruto, más de lo que pueda hacer el gobierno con la titiritera de Tibisay Lucena y otras argucias, a la incoherencia,  a las ambiciones personales apresuradas aunque legítimas, a la falta de unidad, sin excluir a la sociedad civil y a unos importantes sectores que opinan de todo y no aportan ni colaboran en nada.

El régimen actúa como históricamente lo ha venido haciendo en el mapa universal: represión, tortura, cárcel, ventajismo, mudez a juro de los medios de comunicación, elecciones fraudulenta, en fin, nada de que extrañarse. La oposición tiene que hacer lo que a ella le corresponde: coherencia, honestidad, claridad de concepto, pero por encima de todo debe imperar la Unidad.

Sin parecer incomprensible con lo escrito más arriba, la oposición al gobierno se mantiene firme. La empresa Hercon en encuesta realizada hace una semana registra que la mayoría de venezolanos mantienen una postura sin varianzas, Nicolás Maduro debe salir cuanto antes del poder central: 85 % no cree que las cosas mejorarán contra 13.2 % que si cree.

 garciamarvez@gmail.com

 




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