Los hombres políticos de pocos quilates   –  y como muestra fíjense en lo que está sucediendo en Venezuela   –    que no saben resolver los problemas que confronta el país, porque para eso  hace falta capacidad organizativa  y la inteligencia de saberse rodear de gente hábil, capaz, honesta y competente, por lo general  buscan con un afán casi satánico a quien echarle la culpa por esos  mismos problemas.

Claro está  que frente a ciertas situaciones, poco menos que dramáticas, que vive la gente, sobre todo en nuestra América Latina, frente a esas enormes diferencias sociales realmente inconcebibles en el siglo XXI, las palabras de un hombre con una oratoria convincente, en cierta forma representan como una “panacéa” así  sea momentánea, a los miles problemas cotidianos que enfrenta la gente.  Sin embargo, esa forma de actuar, a mi manera de ver completamente irresponsabile y deshonesta, podría justificarse quizás en campaña electoral, es decir cuando esos “hombrecillos políticos” necesitan conseguir el consenso necesario para ganar. En ese caso, evidenciar los problemas y buscar a quien echarle la culpa, puede pagar buenos dividendos!

Cuando pero están en el poder y ha llegado el momento de hacer concretos esos ofecimientos para tratar de resolver finalmente  los problemas  que vive el país, seguir buscando con encarnizamiento a quien echarle la culpa, me parece de una gravedad  inmensa. Y lo que llama poderosamente la atención es que en esta búsqueda desesperada,  los “presuntos culpables” de esa serie de calamidades que afligen a esa pobre población desamparada  por lo general sean siempre los mismos, o sea los gobiernos anteriores, el odiado imperialismo yanquee, los vulgares acaparadores de medicinas, denotando una fantasía sumamente limitada.

Con tanta buena voluntad trato de comprender que, frente a ciertos males  realmente dramáticos que viven  esos países, sea casi imposible no buscar a un chivo expiatorio y es de perogrullo que los culpables naturales haya que buscarlos en los gobernantes anteriores o en la oposición. Es cómodo y no requiere particular imaginación ya  que es demasiado fácil sacar leña del arbol caído. Lo que me cuesta un poco más comprender es cuando esos “politicastros” de segunda categoría pretenden ensañarse con una adversión inusitada y con un verdadero odio en contra del imperialismo americano,  inculpándolo de todos esos males. Sin pretender exonerarlo de ciertas responsabilidades, que seguramente tiene, yo pienso que se requiere mucha fantasía para hacer creer, por ejemplo, que la corrupción, el desabastecimiento, la falta de seguridad, el aumento del costo de la vida, la enorme carencia de atención sanitaria, esa inflación galopante que reduce drásticamente el poder acquisitivo de los sueldos, esa pobreza creciente, esa falta de vivienda, esa carencia dramática de medicinas, en fin que todos esos problemas que confrontan los pueblos de ese continente sean culpa del “imperialismio yankee”.

Y así, desestimando de una forma realmente humillante la capacidad intelectiva de los pueblos, gastan cantidades macroscópicas de dinero en armamentos para poder enfrentar   –   por lo menos así dicen ellos   –   una eventulal invasión del tan odiado enemigo del norte cuando, en realidad, el motivo es otro. Y lo grave,  pero también lo triste, es que haya gente que por interés, porque victima de un lavado cerebral o por carencia de espíritu de pertenencia, se lo crean.

Hasta cuando!     




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