“No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra”.
Friedrich Niestzche.

Venezuela sigue atravesando una terrible crisis humanitaria, una hecatombe sin precedentes y sin paliativos en todos los ámbitos de la vida en lo social, económico, político, y en el marco institucional; es justo allí en dónde subyace el óbice de este drama colectivo trocado en confusión e hipnosis de la conciencia con el agravante del “naufragio de la escuela”, ese naufragio escolar que ha permitido que la mentira y el paradigma de la posverdad se instale en la narrativa de un ex país hecho añicos.

Venezuela es una suerte de Ilión tropical, arrasada, incendiada hasta sus cimientos; es un fardo ensangrentado, que coexiste en medio del panfleto publicitario y vacío, la crisis es una maraña irresoluta de malas prácticas, de imposturas, de laxitudes, de nihilismos y de inmaterialidades, potes de humo que se crean a guisa de herramienta, para esconder una realidad palmaria e incuestionable, esa realidad los increpa ante la historia y les señala como culpables de ser la peor desgracia que le haya podido ocurrir al país, un drama más lesivo que la guerra federal, en estas extenuadas líneas es imposible describir la carga de frustraciones que se incardinan en el colectivo nacional.

Seguimos siendo una sociedad fracturada por la hiperinflación, la regresión político-institucional y la barbarie, en medio de estas hostilidades se crean ilusiones y caminos alternos para burlar el fracaso que es característico a un régimen sin alma, pues no tienen pueblo, la gran tragedia de este circo inmenso que pretende no encontrar fin, es que tiene colaboradores en las filas de quienes simulan adversarlo, a la fecha de publicación de esta columna estoy seguro que la practica goebeliana de torcer la verdad y repetir eternamente una mentira hasta trocarla en verdad estará cosida en los laboratorios del régimen.

Sin embargo, la realidad es un muro, una roca incontrovertible, y hoy se demostró la ausencia absoluta de interés en participar de un evento electoral vacío y sin alma, en una suerte de verdad de utilería, que intenta amalgamar a una sociedad de sobrevivientes en torno a un nacionalismo absolutamente forzado, la calidad de la redacción de las preguntas del referéndum sobre el Esequibo, dan cuenta de la soledad de un régimen amurallado en su laberinto, y solo con el engendro de la violencia, reproducido en una cavidad oscura y hueca que simulaba ser una vaca, así mismo esta pamema de ejercicio electoral, solo ratifica el absoluto grado de repudiabilidad del régimen y su manía trocada en tara de pretender burlar la verdad, ya el chantaje de suprimir las ayudas o unos exiguos bonos no es suficiente para promover la participación en este anatema, en dónde la verdadera consulta residiría en inquirirle a la colectividad si desean tener autoridades electorales que sepan redactar sin galimatías perversas y obsecuentes cualquier simple cuestionario.

Finalmente, el régimen de la farsa puede mentir todo cuanto quiera, es su talante enlodarse en los posos del inconsciente, pero la locura por el mal tiene un límite, en el hastío de quienes hemos sido sometidos en estos interminables veinticinco años de pesadillas y onirismos crueles, que superan al “Teatro del Absurdo” propuesto por Antonin Artaud.




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