La grave crisis de la educación en Venezuela es una de las grandes preocupaciones que nos aquejan. No abarcaré toda la problemática ni mucho menos todos los niveles del sistema educativo, solo me referiré a algunos aspectos de la educación superior en la cual me he desempeñado como gerente en la Universidad de Carabobo desde hace más de tres lustros. En efecto, desde director de la escuela de Derecho, pasando por el decanato de su facultad primogénita (la de Ciencias Jurídicas y Políticas) y ahora, ocupando el cargo de secretario. La Secretaría de las universidades de acuerdo a la Ley son las encargadas de certificar los documentos que de ellas emanan. Pudiéramos decir que casi todos los documentos que emite la Universidad pasan por las manos del secretario.

Hago esta introducción para que se entienda que no escribiré sobre especulaciones, sino con pleno conocimiento de causa. Es decir, relataré lo que he vivido, no solo como gerente sino también como docente, pues estoy activo en mis horas de clases desde hace casi treinta años. La Universidad de ayer no se parece en nada a la que tenemos hoy. Sus carencias y dificultades cada día se multiplican. Gerenciar la Universidad del pasado -cuando en Venezuela se invertía en la educación- no es ni la sombra a esta Universidad de guerra. Hoy, literalmente: sobrevivimos. Son muchas las causas para decir esto. Desde lo económico hasta cualquier otro motivo que ustedes se puedan imaginar. A pesar de la gravedad existente, nuestros trabajadores están allí, llenos de preocupaciones al igual que los estudiantes. Todos sabemos que estamos muy mal pero lamentablemente nos quedamos solo en la preocupación y no logramos avanzar, por lo que hemos retrocedido. Las constantes luchas son para exigir salarios o becas dignas, que sinceramente están muy lejos de la dignidad en el trato que merecen trabajadores y estudiantes.

Hoy imposible pensar que un profesor haga sus estudios de cuarto o quinto nivel en una institución de Europa, eso es impensable el euro o el dólar al cambio, son inaccesibles. Antes, que los profesores viajaran, era lo común durante los años sabáticos o planes conjuntos. Mis profesores, casi todos, hicieron sus maestrías o doctorados en Italia, Inglaterra, Francia o España. Estudié Derecho. Daba gusto escuchar una exposición de mis maestros recién llegados de cursar estudios en el exterior, nos traían exquisitas enseñanzas. Criterios con experiencias vividas en el primer mundo. Con dolor lo digo: esa Universidad ya desapareció. Hoy nuestros colegas profesores estudian en la misma universidad, aunque son de buena calidad esos estudios, no es lo recomendable, porque se produce lo que los colombianos llaman “la promiscuidad académica”. Lo interesante del postgrado es  realizarlo en otras universidades y si es posible en otros países.

Universidad, herida de muerte.-

La Universidad venezolana si se mantiene bajo el mismo esquema, está condenada a morir. Lo escribo con angustia. El desvelo de sus autoridades no puede ser la de mendigar le asignen presupuesto para poder mantenerlas abiertas. Eso es lo que a diario hacemos. Suena feo, pero debo decirlo. La mayoría de los salones tienen los aires acondicionados dañados, las oficinas prácticamente igual, a oscuras o con poca iluminación, las becas de los estudiantes son miserables, quince mil o dieciocho mil dependiendo del tipo de beca. ¿Sabrá el régimen cuánto cuesta alquilar un cuarto, o el pasaje en autobús, sin pensar en un cachito, una empanada, un sándwich, un jugo o cualquier otra chuchería? La respuesta es: sí lo sabe, pero ellos, el régimen, insiste en su propósito de destruir la moral burguesa. Para ellos -el régimen-, quienes estudian y se superan son burgueses y, en consecuencia su moral deben destruir.

Hablar del sueldo de los trabajadores, solo para mencionar el de los profesores es hasta vergonzoso. Claro que da pena si lo comparamos con lo que gana un docente en los países donde valoran la educación. Al cambio amigos míos, un profesor universitario en Venezuela no gana ni siquiera un dólar diario.

Todos los días hablo con mis alumnos, con los empleados, obreros y  profesores, también lo discutimos en las reuniones de autoridades. Concluimos en que hay que asumir la verdadera lucha, no solo para defender la UC, mantenerla abierta y reimpulsarla, sino para rescatar la democracia en Venezuela.

He hablado muchísimo con mi rectora y amiga Jessy Divo de Romero, a quien la historia reconocerá como una ciudadana ejemplar, honesta, universitaria que dedica el tiempo que sea necesario para mantenernos unidos (a las autoridades). Solo así ha sido posible que la UC continúe activa. Nuestra UC se mantiene funcionando por ella, por su dedicación y por su permanente  acercamiento con los distintos gremios. Su regio, decente y convincente discurso, ha hecho posible lo que para otros quizá era irrealizable. A ella, nuestra rectora, mi respeto y admiración. Pues bien, en esas conversaciones siempre el tema que sale al tapete es la falta de recursos, la renuncia de trabajadores y la deserción estudiantil. Esos aspectos, al igual que los constantes hurtos, falta de transporte, deficiencia proteica para el comedor, reparación de la infraestructura, falla de los servicios públicos como el agua o la luz eléctrica; ya parecen una letanía pero son problemas que debemos atender constantemente. Desde luego, una Universidad en esas condiciones difícilmente puede ser productiva; y eso para no tardar en explicar los mecanismos para la reposición de material que cada vez son más engorrosos. Lo son, porque la UC, por ser una institución pública, debe regirse por procesos de contratación que están regulados en la Ley de contrataciones y, tal como está el costo de la vida, con una inflación exorbitante, hasta para comprar una caja de papel bond hay que hacer un llamado a licitación. En definitiva amigos, la gerencia de esta Universidad es una tarea cuesta arriba. A eso, también hay que sumarle las rendiciones periódicas de cuentas a la auditoria interna y luego a la Contraloría General de la República. De cada bolívar que ingresa a las arcas universitarias debe explicarse cuál será su destino final. Eso está muy bien, si los recursos fueran suficientes y no viviéramos agobiados por la inflación. El presupuesto que hoy nos dan para adquirir un  producto tiene una vigencia a lo sumo de tres días, esto quiere decir que, cuando se abre el proceso de contratación, el precio ha variado y por bastante.

Universidad, cuna de libertades.-

Hemos venido diciendo que la Universidad hay que reinventarla, pero es menester decir también que ninguna modificación que le hagamos podrá subsistir bajo este sistema político que padece el país. Mientras estemos en dictadura, quizá seguiremos administrando nuestra alma mater con los parámetros que nos impone una especie de economía de guerra, pero sin embargo urge cambiar nuestro comportamiento personal. Me explico. Si queremos salvar la Universidad y transmitir nuestro reflejo hacia el país, cada miembro de la comunidad universitaria debe convertirse en un líder para los cambios. Ustedes se preguntarán ¿cómo es eso? Muy sencillo: cumplir con nuestros deberes laborales y estudiantiles hasta convertir a la Universidad en nuestra trinchera de lucha para vencer la indiferencia ciudadana, para alertar el peligro que acecha no solo al alma mater sino también al país de continuar este régimen de oprobio que ha empobrecido al pueblo venezolano.

La Universidad no se rinde.-

Sin miedo tenemos que defender las ideas, sin miedo hay que alzar nuestra voz libertaria: en los salones, en los laboratorios, en el transporte, en los pasillos y en las comunidades donde residamos. No nos detengamos en pensar que no hay condiciones mínimas para el trabajo o para el estudio, lo que tenemos que tener es agallas y talento para esgrimir nuestras ideas, que trasciendan más allá de los espacios universitarios. Tenemos que estar muy claros que el principal enemigo de los regímenes de talante dictatorial son los universitarios. Somos los llamados a recuperar el país.

No perdamos más tiempo. ¡Es ahora o nunca! Que nadie falte a clases, que nadie falte a sus puestos de trabajo, solo así, recuperaremos y transformaremos nuestra UC y desde allí conquistaremos la libertad venezolana. Todavía podemos decir que el único espacio con indicio republicano lo tenemos en nuestras universidades. ¡A estudiar y a luchar!




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