Lorena Cardozo y Eduardo José Oropeza Marchán ya no estarán más físicamente  con sus familias. Tampoco cumplieron sus sueños de ayudar a los suyos cuando trabajasen en Ecuador y Chile, respectivamente, donde emigraron en busca de oportunidades laborales y económicas que hoy no brinda Venezuela a ninguno de sus habitantes, porque la forma anárquica y dictatorial como ejerce el poder el actual presidente  de la República, además de su visión comunal y societaria de la economía,  destruyó, en todos sus ámbitos, a este país, en otrora próspero y prometedor de una alta calidad de vida. Con sus políticas económicas fallidas, de corte, comunista, originó en Venezuela una hiperinflación que hace añicos el poder adquisitivo de los trabajadores. E igual,  acabó con la clase alta y media, al tiempo que llevó al pobre a la máxima miseria. Una pobreza extrema que  les niega ingerir alimentos aunque sea  una vez al día. Una miseria que los obliga a calmar el hambre, más no alimentarse ni nutrirse, con los desechos apostados en las distintas aceras de las ciudades y pueblos constitutivos de esta nación sudamericana que en el ayer contaba con una economía estable y una democracia sólida.

Pese a  su juventud, a Lorena y a Eduardo, la muerte les sorprendió en otro terruño que no era su hogar.  Muy lejos de sus seres queridos, a quienes  dejaron cuando decidieron sumar las filas de los emigrantes,  con el dolor que significa decir adiós, pero con la esperanza de poder lograr en esos países latinoamericanos un sustento económico que les permitiera mantenerse ellos y  garantizarle las tres comidas diarias, así como otras bendiciones a sus padres, hermano, esposa e hijos, con el fruto de los empleos realizados en esas latitudes de bajas temperaturas y alturas superiores a los mil metros sobre el nivel del mar. Tres comidas imposibles de hacer en Venezuela ante las nefastas políticas públicas económicas, laborales y sociales implantadas arbitrariamente por el presidente Nicolás Maduro, más  los miembros de su gabinete y aupadas por funcionarios que de los otros poderes públicos que no funcionan con autonomía, sino bajo las directrices y órdenes de máximo jefe del Poder Ejecutivo.

Lorena y Eduardo José no alcanzaron sus sueños de vida digna que hoy es negada a cualquier venezolano que aún mora en el Distrito Capital, los 23 estados o en  alguno de los 335 municipios  que conforman la división política territorial. No obstante a estos tráficos fallecimientos, la migración de venezolanos continúa día a día. Es como si se huyera de la peste o de un destino perverso y ruin, en el cual únicamente se tiene seguro el hambre, la tristeza y la muerte.  El puente Simón Bolívar de Cúcuta es testigo fiel de los 400 mil venezolanos que diariamente escapan de las desgracias implantadas por el Socialismo del Siglo XXI.  Penurias que podrían profundizarse en caso de que Nicolás Maduro obtuviera nuevamente la victoria en las elecciones presidenciales del próximo 20 de mayo,  en virtud de que los representantes del sector opositor no participaran, porque las condiciones establecidas por el Consejo Nacional Electoral no garantizan su probidad, pues las rectoras del órgano rector trabajan en pro de la reelección del Jefe del Estado, porque ellas son parte de su curú político. Por tanto, deben asegurarle su cargo porque a través del mismo, también ellas obtienen prebendas garantes de un alto nivel de vida que el 95 por ciento de los venezolanos no goza por no pertenecer a la cúpula partidista del PSUV o del gobierno.

De lunes a domingo, 400 mil conciudadanos salen en estampida de las tierras venezolanas por la frontera con Colombia, en Cúcuta,  como para oxigenarse y librarse del yugo impuesto por quienes hoy gobiernan a la tierra de Simón Bolívar y quienes a fuerza de populismo, demagogia y de medidas efectistas han convertido a Venezuela en un Estado en ruinas, donde la deserción escolar es latente e impresionante, porque los padres de los estudiantes no tienen dinero para pagar los pasajes de ida y vuelta a los colegios. Menos   para comprar los productos alimenticios y  alimentarlos. Tampoco para comprar los uniforme y útiles escolares.

Las escuelas públicas y privadas se quedan vacías.   No sólo de los niños y jóvenes, sino de los educadores, los cuales en manada abandonan sus responsabilidades en las aulas de clases para salir del país y alejarse de todo lo que implica la revolución bolivariana.  Para impedir que sus vidas sean mayormente  vulneradas y diezmadas por todas  las penurias que  tanto Nicolás Maduro, como los demás impulsadores del Socialismo del Siglo XXI les han hecho sufrir  por falta de   comida, medicinas, dinero en efectivo y recursos económicos suficientes para adquirir los productos alimenticios importados exhibidos en varios súper o mini mercados a precios dolarizados y que  jamás  podrán comprar los asalariados, así sean profesionales, menos por aquellos devengantes de un salario mínimo, porque el mismo  no se ajusta a la realidad  económica, pese a que cada dos meses es incrementado, en menor proporción que lo establecido a los tickets de alimentación, lo cual distorsiona aún más las reglas de la economía.

Venezuela se está muriendo poco a poco. Ni Petróleos de Venezuela escapa de esa muerte ni de la huida de sus trabajadores, ahora más cuando el nuevo  contrato colectivo  eliminó conquistas laborales logradas a las trasnacionales en la huelga petrolera de 1936, como las guardias de ocho horas y  los comedores industriales para los trabajadores. Medidas que demuestran que no hay alimentos para abastecer y mantener una infraestructura como ese comedor y que el Estado de Derecho es negado por quienes dirigen hoy la nación, por cuanto la Constitución Nacional establece que a ningún trabajador no se le puede desmejorar ni quitar ningún beneficio alcanzado. Decisión que no será suplantada por la tarjeta TEA, pues tampoco su monto fue aumentado por contratación colectiva, sino por medio del incremento de la unidad tributaria anunciado por el Jefe del Estado. Esto significa que los trabajadores de la estatal petrolera perdieron el estatus social tenido cuando la empresa tenía prestancia internacional y no funcionaba cuan cualquier ministerio, como ahora. También que la producción petrolera está en picada y la venta del hidrocarburo ya no produce las divisas necesarias ni para otorgar sueldos y salarios dignos a sus empleados. Este descalabro económico será consecuencia de su mal manejo o de la perdida de los  300 mil millones de dólares perdidos durante la gerencia de Rafael Ramirez? o será que desde el mismo momento en que PDVSA pasó a ser de todos, ya no era de nadie?

Lo cierto es que la deserción de trabajadores del Estado únicamente no se ha dado en el sector educativo. Igual sucede  en el mundo militar y en el área  de la  salud, el cual  ha sido tan significativo y prominente, hasta el punto de que en Chile un gran porcentaje de médicos venezolanos fueron absorbidos por el sistema sanitario chileno, gracias a su formación académica y experiencia en las áreas clínicas y quirúrgicas. Profesionales de la medicina que emigraron porque  la ética profesional les asiste y no podían aceptar la muerte de sus pacientes por la carencia de insumos médicos, medicinas y demás requerimientos en los hospitales del país. Es una cuestión de principios que salen de relieve en aquellos que estudian una carrera por  vocación y la convicción de ayudar a vivir, más no  a morir, bien sea a través de la cura, la educación, la seguridad y el resguardo de las libertades públicas.

 




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