Los oficialistas se jactan de haber obtenido más de 8 millones de votos en la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, pero saben que eso es una falacia, porque el  88 por ciento de los electores de este país no salió a sufragar en esa convocatoria pautada el pasado 31 de julio 2017, porque se encuentran hastiados de la mala gestión ofrecida por los propulsores del Socialismo del Siglo XXI en sus 19 años de vida. Durante  sólo han originado  hambre, atraso, miseria y la debacle total de este país tan pujante económicamente y moralmente en la otrora.

En el ayer fue cobijo de emigrantes que encontraron en esta geografía tropical un asidero perfecto para echar raíces y desarrollar proyectos coadyuvantes del progreso nacional, actualmente en total decadencia y con vestigios de morir a causa de las erróneas políticas públicas dictadas desde el Poder Ejecutivo y secundadas por los poderes Judicial y Moral. Gracias a ese Socialismo del  Siglo XXI fecundado por Hugo Chávez y regado por Nicolás Maduro y seguidores, Venezuela se ha convertido en una nación donde cada día huyen su gente, especialmente sus jóvenes, hacia otras latitudes en busca de un mejor porvenir que jamás podrán encontrar en su terruño, debido a la destrucción masiva sufrida que hoy presenta tanto el aparato productivo nacional, como cada una de sus áreas estratégicas, por cuanto los revolucionarios sólo se preocupan por imponer ese modelo de gobierno en el cual la propiedad privada ni las libertades públicas tienen cabida.

Aunque repitan una y otra vez que los constituyentista ganaron con el 41,53 por ciento del padrón electoral, todos los venezolanos, bien sean simpatizantes gobierno o de la oposición, así como como la comunidad internacional saben que eso es falso, porque ese último domingo del mes de julio, los distintos centros de votación estaban totalmente desolados y únicamente el Poliedro de Caracas a última hora de la tarde hubo una menguada concurrencia gracias a la estrategia malsana usada por la gente del gobierno, de ofrecer cajas del CLAP a los quienes acudieran a votar allí. Un chantaje populista y grotesco que irrespeto la dignidad de cada ser humano que por hambre tuvo que salir a votar, pese a no creer en esos comicios por su fraudulento proceso, pues desde su convocación hasta su selección estaba signada por la inconstitucionalidad y el descrédito.

Aunque esa mentira   pretendan convertirla en verdad repitiendo una y otra vez que los constituyentista fueron seleccionados por 8 millones de electores nadie se los cree. Ni siquiera sus seguidores, porque saben que la corrupción, la ineficacia gubernamental y las pretensiones autoritarias de Nicolás Maduro y sus aliados del gobierno acabaron con la revolución bolivariana, porque ésta se desmarcó de los principios democráticos y camina aceleradamente hacia una recia dictadura, cuya visión es centralización y anarquización del poder y en el cual votar ya no será un derecho sino un deber y un acto asistido por quienes pretenden enquistarse en los cargos públicos y necesitan del “voto” para hacer creer a la opinión pública que su gestión es democrática por permitir el sufragio.

Pero no es así, porque en Venezuela el votar en unos comicios legales se ha convertido en una odisea que obliga al sector opositor a pasar  por una diversidad de dificultades y penalidades para lograr que el árbitro electoral convoque a elecciones pautadas en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y no por la Asamblea Nacional Constituyente, como el presidente Nicolás Maduro y otros miembros del Partido Socialista Unido de Venezuela pretenden hacer creer para desmotivar a la gente a votar en cualesquiera elección que deben hacerse en las postrimerías, como las de alcaldes y concejales, diputados a los consejos legislativos regionales y las presidenciales.

Y hasta en estas recién hechas elecciones de gobernadores se notó como la propaganda oficialista fue desmotivante al voto y proclive a la abstención. El discurso gubernamental fue desalentador y el norte de su propaganda política fue  a favor de  no acudir a las urnas a ejercer el derecho al sufragio.  Amenazaron  con no reconocer ni juramentar a cualquier gobernador opositor que fuese electo si no se subyuga a los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente. Un vil chantaje, sabiendo que los constituyentista llegaron a esos cargos de forma oscura y fraudulenta. Además tampoco son reconocidos en el ámbito internacional, excepto los países cuyos presidentes son proclives a la dictadura y el  autoritarismo, como Nicaragua, Cuba, Bolivia, Rusia, China.

Para que los electores puedan votar ahora en Venezuela tienen que torear la serie de obstáculos que las rectoras del Consejo Nacional Electoral les colocan en su camino a fin de que no ejerzan el sufragio, por cuanto saben que la mayoría de los venezolanos están a favor del cambio político, económico y social. Los cambios inconsultos y sin aviso de los electores de sus centros de votación primarios es una de las estrategias nefastas hechas por el ente comicial para confundir y desmotivar a los electores.

El decir que el voto no es secreto y obligar, por ejemplo, a  los funcionarios públicos sufragar por el candidato oficialista porque perderán el empleo u obligarlos a  votar de forma asistida y el exigirles su chequeo con el carnet de la patria en los distintos puntos rojos instalados cerca de los centros de votación, aminora la participación ciudadana en cualquier comicio electoral, por cuanto tales exigencias vulneran la libertad de elegir democráticamente. También impide la participación masiva del electorado el no saber si el árbitro electoral  respetará la votación mayoritaria o trastocará con el fraude los resultados reales de cada contienda, porque en dictadura se impone el criterio del opresor y no el de la población.

Las rectoras del Consejo Nacional Electoral cierran las puertas al voto, porque sabe que el gobierno de Nicolás Maduro tiene más del 82 por ciento de rechazo, razón por la cual dilataron las elecciones de gobernadores que debieron hacerse en 2016, junto con las de los parlamentos regionales, hoy diferidas con las de alcaldes y concejales. Tampoco se atrevieron a hacer el referendo revocatorio e inventaron las mil y una excusas para impedir que se diera ese proceso consultivo, pues sabían que la población revocaría al primer mandatario nacional, quien al parecer quiere permanecer en el poder hasta consolidar el modelo castro comunista en el país, es decir el gobierno del hambre, la pobreza, la miseria, la opresión, el dominio, la infelicidad, la depresión, la desesperanza y la subyugación civil, en el cual el ser humano pasa a ser un esclavo, enajenado y pasmado. Durante el mandato de Hugo Chávez hubo miles de elecciones porque supuestamente los votos le favorecían. Con Maduro, ese apoyo se acabó y hoy el Consejo Nacional Electoral le saca el cuerpo a cualquier elección, porque quieren favorecer al régimen socialista, de cuyo partido son integrantes e impedir que se quiebre la revolución bolivariana que les garantiza un status quo que talvez en otro sistema político no lo alcancen.

 

 

 

 

 

 

 




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