Ya no gimen ni viajan las notas que salían de aquel violín y volaban al cielo desde las manos y el ingenio de un joven venezolano que solo pecaba por querer a su país. Con la fuerza que genera el convencimiento de lo correcto, avanzaba por sus calles, su ciudad, defendiendo sus derechos, pero la depredación de la decencia, dignidad y moral que continúa causando el régimen lo quiso  acallar. El momento de ira y odio “in crescendo” del totalitario verde oliva progresaba, pero la fuerza de la resistencia traducida en notas también crecía y se mantenía, hasta que el opresor valiéndose del mas estúpido de los argumentos que es la fuerza bruta prevaleció, alcanzando un “Allegro prestissimo con fuoco”  y con la arrogancia que brinda la posesión de un arma, destruyó al violín de otro de los  héroes de esta lucha cívica: el violinista público que no busca los aplausos de una audiencia, sino que intenta a través de su arte elevar su protesta ante tanta crueldad

Sin entender como la brutalidad prevalecía, como la barbarie suplantaba a las artes, sin ni siquiera imaginar cómo unas notas sutiles que salen de un instrumento musical hermoso que emite tonos que se asemejan a la voz humana, podían encender la ira y el odio de funcionarios asalariados y enceguecidos por un empeño comunista y exterminador de todo, el joven Wuilly Moisés Arteaga solo exclamo llorando: “Reventaron mi violín. ¿Hasta cuándo vamos a estar con esto?”. No podía entender él, no puedo entender yo y no puede entender nadie

La destrucción del violín por la atrocidad y salvajismo que implica, se convierte en otro símbolo de la brutalidad y fiereza  del régimen. De ese violín ya no saldrán la Histoire du Tango de Astor Piazzolla ni conciertos para violín de Tchaikovsky, ni los cuartetos para cuerdas de Bethoveen. Tampoco se oirá la hermosa melodía tocada con violín My Heart Will Go  del film Titanic. Yo me pregunto cómo se sentirán otros venezolanos virtuosos del violín como Alexis Cárdenas, Ron Alvarez, Daniela Padrón, la joven Elisa Castillo o Simón Rondón desde el Metro de Madrid

Por supuesto que nada iguala al dolor y desgarro en el alma que nos producen los asesinatos cometidos con decenas de jóvenes que enlutan a Venezuela, pero la agresión a este joven es otra muestra de la intolerancia, pero sin dudas, otros violines saldrán a la calle con más fuerza, determinación y más coraje. Estamos ante la protesta sin retorno que nos brindará nuevamente no solo al país que teníamos sino que será el país que soñamos

El salvajismo, porque quizás no se puede describir de otra manera, no tiene límites y entonces no quisiera pensar que los represores del régimen sigan destruyendo símbolos y hoy solo quisiera ser músico trompetista para irme al frente de una marcha y rendirle culto a los muertos interpretando «Toque Silencio», recordando así al Capitán del Ejército de la Unión Robert Elly, quien hizo tocar con trompeta esta desgarradora pieza musical en el entierro de su hijo, soldado del Ejército Confederado, durante la Guerra Civil o de Secesión  en Estados Unidos. Quizás los dictadores me rompan la trompeta pero nunca silenciaran las notas sublimes de libertad que llegan a lo profundo del alma, tal y como llagaron y seguirán llegando las de Wuilly Moisés, el humilde músico que el Estado vilmente pisoteó y con él a todos nosotros

 




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