Quizás lo único bueno que se puede sacar del chavismo caribeño, después de 20 años de calamidad y desmadre, es que el mundo –o parte de él, al menos- sea ahora un poco menos ingenuo. Aunque haya todavía mucha gente, personajes y movimientos políticos que se resistan a aceptarlo, no se puede negar que hay una corriente de opinión extendida por el planeta que está muy consciente de los alcances perversos de la dictadura rojita y que no duda en denunciarla, sancionarla y poner sus crímenes al descubierto.
Una víctima colateral importante del desastre venezolano ha sido la izquierda, tanto la que opera en la región como la europea o la norteamericana. Muchos de los otrora impolutos luchadores sociales, defensores de los pobres, paladines de los derechos humanos, opositores al capitalismo salvaje y demás títulos honoríficos, han quedado penosamente expuestos al arrimarse al impresentable régimen chavista para defenderlo, retratarse con su sargentada y rebuscarse unos negocios o unas asesorías. El dinero venezolano ha engrasado las manos de Podemos en España, del MAS de Evo Morales, de la dictadura sandinista, del peronismo argentino y del castrismo cubano, por solo mencionar algunos de los beneficiarios de la millonada que se ha repartido, a costa del bienestar y la vida de los venezolanos, en prebendas, regalos, corrupción y pago por favores recibidos.
Hoy, la “revolución” cubana no es la lucha romántica de unos poco idealistas contra el Imperio del norte, como ha sido el discurso de la nomenklatura y como se cantaba en la ya desangelada nueva trova, sino una tiranía despiadada que tiene muchos años enseñando a controlar, reprimir y torturar a cambio de unos buenos puñados de dólares (decenas de miles de millones, siendo conservador). Los “canallas” que iba matando el Elegido con su cañón de futuro –Silvio Rodríguez dixit- no eran buitres que se alimentaban con las entrañas de los desvalidos. Eran gente normal, trabajadora y decente como usted o como yo.
En América Latina, los panas del régimen chavista no han sido ni son los reivindicadores de la justicia y la libertad de los pueblos, sino una pandilla que se aprovechó de la ignorancia, el manirrotismo y la falta de escrúpulos de Chávez y su descendencia para amarrar botines y sacar provecho personal y político. Un desprestigio que es aún mayor si se destaca la conexión evidente entre esa izquierda caritativa e intachable con el narcotráfico internacional o el terrorismo antisemita del Medio Oriente.
El chavismo ha sido, y sigue siendo, un hueco en la línea de flotación de la campaña inmemorial de la izquierda por ser la propietaria y dueña de la patente del amor por los que menos tienen. La izquierda busca el poder con tanta o más avidez que sus rivales de centro o derecha, pero el cuento de la redención y el amor delata su hipocresía muy por encima de los que solo prometen un gobierno eficiente y bien administrado, con más o menos capitalismo y más o menos Estado.
La evidencia más rotunda de la farsa izquierdista está representada en la misma Venezuela. Los que hace 2 y 3 décadas se llamaban campeones de la honestidad, protectores del “pueblo bueno” y hasta poetas son los que hoy asesinan, reprimen, ocultan, torturan, roban y viven como maharajás. Son los que se burlan de los 5 millones de paisanos que han tenido que salir del país. Los que no quieren dejar de mandar. Los verdugos. La izquierda desnuda.
Un feliz año 2020 para todos nuestros lectores.