Luis Alejandro Borrero | lborrero@el-carabobeno.com

 

Sonaba la música a todo volumen. Se celebraba cumpleaños de
Andriana, una veinteañera. Eran las 4:30 a.m. del 30 de enero en el barrio
Rafael Dordelis de Santa Rita, a ocho kilómetros al sureste de Maracay. Un
grupo de jóvenes estaba fuera de la casa cuando pasó un carro blanco y desde
adentro arrojaron dos granadas hacia la fiesta.

Una decena de personas pudo correr cuando se escuchó el
grito de advertencia. Pero a otras dos no les dio tiempo. 12 resultaron heridas
en ese ataque, incluyendo la cumpleañera, quien perdió la dentadura. Al día
siguiente la sangre se secaba en la acera, cerca de las gaveras de cerveza
vacías. Ese caso, en el que dos vidas se perdieron, nunca fue investigado.

Son pequeñas, compactas y fáciles de esconder. Es más sencillo
ocultarlas que a un fusil AK-47. Pero son igual de destructivas. Por eso se
hicieron tan populares en las cárceles las granadas. Sería difícil metaforizar
que fueron la espoleta de la aparición de “pranes”, pero sin duda el auge de
ambos elementos tiene relación, analizó Marcos Tarre, experto y autor en temas
de seguridad.

Las cárceles son industrias de la delincuencia organizada. Y
allí las granadas son un elemento importante dentro de la ecuación, con mucha
demanda. Es simple: quien tiene más poder de fuego ostenta el control del
penal. Por eso los artefactos, de hasta 400 gramos según el modelo, son bien
valorados en el recinto carcelario.

La falta de control por parte del Estado tendría sus efectos
nefastos. Pronto el fenómeno se empezó a replicar más allá de los muros. Tal
como un virus migró a la sociedad. En las calles de zonas populares fueron
copiados por los delincuentes aún en libertad, los esquemas de reclusos. Por
eso ellos también comenzaron a buscar granadas, para aumentar su poder de
fuego. Igual como pasó en el barrio Rafael Dordelis.

Y los resultados son evidentes. Es el lado malo el que va
ganando. Entre enero de 2013 y marzo de 2015 Venezuela se posiciona como el
país de Latinoamérica con más muertes por granada. 18 fallecidos por culpa de
un objeto que nunca ha debido salir de los cuarteles, sostiene el escritor.
“Los delincuentes van buscando establecer su zona de control. Y por supuesto,
sin presencia policial eso se les facilita”. 

 

—¿Qué lectura tiene
de las constantes muertes por granadas en Venezuela en los últimos días?

—Son hechos graves, que deben ser investigados. A diferencia
de otras armas, como la pistola y el revólver, son de uso exclusivo de las
Fuerzas Armadas ¿Cómo han llegado a manos de los delincuentes? Esa es la
pregunta que todos los venezolanos nos hacemos.

 

—¿Las granadas son
importadas o se hacen aquí?

—En teoría, la Compañía Anónima de Industrias Militares
(Cavim) ha dicho que aquí se producen algunas, pero la mayoría es importada.
Cuando se tienen en Venezuela las granadas van a los parques de armas
militares. Y de allí terminan en las cárceles o en las calles.

 

— ¿La Guardia
Nacional Bolivariana (GNB) tiene acceso a granadas?

—Sí, por supuesto. Como componente de las Fuerzas Armadas.

 

—Pero siendo la GNB
la que custodia las cárceles ¿Son las granadas parte de su equipamiento dentro
de los penales?

—No, en absoluto. Por eso nos preguntamos cómo llegan esos
artefactos allí.

 

—¿Cómo cree usted que
llegan a manos equivocadas?

—Siempre hay funcionarios corruptos, soldados. Ellos se las
venden a los delincuentes. Puede ser también, aunque menos probable, que
lleguen por contrabando al país. Pero a quien le toca determinar es al
Ejecutivo. Incluso con los fragmentos de una detonada se puede determinar qué
tipo de granada es y cómo llegó a criminales.

 

El desenlace estaba claro. Luego aparecieron las megabandas.
No son más que grupos hamponiles fortalecidos enormemente. Su fuerza se explica
porque tuvieron acceso a armas e incrementaron su poder de fuego, describe
Tarre. Según la Organización No Gubernamental Paz Activa, hay 10 megabandas
operando en Venezuela.

El Estado es un compendio de planes fallidos. Un ejemplo es
la instauración de las zonas de paz, argumenta Tarre. Les define como un plan
extraño y poco transparente. “Además eso se hizo de espalda a las comunidades
afectadas”.

 

¿Dónde están las
1.000?

La memoria y cuenta del Ministerio de Defensa incluye un
apartado para la Compañía Anónima de Industrias Militares (Cavim). En su
informe anual de 2014, la empresa estatal reconoce que, pese a que se aprobaron
recursos para la fabricación de granadas, no fueron entregadas al cierre de ese
año.

El proyecto —especificado en la página 395 del documento—
explica que se realizó un contrato desde el Min-Defensa cuyo objeto era la
obtención de armas para las Fuerzas Armadas. El monto es  11 millones 199 mil 646,35 bolívares. Cavim
añade que resta por entregar mil granadas de mano tipo bivalente, de las que
nunca hubo noticias oficiales.

Es una muestra de opacidad, agrega Tarre. Sería
irresponsable establecer una conexión directa entre las mil granadas con
destino desconocido a las recientes muertes con estos artefactos en las calles
de Venezuela. Pero el Gobierno está llamado a investigar y aclararle al país
qué hace con los recursos.




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