Estefanía Rosales Coronel

La culpa es del calor. “Pasamos de 16.800 megavatios, a una demanda sobre los 18.300 en una semana (…) En esas condiciones, el sistema comienza a tener problemas de estabilidad”, admitió el ministro de Energía, Jesse Chacón. Le achacaba al aumento de la temperatura climática el auge del consumo que obliga a acentuar el racionamiento. Reducir la jornada laboral del sector público fue la medida del Gobierno para ahorrar electricidad. Contrariamente para los expertos, si se tomaran las previsiones, los fenómenos ambientales no deberían agudizar la crisis energética.

Las condiciones meteorológicas no inciden en la producción ni en el consumo de energía eléctrica, sino que crean la necesidad de generar electricidad para satisfacer la demanda, explica el doctor en Planificación de Recursos Hídricos y asesor en proyectos hidrológicos Edilberto Guevara.

Aunque hay fenómenos macroclimáticos como El Niño, que alcanza su madurez entre mayo y junio según el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología, ocasionando prolongadas sequías e incremento en las temperaturas que afectan la producción de energía hidroeléctrica, el déficit podría ser compensado con las plantas termoeléctricas. Pero con una inversión de 40 mil millones de dólares, aún no están completamente operativas.

Los embalses más vulnerables son los que se encuentran en la región andina por su cercanía al Océano Pacífico. Son de baja capacidad de regulación, es decir con poca resistencia a períodos de sequía [de 1 año]. Su producción conjunta de 2.177 gigavatios por hora (GWh), representa apenas 2,34% de la generación nacional, por lo tanto el impacto ocasionado por El Niño, la disminución de la producción tiene efectos regionales devastadores, pero poco alcance nacional.

Sin embargo, los contratiempos en el sistema energético nacional se presentan durante todo el año y se han intensificados en este período de sequía. Las frecuentes interrupciones –algunas programadas- están afectando con intensidad el interior del país, donde reside el 70% de la población y se prolongan por más de 24 horas. En el caso de Carabobo, el promedio de los apagones oscila entre 15 y 25 horas, según el mapa publicado por el grupo especialista en materia energética Ricardo Zuloaga. Y la falla registrada en Planta Centro, este 20 de mayo, dejó sin luz a cuatro estados Carabobo, Yaracuy, Miranda y Falcón, en este último la situación se ha tornado tan crónica que en diversos municipios, como Punto Fijo y Puerto Cumarebo, han cerrado vías y quemados cauchos.

Eventualidades que podrían agudizarse, si tomamos en cuenta que la cota del Guri se encontraba en 249,62 m.s.n.m [metros sobre el nivel del mar], de acuerdo con el portal de Corpoelec, es decir, a un poco más de 9 metros de su nivel de operación mínima y a 22 metros del más óptimo. Si desciende más, podría llegar a niveles críticos, y sería necesario apagar 8 turbinas de 730 MW. Por la caída del embalse de Guri, más las unidades fuera de servicio [6 en total], la capacidad máxima de la central estaría en los 6.200 MW, un poco más de la mitad de los 10.310 MW instalados, por lo que la indisponibilidad es de 39,9%, según cálculos del ingeniero José Aguilar.

Aun así, en la represa del Guri, el paso de El Niño no debería resultar tan crítico como lo es para otras centrales más pequeñas, ya que fue diseñado con un tiempo de regulación de 32 meses, puntualizó Guevara.

Gestión errada

Las estadísticas que maneja el especialista Aguilar demuestran que históricamente en el mes de mayo se replica la demanda máxima del año anterior, pero esto no ocurre desde 2013, cuando alcanzó los 18.696 MW. Desde 1998 se tenían ya precisadas las proyecciones de la demanda energética hasta el 2023. “El verdadero problema es el modelo gerencial y que no está 100% disponible la generación termoeléctrica”.

El informe de la Comisionaduría Nacional para los Procesos de Generación de Corpoelec reportó 33% de indisponibilidad en la capacidad instalada de la generación térmica e hídrica en el país, de 9.785 megavatios, en diciembre del 2014. En mayor proporción (70%) en las plantas termoeléctricas. Planta Centro tiene una de sus máquinas de mayor potencia paralizada desde agosto de 2012. Si Planta Centro tuviera disponibles 1.500 o 1.800 MW, el sistema estaría estable, señaló el ingeniero.

Pero, cuando se llega a la necesidad de racionar la energía, las deficiencias son inocultables: Más de 28.000 GWh se han tenido que recortar durante la gestión actual, según los datos aportados por el ingeniero Aguilar. La generación térmica no puede compensar las bajas en las cotas de la principal represa hidroeléctrica. Sin mencionar que el mantenimiento que reciben las unidades no es óptimo. Cuando el río Caroní se contrae, se debe incrementar la generación de las centrales térmicas para que el embalse no se vacíe tan rápido y evitar la fase crítica; pero se sigue turbinando al mismo ritmo, lo que pone en peligro todo el sistema. “Así entramos al siglo XXI en la era de la desenergización, el crecimiento energético más pírrico que hemos tenido”.

Cero planificación

En su búsqueda de la eficiencia energética, a juicio del experto en generación de energía Raúl González Acuña, el Gobierno ha olvidado incluir métodos para contabilizar el resultado. Recomienda estudiar la carga común de los edificios para visualizar el consumo por iluminación, ascensores y bombas de agua.

Resolver el problema eléctrico requeriría un periodo de 12 a 18 meses, y una inversión menor a los 40.000 millones de dólares que se han invertido hasta el momento. “Con un equipo capacitado”, enfatizó el ingeniero Aguilar.




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