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Ana Isabel Laguna || alaguna@el-carabobeno.com

@anaisabellaguna

Ser un donante de riñón representa más que un acto de buena
voluntad; el procurarle la vida a otro ser humano es superior a cualquier otra
acción que se pueda realizar. Por lo que hay ciertos aspectos que son tomados
en consideración por los médicos para garantizar que la cirugía se realice sin
ningún inconveniente, tanto para el donante como para el receptor del injerto.

Durante la LXX Jornada Nacional de Cirugía, la especialista
en trasplante renal, Patricia Alejandra González Romero, explicó que tanto un
donante cadavérico como uno vivo, representan oportunidades valiosas de vida
para el paciente renal.

En el caso específico del donante vivo, la persona debe
cumplir con diversos requisitos como: estar completamente sana, de acuerdo con
el artículo 18 de la Ley Sobre Trasplante de Órganos, podrá ser pariente hasta
quinto lazo de consanguinidad, cónyuges, concubinos, filiación por adopción y
trasplantes cruzados con el receptor, además de evaluar las variantes
anatómicas del órgano a donar.

“Diversos estudios han destacado las evidentes ventajas del
trasplante renal vivo frente al trasplante renal de cadáver. Estas ventajas
son, de índole individual, porque benefician al receptor  en cuanto a sus expectativas de
supervivencia. Más aún, tiene beneficios colectivos, ya que ayudaría a
solventar la escasez de órganos, que se acentúa con el tiempo”, dijo González.
Al aumentar la participación de donantes vivos se incrementan las
probabilidades de los pacientes con enfermedad renal terminal.

En general el riesgo que asume un donante de riñón es
inferior al que asumen otras personas que se someten a anestesia general y
cirugía mayor, ya que todos los donantes tienen acreditada una buena salud. Por
ende, a todos ellos se les informa los riesgos inherentes a la anestesia, la
cirugía y posibles complicaciones intraoperatorias y postoperatorias, propios
de cualquier intervención quirúrgica que representan solo el 0,03% de los
casos.

La enfermedad renal

La enfermedad renal crónica ha pasado de ser una condición
que afectaba a pocos individuos, a una patología común de gravedad variable.
Algunos factores de riesgo por los que se presenta son: edad igual o superior a
los 60 años, hipertensión arterial, diabetes, enfermedad cardiovascular,
obesidad, enfermedades autoinmunes, antecedentes de insuficiencia o enfermedad
renal y aguda, insuficiencia cardíaca y neoplasias.

De acuerdo con el Anuario de Mortalidad en Venezuela
2011,  publicado en enero de 2014, la
insuficiencia renal es la enfermedad número 14, dentro de las 25 principales
causas de muerte en el país.

“Esto se traduce en un total de 16.000 pacientes que se
encuentran en terapias dialíticas, de los cuales sólo el 50% es considerado
para ser trasplantado, existiendo una lista de espera de al menos 1.000
personas, y logrando apenas unos 300 trasplantes de riñón al año. Lo que está
generando una mayor inversión en los costos de salud pública y mermando la
calidad de vida y la sobrevida del paciente renal”, acotó la doctora González.




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