Durante gran parte del siglo XXI, muchos gobiernos latinoamericanos se hicieron los locos con la tragedia venezolana. Me refiero, claro está, a los gobiernos que estaban claros de los desmanes de la hegemonía, pero que no hicieron nada o casi nada al respecto, y más bien buscaban excusas para justificar tal conducta omisiva.

Hubo otros gobiernos, no pocos por cierto, que estaban encantados con la dadivosa hegemonía venezolana, siempre dispuesta a repartir petrodólares sin ningún tipo de control o contraprestación. Fueron muy pocos los gobiernos de la región que llamaron al pan pan y al vino vino. Entre estos, el gobierno de Oscar Arias en la pequeña Costa Rica.

Pero el ambiente regional ha ido cambiando para el señor Maduro. De la variable aceptación, así fuera por razones impresentables, se ha pasado a un creciente cuestionamiento. El cambio político producido en Argentina, Brasil y Perú hace que la crítica se acuerpe en los correspondientes gobiernos, y en los organismos internacionales de carácter latinoamericano.

Esa presión la sienten Maduro y los suyos, y a pesar de la ufana retórica, deben estar alarmados. Pero además, el despotismo y la depredación se han hecho más notorios, y eso logra que gobiernos otrora amistosos, ya no lo sean tanto. Quizá no voten en contra de Maduro, pero tampoco lo defienden.

Y ese malestar hacia el poder establecido en Venezuela, y sus ejecutorias antidemocráticas, no parece que vaya a ceder sino más bien a reforzarse. El secretario general de la OEA, el socialista Luis Almagro, está empeñado en eso. Su actitud salva la honra de la secretaría general, tan venida a menos por la gestión complaciente del chileno Insulza.

El tema de activación de la Carta Democrática Interamericana ha entrado en debate candente, y ello contribuye a una mayor y mejo difusión de la mega-crisis que acontece a Venezuela. Una de carácter humanitario, sin precedentes en nuestra historia de país petrolero.

Es legítima la preocupación continental por la tragedia venezolana. Tardía, sin duda, pero como dice el refrán: más vale tarde que nunca… Pero además, ya no se trata de mera preocupación, sino de una ocupación expresa. En algunos casos más diligentes que otros, pero se está acabando la neutralidad cómplice, y ya quedan muy pocos pretextos para no llamar las cosas por su nombre. Es una buena noticia para Venezuela, el que el Continente se ocupe de nosotros.

flegana@gmail.com

 

 




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