El embajador de EEUU en Venezuela, James Story, declaró en una entrevista reciente que se podría considerar el levantamiento de sanciones a Venezuela si el régimen comienza a ceder hacia la conformación de espacios democráticos. Textualmente, dijo Story que «si Maduro cede estos espacios democráticos, restaura las instituciones y da espacio, podemos empezar a evaluar el levantamiento de algunas sanciones que hemos hecho en el pasado”.

La reacción natural ante la posición del embajador corre por dos vertientes. La primera es preguntarse cuáles serían los espacios que cedería el chavismo y, sobre todo, cómo sería esa retirada. Para que la movida tenga algún grado de efectividad y credibilidad, los espacios tendrían que ser relevantes y quienes los ocupen deberían ser dirigentes opositores, independientes de reconocida trayectoria o personas elegidas a través de elecciones limpias y libres. Asímismo, los nuevos funcionarios deberían tener independencia y poder de decisión y sus acciones tendrían que estar, en lo posible, libres de interferencia del poder central. Un ejemplo sería designar a un canciller que pueda dictar la política exterior del país o una directiva en PDVSA que suspenda los envíos de combustible a Cuba y reduzca la nómina de la petrolera en un 80%. O eliminar las FAES. O repetir las elecciones de la Asamblea Nacional con la participación de los partidos políticos legítimos que hoy están secuestrados por el régimen, y luego permitir que la AN tenga el peso que le correspondería en un gobierno democrático como para, digamos, reestructurar el CNE y convertirlo en un poder independiente. Si se piensa que alguna concesión de esa magnitud estaría al alcance de una negociación, yo me permito tener serias dudas.

La segunda vertiente tiene que ver con la factibilidad de que el régimen ceda espacios significativos y se mantenga gobernando. Una dictadura tiene que tenerle la rienda corta a todo el entramado político, económico y social para conservar el poder. Como en el sonido de una guitarra, no sirve que 5 cuerdas estén afinadas si la sexta está demasiado floja o muy estirada, porque el instrumento desafina y no sirve para acompañar ni para puntear. La sinfonía chavista no permite, por definición, que un músico se aleje de la marcha militar y se ponga a tocar, por decir algo, un preludio de Debussy. En otras palabras, el chavismo no puede dejar un solo cabo suelto, pues corre el riesgo de que por ahí se le pueda colar el descontento de más del 80% de la población y hasta aquí los trajo el río. El concepto de que una dictadura feroz como la venezolana pueda darse el lujo de crear vacíos significativos de poder –para que los llenen sus oponentes- es contrario a la naturaleza misma del sistema de control que la mantiene mandando.

Como refuerzo a las dificultades de lograr un acuerdo que permita una cierta evolución hacia la democracia, el régimen ha puesto condiciones para comenzar a dialogar que se supone serían el resultado de la cesión de espacios, no al revés: Maduro condiciona el inicio de cualquier negociación al “levantamiento de las sanciones, la reactivación de los activos y cuentas bancarias en el exterior y la legitimación internacional de sus poderes”. O sea, lo que según Story es un premio a la buena conducta y a la democratización progresiva, para el régimen es un requisito a cumplir antes de sentarse a la mesa.

La historia reciente ha mostrado en repetidas ocasiones cómo las uñas de la dictadura se han encargado de romper cualquier acuerdo con el bando opositor. En Caracas, República Dominicana, Oslo o Barbados, y bajo el patrocinio de noruegos, españoles o dominicanos, las reuniones siempre se han quebrado porque el régimen ha dejado muy clara su intolerancia y su negativa a ceder el mínimo sitio desde donde se pueda ejercer influencia.

Si esta vez va a ser diferente, por las sanciones o porque los demócratas ganaron la presidencia de EEUU o porque Europa saludó el nombramiento del nuevo CNE (aún con el 3 a 2 a favor del chavismo), un saludable escepticismo está sobradamente justificado.




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