“Quien no tiene información en tiempo real, para concebir y adoptar decisiones … puede fracasar” Édgar A Arenas P

Información es poder. La vigencia de la información es determinante para decisiones y acciones acertadas en toda gestión exitosa.

En la antigüedad, la información -a pesar de su asincronía o desfase temporal- influyó determinantemente en las decisiones y acciones. Un buen ejemplo lo da una tríada histórica: 1- la Independencia de Estados Unidos de Norteamérica (4 de julio de 1776); 2- la Revolución Francesa (Toma de la Bastilla, 14 de julio de 1789, que no surgió de la nada, sino: a- del Siglo de las Luces, de la Ilustración y de los Enciclopedistas; y b- de la primera, que aconteció 12 años antes); y 3- la Firma del Acta de la Independencia de Venezuela (5 de julio de 1811), 22 años después de la segunda y en ella se citan derivaciones de ésa (entre ellas: las sesiones y abdicaciones de Bayona, las jornadas del Escorial y de Aranjuez, y las órdenes del lugarteniente duque de Berg). En esos tiempos, la información tardaba en salir y llegar; aun así, se asumía como reciente y determinante.

Ya no es así: la información llega casi de ipsofacto a su origen; p.ej: detuvieron a Álex Saab en Cabo Verde. Con sólo teclear en un móvil inteligente se ve dónde está ese archipiélago, se mira una foto del sujeto y la información dada ahí hace saber del asunto y sus ramajes; vr.grt: los CLAP entregan comida de mala calidad, vencida, con insectos y más.

Hay quienes dicen que la historia se repite y por eso cabe preguntar si es admisible incurrir en circunstancias semejantes al hundimiento del Titanic (14-4-1912) por desatender los avisos de otros navegantes que informaban la presencia de grandes témpanos de hielo en la vía de navegación del coloso, pues los telegrafistas estaban ocupados con los mensajes de los pasajeros, o que se repita la pérdida humana y material por el ataque japonés a la Base Naval de Pearl Harbor (Hawaii) porque los vigilantes apostados en islas occidentales no avisaron oportunamente el paso de bombarderos nipones hacia el punto de fondeo de la flota estadounidense en el Océano Pacífico (7-12-1941). Si la información hubiera llegado ¡a tiempo! a los decisores: seguramente, habrían implementado las acciones oportunas y correspondientes.

El grupo que debe concebir e implementar decisiones sobre las actividades complejas y articuladas -de envergadura «masiva»- para enfrentar la pandemia que hace peligrar la salud -actual y futura- de toda la nación y que puede causar mortandad, ha de considerar «n» factores (variables), entrever «x» implicaciones, y -como en el ajedrez- debe prever consecuencias y formular un plan de contingencias en el que se anticipen los pasos concatenados a dar para no caer en improvisaciones contraproducentes.

Obviamente, su base de funcionamiento decisorio debe ser la información que detalla la situación presente en cada instante. Sin esto, no podrá diagnosticar la realidad imperante ni podrá actuar oportuna y correspondientemente: esto se paga con vidas.

Se ve que ese grupo funciona por consenso (es decir: quien no conviene con lo decidido por la mayoría se adosa a ello y dócilmente calla su disidencia), que la vocería no es ejercida siempre por la misma persona, y que lo notificado cada día -según lo destacó Mireya Goldwasser (Presidente de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela) a Claudia Macero, por RCR el 2 de julio- son resultados de exámenes cuyas muestras fueron recogidas más de 10 ó 15 días atrás; o sea: las decisiones y acciones que surgen en ese grupo no se corresponden con la realidad del día: están desfasadas, son asíncronas, pues tienen base en datos del pasado: información no vigente (los barcos se hundieron y hubo muerte) y, por ende, no se evitará lo acontecido ni sus consecuencias. Goldwasser dijo que el atraso desfasante se debe a que se ha superado la capacidad máxima de procesamiento de muestras del Instituto Nacional de Higiene (INH).

Eso ha de ser cierto: hasta repatriados (de Ocumare) protestan por el retraso en recibir sus resultados de las pruebas de la Covid-19; gobernadores y alcaldes notifican casos positivos y de fallecidos en sus áreas que no se reseñan en los partes diarios difundidos; desde los CDI dicen lo mismo; y José Manuel Olivares, médico y diputado a la Asamblea Nacional, también informa de fallecimientos no reportados en las cifras oficiales.

Entonces: lo pandémico no está siendo oportunamente bien estimado ni notificado; ¿cómo decidir así y conducir -sin errar- hacia la solución de la situación?

En la gestión del sector de la salud, el monitoreo es peculiar en todos sus niveles. Así lo establece el aro que rodea al báculo y la serpiente en el emblema de la Medicina: ese anillo representa al ojo del gallo, alegoría de la vigilancia constante que debe hacerse, pues una dilación puede ser determinante: ¡fatal! Si esto es así, ¿porqué la gestión de la pandemia muestra asincronismo información-decisión que puede: 1- llevar al desbordamiento de las cifras de morbi-mortalidad; y 2- amenazar la recuperación económica con riesgo de pobreza multidimensional?

El norte magnético informativo que influye la brújula de quienes dirigen la gestión pandémica no es el adecuado y lo que agrava el asunto: no pueden rectificar… ¡el INH no es capaz de superar su sobresaturación por limitación debida a déficit de su infraestructura! Esperarlo sería una necedad.

¡Qué triste y lamentable situación en la que se está y… peor aún… hacia la que se va: dramática..! No basta la voluntad (es insuficiente), se necesita preparación hacia la calidad total (de E. Deming) y eso no se improvisa, debiéndose recordar la Ley de E. Murphy: «No hay caso, si algo puede salir mal: lo hará seguramente», por ella nació la refinación de los procesos de calidad que llevan a diseñar procedimientos de tipo preventivo que eviten que el éxito dependa de decisiones factibles de error.

«La perversión no tiene límites» (Corolario de O’Toole), pues los torpes no descansan jamás, motivo por lo que se invita a recordar la Ley o Corolario de Finagle: «Algo que pueda ir mal, irá mal en el peor momento posible». La pandemia acá está en fase de crecimiento exponencial y el pronóstico no luce favorable: se dijo de flexibilizar el confinamiento en dos modalidades (parcial y generalizado) seguidas de confinamiento radical, y que se haría una encuesta popular de 48 horas para determinar el esquema a implementar: ¿qué sabe el pueblo de Epidemiología?

No parece que lo acontecido hasta ahora -una gestión poco sesuda, ineficiente, de escasa adaptabilidad al cambio de las condiciones amenazantes, no planificadora de reacciones anticipadas (sino: reflejas), poco diversificada, con gran tolerancia al error, y acientífica- sea el preludio para una gestión adecuada.

Ojalá que se acabe el manejo improvisado-expectante y populista («se hará según lo que venga y el poder popular dirá») y que empiece el proactivo-eficaz-eficiente y científico: ¡zapatero a su zapato!

 




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