Los acontecimientos en Venezuela se suceden con rapidez e intensidad. El régimen parece estar contra las cuerdas, con todos los apoyos internacionales que ha recibido Juan Guaidó en su gestión de presidente encargado y con los efectos –aún por sentirse- de las sanciones económicas a las exportaciones petroleras. Pero no hay que olvidar, porque sería un grave error, que los rojos aún tienen los cañones. O mejor dicho, los cañones son parte del régimen: no es que lo respaldan y lo protegen, sino que militares, balas y dictadura son la misma cosa.

A la hora de las chiquitas, el único margen de maniobra que tiene el chavismo se lo ofrecen las fuerzas armadas, los -mal llamados- colectivos y los servicios de inteligencia de sus amos caribeños. La gente está masivamente contra el régimen, no faltaba más. Más del 80% de la población quiere que Maduro se vaya y más de 4 millones de venezolanos han abandonado el país desde que el chavismo comenzó a gobernar. En paralelo, la economía, la seguridad personal y la salud están en situación de tierra arrasada. Y por si fuera poco, una muy reciente encuesta flash de Meganálisis revela que 83% de la población reconoce a Guaidó como presidente encargado.

¿Y entonces? Se pregunta uno ¿cuándo y por dónde se revienta la cabuya? Pos ya veremos, como diría un mexicano. Hace un par de semanas se pensaba que el momento de la verdad aparecería con el supuesto desalojo al personal diplomático de la embajada de EEUU en Caracas. Pero no pasó nada; el régimen se inventó una prórroga y siga con su trabajo señor embajador. Ahora la toma de potencia está centrada en el ingreso al país de la ayuda humanitaria, donde fumea la incertidumbre. Aparte de unos parapetos chapuceramente colocados en el puente de Las Tienditas, entre Venezuela y Colombia, y las bravuconadas habituales de los caporales, no se sabe cómo –ni si- se bloqueará el paso a los camiones con comida y medicinas.

El tema de la ayuda humanitaria no tiene nada de trivial. Para la sargentada que gobierna el país, permitir la ayuda significa mucho más que agarrar unas cajas, moverlas de aquí para allá y entregarle su contenido a la gente necesitada. Significa, en su mundo bizarro, aceptar la realidad, tragarse el sapo de la crisis brutal que golpea a la población, derribar el cerco de mentiras que mantienen los más altos funcionarios del régimen y, en resumen, quedar en ridículo y desdecirse de la guerra irregular, la defensa de la soberanía y toda la perorata patriotera que sueltan los rojitos cuando los señalan. Un quiebre. El contrario con las bases llenas, sin out, y línea sólida por la raya de tercera.

En síntesis, el próximo showdown está cerca. Al gobierno de transición y a sus aliados externos se los ve firmes y decididos a que el auxilio cruce las fronteras y cumpla su función de asistencia a los que padecen y pasan hambre. El otro contendiente no luce muy asertivo, aparte de las arengas y los parapetos en el puente. No se le ve la estrategia; improvisa y deja que la agenda se la fije su oponente. Quizás es que sí está contra las cuerdas. O, como decía el gran Yogi Berra: el futuro ya no es lo que solía ser.




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.